Capítulo II

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          El Alfa  Claiton me permitió acudir a la universidad, para sorpresa de todos, a pesar de sus palabras crueles, cuando se refería a mi: “engendro”, “despojo de la sociedad”, “hija de traidores” y un largo etcétera de insultos.

        Pero su “regalo” venia envenenado, solamente podría acudir, siempre y cuando no faltara a mis tareas dentro de la manada. El mismo se encargo de encomendarme una, según él, ideal para mí; ser empleada dentro de la casona.

          Mis inicios se me hicieron complicados, por lo que estuve a punto de perder mi beca, y así, mi oportunidad de seguir los pasos de mis padres y destacarme como historiadora.

          Sean y sus secuaces utilizaron mis deberes como una forma de tortura. Unas veces usaban para sus juegos estúpidos, a los omegas y esclavos que compartían conmigo tareas en la casona. De esa manera tenia que hacer yo todos los encargos y muchas veces me era imposible llegar a tiempo a mis clases. En otras ocasiones intentaban molestarme con peticiones de última hora.

          Al final muchos omegas y sobre todo esclavos me cogieron cariño y ellos se encargaban de realizar los tontos deseos de Sean y sus seguidores, para que yo pudiera llegar a clase.

          También me cubrí las espaldas cambiando las horas de mis clases adelantando sobre el papel todas una hora. Ellos siempre pensaban que llegaba tarde a clase cuando siempre llegaba puntual.

        Mi abuela siempre me dijo que a mis enemigos les diera la verdad, pero oculta a simple vista para que todo aquel que quisiera saber la verdad, solo tuviera que mirar. Si alguien prestaba atención a los horarios en la casa y los de la universidad superponiéndose, la verdad nunca pensaron tanto.

        Sean y yo habíamos sido muy buenos amigo en nuestra infancia. Durante el tiempo que viví en Lago Ónix mantuvimos correspondencia constante. En alguna ocasión fantasee con ser su pareja predeterminada por la Diosa Luna, amigos primero después amantes, una autentica historia de amor. Pero, definitivamente, toda fantasía acaba y en nuestro caso también acabo nuestra amistad.

         En la primera Luna Llena, después de nuestro decimoctavo cumpleaños sucedió, nos reunimos con el resto de los miembros primerizos en el claro de las revelaciones, cerca del camino hacia las colinas. Rodeados por toda la manada, uno a uno se fueron transformando bajo la luz de la luna. Todos los ojos terminaron posados sobre mi con gran asombro. Todos estaban en forma de Lobo menos yo. Algunos tuvieron incluso la gran suerte de encontrar a su pareja. Sean fue uno de esos afortunados, el hilo rojo del destino no lo unía a mi sino a Brithanny. Una bonita historia de amor empañada por mi no transformación, lo que ninguno de esos ojos acusadores sabia era que yo ya podía decidir donde y cuando cambiar.

          Miles de susurros se elevaron en el aire. Bajo una mirada de odio, ira y algo mas que no supe descifrar Alfa Claiton alzo la voz para acallar al resto. ¡Esta maldita! La traición de sus padres la convirtió en maldita. Rápidamente los susurros se unificaron en una sola voz “¡Maldita! ¡Maldita!”. Esa hábil jugada hizo que, si quedaban dudas sobre la dirección del alfa, con esto quedo eliminado. Mi mentira le ayudo a instaurar su poder, hacerse fuerte y mis padres pasaron a ser traidores y yo, la que pagaba su deshonra.

          Quise gritar en ese momento que era mentira, dejar que Iria se vengara de su incultura, que destrozara la garganta del Alfa con sus propios colmillos, pero cuando estaba apunto de perder el control y cedérselo a Iria mire a la Abuela. Me resigne, deje que siguieran en su ceguera. Maldita por una mentira, para proteger mi vida, maldita pero no en el sentido que ellos creían. Estoy segura que el esperaba otra cosa, pero era demasiado inculto para saberlo y mi familia lo tenía bien oculto como para desvelarlo.

          — Ada despierta, se te hace tarde – Dijo Dana sacándome de mis pensamientos.

          — Estaba pensando… da igual, me marcho – Conteste con resignación volviendo al mundo real.

          — Date prisa antes de que te puedan entretener – Dijo mientras me sonreía.

          Dana era una de las esclavas, llego a la manada cuando la caravana de mercancías en la que viajaba fue asaltada por los hombres de Claiton. Hacia ya casi dos años sobre eso. A veces soñaba que regresaba a su casa y volvía abrazar a los suyos, pero mientras tanto se limitaba a no dar motivos para que nadie notara su presencia. En eso yo no tenia la misma habilidad.

          Sali de la cocina intentando no ser vista. Cuando en mi camino se cruzaron Alfa Claiton, Gamma Rish y un par de Épsilon que no llegue a identificar.  Cuando me debatía si escuchar o huir Sean me sorprendió entre los arbustos oculta.

          — Escabulléndote de tus tareas engendro – Escupió, mientras me agarraba de la capucha de mi sudadera.

          — No, Sean, estoy intentando… - Dije intentando soltarme de sus garras.

          — Creo cariño que lo que hacía, era espiar a tú padre – Ronroneo Brithinny a su oído.

          — ¡Mentirosa! – Grité enfadada.

          — ¿No te han enseñado a no espiar maldita? – Pregunto Sean mientras me estrangulaba.

          Cuando pensé que todo estaba perdido Gamma Rish agarro a Sean obligando a soltarme. Intentaba recuperar la respiración, cuando Alfa con una sola pregunta me volvió a dejar sin ella.

         — ¿Estabas espiando rata?

         — ¡NO! - Grite, intentando defenderme

         — Alfa miente, la maldita traidora miente, es igual que sus padres. Intentaba… - Respondió Brithanny.

          Claiton le corto mientras me miraba frio y pasivo. Iria en mi interior chillaba por salir y acabar con todos con sus propias garras. Me estaba costando controlar la situación, pero debía hacerlo, vida o muerte, pero nunca esclava.
Estarás recluida en casa una semana, no podrás acudir a la universidad, solo realizaras tus tareas en la casona. De esa manera aprenderás a no escuchar a escondidas.

          — Alfa, no es justo, no… - Replique.

          — Creo que no estas en posición de discutir Ada, camina yo seré el guardia de tu reclusión – Sentencio Braien sacándome de las manos del alfa.

          Él siempre me sacaba de los entuertos en los que sin querer me metía, le suplique que fuera hablar con mis profesores y entregara mis trabajos para no perder mi beca. Alfa y Sean siempre intentaban con sus castigos que perdiera toda oportunidad de estudiar, pero mis profesores estaban siendo bastante considerados.

         Iria en mi cabeza me estaba montando una guerra, que estaba dispuesta a no pelear.

         ”Deberías haberme dejado aniquilarlos a todos, eres una blanda Ada”.

         ”Sabes que no puedes ser vista. Se lo prometimos a la Abuela”.

         ”Pero haberme dejado darles su merecido, podría aniquilarlos yo sola” – Dijo con rabia.

         ”Dame tiempo Iria, solo un poco mas conseguiré sacarnos de esta prisión y ser libres”.

         ”¿Crees que te dejaran marcharte? Ilusa”.

        ”Espero que sí, suspire. Encontrare la manera”.

         ”Si no la encuentras tomare el control y los aniquilare Ada, no podre resistir muchas mas humillaciones sin responder”.

Mientras daba vueltas a las palabras de Iria me quede dormida abrazando la almohada.

AdaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora