Capítulo IV

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          Corrí lo mas que pude para llegar a tiempo a la casona. Abrí la puerta de la verja y me dirigí hacía la puerta de la cocina. Cuando cruce la esquina Braien me esperaba, se le notaba bastante tenso.

           — Ada, tengo información privilegiada, hoy llega Galep con sus hombres intenta mantenerte alejada lo máximo posible de la casa. Con estos incultos has podido mantenerte a salvo, pero tengo entendido que este Alfa se destaca por tener un buen olfato para los negocios y para las personas.

          Note preocupación en sus palabras y eso me hizo sentir un escalofrío por todo mi cuerpo. Si Braien tenía miedo yo debería tener más. Esperemos que este Galep no sienta curiosidad por una humana hija de hombres lobo.

          Entre en la cocina para realizar mis tareas lo más rápido posible, no quería encontrarme con nadie y estar fuera de la casona a tiempo. Empecé a preparar el desayuno cuando la voz del Alfa Claiton se escuchó desde el comedor llamándome.

           ¿Estaba en problemas? Estoy segura de haber cumplido todas mis tareas de no haber, sido impuntual, de no haber cometido ningún error. Mis piernas temblaban. Sean me golpeó en la espalda mientras entraba en el salón y caí de rodillas ante todos.

          — ¡¿Cuántas veces se te ha de repetir engendro?! ¡Ante cualquiera de nosotros has de presentarte de rodillas! – Me grito mientras me sujetaba para que no me levantara.

          Aprete los puños de rabia. Todos rieron ante la humillación a la que estaba siendo sometida, mi corazón empezó a latir con mucha más fuerza, Iria estaba a punto de salir…

          “No te levantes” me dijo Beta a través del enlace. Su voz retumbaba en mi cabeza, pero consiguió que Iria se calmara. Sean presionaba mis hombros, yo sabía que podría levantarme sin problemas, pero Beta mantenía su mirada en mí. Imploraba con ella que no me opusiera que siguiera en esa posición.

           Me encontraba llena de rabia, de rodillas ante el Alfa y todas sus ovejas conteniendo mis deseos y los de mi loba de asesinarlos a todos cuando Claiton dejo de reír y comenzó a hablar.

          — Aprovechando tu castigo engendro, también te eximo de tus tareas. Tendremos estos días un visitante prestigioso y no quiero que vea a una aberración como tú rondando por la casa y nos niegue de esa manera su ayuda.

          Por la conversación que había mantenido con Braien antes de entrar en la casa, me imaginaba quien era ese visitante, por lo que me dio cierto alivio evitar estar ante su presencia. De esa manera también estaría durante ese tiempo lejos de las burlas y los insultos.

           — Entiendo Alfa Claiton, como usted disponga – Respondí con la mayor calma posible.

          — Puedes marcharte a tu reclusión, no tienes que quedarte que realizar hoy tampoco tus tareas.

          Me incorpore y cuando iba a salir del comedor Sean me empujo haciéndome caer al suelo golpeándome contra la esquina de rodapié. Cuando me incorpore note como la herida comenzaba a sangrar, todos rieron. Hui dirección a la cocina y coloqué sobre la herida un paño para evitar que la sangre manchara mi cara. Cuando llegara a casa me curaría.

          Camine por el jardín dirección al sendero principal, cuando estaba a punto de llegar a la puerta principal unos enormes coches negros aparcaron frente a la puerta. Me escondí entre los arbustos para evitar ser vista. De los cuatro coches se bajaron doce hombres. Todos menos tres tendrían la edad de Braien. Eran altos y musculosos. Parecía como si fueran los guardaespaldas de los otros tres.

          Uno era alto delgado con el pelo rizado negro y tez blanca, otro era el más bajito de todos con el pelo rojo fuego. Y otro era el que le rodeaba un aura de poder, tenia mas o menos la misma estatura que los demás un poco más delgado, moreno con el pelo castaño.

AdaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora