25. Llamada de la corte

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Vas se despertó en un sueño. No podía moverse, no podía reaccionar, era ella contra ese sueño.

—No debiste hacer eso. —Una voz tan familiar...

—Lo siento, ¿vale? No es una situación fácil... —La respuesta de Vas reflejaba tristeza.

—Fue culpa tuya... A veces me preguntaba si se lo contarías a alguien... ¡Vaya que sí lo hiciste, aún puto policía, Lucía!

—N-no quería... Seguir ese juego...

—Joder, tú no sabes en la mierda que me has metido a mí ahora... Policía contra policía, ¿lo sabes no?

—¡Sí, lo sé! ¿Porqué...? ¿¡Porqué lo hiciste!?

—Sabes... Esa falda te quedaba tan bien ese día...

—¡Tenía seis años, tío! ¡Seis, joder!

—Me excitaste bastante, levanté la falda y se me puso como una puta piedra...

—Eres policía... ¡Policía!

—Luego trajiste esos pantalones cortos, no había nadie y aproveché para tocarte...

—Nueve años...

—Cuándo viniste conmigo a Portugal...

—No... Eso sí que no te lo perdono...

—Salieron todos, estábamos en la cocina...

—¡Cállate! No... No quiero oírlo... —Los ojos de Vas empezaron a inundarse con lágrimas, que de pronto empezaron a bajar por sus mejillas. Lágrimas de sangre.

—Sí... Empecé a quitar tu ropa, me estaba bajando los pantalones... Ya estaba cerca tuya, sujetándote contra el suelo, pero... Llamaron a la puerta, fui a ver, y cuando volví, no estabas.

—No me iba a quedar... Aún con seis años, sabía diferenciar lo bueno de lo malo, no cómo otros...

—Muy inteligente no fuiste. ¿Un río?

—Sí... Ese mismo día, me tiré al río... Quería despejar mi mente, pero mis costillas empezaron a arder, a doler... Me costaba respirar, me estaba ahogando... Sentía el agua llenando mis pulmones lentamente, el agua corriendo por mi garganta y mis lágrimas que se disolvían con el agua... Salí, usando todas mis fuerzas para desmayarme. Desperté en el hospital, había salido de una operación arriesgada por mi anorexia, no había casi probabilidad de que saliera bien, y sobreviví... Mi tipo de sangre también fue un problema, tuvieron que donarme de mi hermana... Ella tenía RH Nulo, sangre dorada, casi moría ella también por mi culpa... Me habían sacado dos costillas, me las rompieron en una paliza un año antes. Nadie tomó en serio mis dolores.

—Ahí me calentabas aún más... Ese cuerpo...

—No vengo a eso... Siempre me tocabas, pero te quería de todos modos...

—Ja. Tu padre nunca se enteró...

—No metas a papá en esto, por favor... Te lo suplico...

—Es la verdad, siempre ha sido un-

Antes de que pudiera decir nada, Vas pegó un puñetazo a su tío, rompiendo su nariz, su mano llena de su sangre se sentía cómo la gloria. Celebró ese golpe lamiendo la sangre.

—Así me quedaré con este recuerdo en mi interior para siempre...

...

Vas se despertó, no estaba Héctor en la habitación, por lo que salió a buscarle. No estaba en la casa. Era raro, jamás se iría así porque sí... Se fue a su habitación de nuevo, tirándose sobre la cama para pensar en sus cosas... Sus cosas. Eso significaba escenarios ficticios con personajes que le gustasen, escenarios dignos de una película. Película pornográfica. Le entró calentón y empezó a meter sus manos debajo de sus pantalones, seguía imaginando. Estaba por llegar a tener un orgasmo cuando, de repente, cayó un libro de algún lado, no sabía de donde, pero de algún lado vino. Terminó la paja y se levantó para ver el libro. Se agachó en el suelo y vio que era un libro de... ¿Almas? ¿Demonios? Vio unas páginas. Nada interesante. Fue al índice y veía algo de... ¿Comprar y vender almas? ¿Tratos? No entendía nada, pero le interesó bastante.  <<Si quieres el alma de un ser viviente, deberás vender tu alma antes.>> Eso le interesó, por lo que arrancó la página y se la guardó. Aparte de eso, escondió el libro en su mesilla de noche, que tenía un candado. La mesilla de Héctor era igual, la idea la propuso Vas para tener más privacidad. En verdad era para esconder dulce de leche o cosas privadas. Una gran idea.

Pasaron cómo dos minutos y quiso pasar por la puerta del apartamento de Sal, pero no había nadie. A Vas se le dio por mirar su móvil, que estaba en su habitación. Menos mal que lo hizo porque tenía un mensaje de Héctor. Mensaje muy importante. <<Vas, no sé cuándo leerás esto, pero espero que pronto. Te intenté despertar, Sal y Larry también, pero no reaccionabas. Nos llamaron por urgencia, estamos en el juicio este que hay cerca de casa. Ven rápido porfavor, según leas este mensaje.>>

Lo único que se le pasaba a Vas por la cabeza eran insultos. Insultos para ella misma. No lo pensó y se vistió cómo pudo. Llegó corriendo en tan sólo tres minutos. Sabía qué sala tenía, siempre era la misma. La 29. Abrió la puerta rápido, dando un portazo, haciendo que todos se sobresalen. Ella estaba jadeando, el juez habló.

—Llegas tarde, Vas. Porfavor, toma asiento, sube y siéntate.

—Sí, disculpe, no volverá a pasar.

Era más fácil disculparse a inventarse excusas. Se dirigió a la silla y se sentó. Kevin estaba allí. Héctor, Sal y Larry estaban en primera fila, Kevin a la izquierda junto a adultos.

—Esta llamada que se hizo de urgencia... No hemos adelantado el juicio del diecinueve, no, ese juicio está ahí todavía, este es para dar otra clase de información. Información muy importante. Porfavor, Nana,  dicta lo acordado.

—Teniendo en cuenta todos los acontecimientos, pruebas y testigos presentados en la corte, hemos llegado a una conclusión. Vas será arrestada y encaecelada en una prisión, siendo juzgada, finalmente, cómo mayor de edad.

Vas se puso de pie, levantándose de la silla y dio un puñetazo en la mesa que tenía en frente, sin levantar la mirada.

—¡NO! Dígame porfavor que no es verdad.

—Lo sentimos, Vas, pero creo que no está teniendo en cuenta la gravedad de todo esto.

—¡Claro que la entiendo! Pero, ¿¡Ser juzgada como mayor de edad!? ¿¡Sabe acaso en lo que puede resultar eso!?

—Ssbemos cómo suena, y en como puede como usted dice.. Acabar, pero el crimen que ha cometido es muy grande, no podemos juzgarla como menor de edad después de todo loq uw ha cometido. Además, teniendo en cuenta que mintió en la corte, diciendo que era inocente y que no había ocasionado nada, aún con todas las pruebas en su contra.

—¡No! ¡No se dan cuenta de lo que puede pasar!

—No la entendemos, disculpe.

—¿¡Tal vez estoy hablando de mi condena!? ¿¡Del precio de lo que he hecho!?

Héctor miró a Vas, preocupado.

—V-Vas... No te preocupes... Seguro que no pasará nada...

—Héctor... Homicidio múltiple... Creo que no te das cuenta de la gravedad de todo esto, no te das cuenta de qué puede pasar...

Antes de que Héctor pudiera responder, se acercaron por detrás unos policías para arrestar a Vas.

—¿¡Q-qué hacéis!? —Vas sentía cómo en cualquier momento iba a explotar...No aguantaba nada más.

Los policías se detuvieron un momento a quitar las pulseras que tenía Vas, ahí uno suspiró y de detuvieron de nuevo.

—S-señor... Venga un momento... —Dijo un policía, llamando al juez.

Este se dirigió hacia ellos, el policía sólo apuntó a las muñecas de Vas, ella tenía una mirada seria, estaba quieta, no quería causar más impresión. Se giró a ver las caras de sus amigos, Héctor estaba llorando, Sal asustado, y Larry... Tenía la mirada perdida. A ninguno se le veía decepcionado, sólo asustados. Kevin estaba... Sonriendo...

—¿Desde hace cuánto te autolesionas, Vas? —Preguntó el juez al mirar la muñecas de Vas.

—Desde que tengo nueve años.

Se causó un silencio en la sala, solamente agarraron las esposas para no hacerla daño, había cortes y quemaduras recientes, y se la llevaron, fuera de esa habitación.

Vassy FaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora