CAPÍTULO XIII

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      Su cara se lleno de sorpresa, dieron un paso hacia atrás.

        — Un momento ¿Quienes sois? — Pregunto el vampiro de ojos ámbar

         — ¿Por qué lo preguntáis? — Contesté con la voz llena de rabia

        — ¿No sois Elkantropros? ¿De que manada sois?

       — ¿Elkantropros? ¿Tenemos pinta de ser dos cervatillas indefensas? ¿Que más te da la manada ala que pertenezcamos? — Escupió Dana furiosa.

      — Río Rojo.

      — ¿Quien es tu Alfa? — Pregunto el de los ojos verdes confuso.

       — ¿Porque tantas preguntas? — Mi nivel de nerviosismo estaba apunto de hacerme perder el control. O luchábamos o nos dejaban pasar pero este nivel de tensión haría que cometiera un terrible error.

       — El día que salimos de nuestra manada acababa de hacerse con el poder Galep, el Alfa de la manada La Colina.

       — ¿ Y siendo así porque evitáis pasar por los caminos de su territorio?

       — No es asunto vuestro.

       Me dispuse a avanzar cuanto antes llegáramos al lago antes encontraría respuesta a todo. El vampiro de ojos ámbar me agarró del brazo una corriente helada atravesó mi cuerpo. El me soltó rápidamente, y me miró estañado, mis conocimientos sobre vampiros eran cortos, la mitad de los libros que hablaban de otros seres Claiton los hizo quemar, pero sabía que su forma de alimentarse no era muy racional, dejaban a sus presas secas de sangre, ni una sola gota en todo el cuerpo. Les solía gustar la de humanos y ciervos, pero en momentos de hambruna no les importaba atacar a todo lo demás. Soportaban la luz del amanecer y del anochecer nunca pleno día, eran seres nocturnos y como nosotros tenían un buen sentido del olfato, altamente desarrollado.

       —¿Quien eres?.

       — Era una esclava del alfa anterior de Río Rojo.

       — Mientes— siseo acercándose a mí tan rápido entre las sombras.

       Ese movimiento dejó espacio libre para huir y lo aprovechamos. La adrenalina aumento mi velocidad, permitió que Iría traspasará entre la rabia parte de su poder ese que debía ser siempre controlado y ocultado. Mí miedo se hizo patente si no podía controlarlo Dana se daría cuenta. Llegamos al final del desfiladero con los vampiros pisándonos los pies.

        — ¡Dana corre ya estamos al final — Grité en la desesperación de salvarnos sin tener que pelear.

        Cuando estábamos a pocos pasos de ser totalmente iluminadas por la luz del sol.

       — ¡Ada!

       Me gire y pare en seco, la tenían contra el suelo entre los dos sujetándola. Todo mi poder comenzó a concentrarse e intentan aflorar. Yo solo quería mantenerlo bordando la superficie para que nadie lo viera, pero poderlo usar. Ellos me miraron y sonrieron, mis manos se tensaron y sin poder controlarme, de mis manos salió toda mi furia y mi rabia contenida, en poco menos de un  segundo después, un fogonazo de luz y el silencio.

        Caí al suelo y sentí los brazos de Dana arrastrándome hacia la salida. Mí corazón bombeaba sangre a un ritmo demasiado elevado, tenía que serenar todo, respire, respire. Había usado una milésima de mi poder y aún tenía resquicios que controlar. Nunca lo había usado en estas situaciones, siempre bajo la supervisión de la abuela o Braien.

          De rodillas mirando al desfiladero, poco a poco fui recobrando el aliento y la calma. Pero el nerviosismo, al darme cuenta que Dana podría haberlo visto todo, no me dejaba terminar de serenarme. Me levanté y la miré con nerviosismo, mire hacia el desfiladero y los dos vampiros aparecieron de nuevo entre las sombras, sus ojos mostraron confusión.

AdaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora