¡GOL!

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Fuera del auto era aun más impresionante y entendimos porque el nombre del pueblo

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Fuera del auto era aun más impresionante y entendimos porque el nombre del pueblo. Sobre nosotros un mágico cielo azul lleno de cientos de estrellas destellantes, era fascinante. Nate se posicionó a mi lado y no podíamos decidir a donde dirigir la vista si a la majestuosidad que nos ofrecía el cielo o a la espectacular feria frente a nosotros.

—¡Es hermosísimo!—dije sintiendo que me quedaba corta para expresar lo que todo aquello me parecía.

—¿Entonces sí les agrada el lugar?—inquirió Ethan tras nosotros recostado del auto dándonos tiempo de asimilar el paisaje y con una sonrisa cálida que le iluminaba el rostro.

—¿Esos son campitos de futbol?—curioseo Nate con la emoción palpable dirigiéndose a Ethan.

—Sí, lo son. Vayamos a recorrer un poco.—nos ofreció y ambos aceptamos.

Con cada paso que dábamos todo parecía más irreal. La feria se instalaba frente al lago y la gente podía disfrutar de ambos ambientes, de la belleza y tranquilidad que ofrecía el lago en una noche tan maravillosamente estrellada y la animación y colorido de la feria, está poseía muchísimas atracciones, como juegos, música, exposiciones, comida, y mucha gente disfrazada.

En atracciones mecánicas ofrecía un sinfín de opciones empezando por los tradicionales carruseles, montañas rusas, vueltas en el cielo, el barco, ascensor a la luna. La lista era interminable.

La Feria contaba con un espacio especialmente preparado para los amantes del futbol. Donde los niños formaban equipos y jugaban cortos partidos. Tenían mini campos para todas las edades y tamaños. Tenían también otras actividades relacionadas con el deporte como entrenamientos y charlas con algunos futbolistas reconocidos del pueblo. Nathan observaba todo aquello extasiado. Justo en ese momento unos cuantos niños estaban armando equipo pero les hacía falta un integrante. Nate a nuestro lado se percató de aquello y me observó.

—¿Mamá crees que pueda...jugar?—inquirió casi como una súplica.—Será solo un poco.

Ethan me miró a la expectativa, mordí mi labio inferior sopesándolo un segundo. Nate estaba bien, su herida iba cerrando poco a poco pero temía que el juego fuese demasiado brusco.

—Son solo 20 minutos de partido.—acotó Ethan anticipando mi preocupación.

—Promete que serás cuidadoso.—le urgí mientras ambos esbozaron unas sonrisas deslumbrantes.

—¡Gracias mamá! te prometo que tendré cuidado.—afirmó dándome un abrazo y luego separándose para quitarse la chaqueta y la bufanda.

Le ayudé sosteniendo ambas cosas, le vi dirigirse hacía el mini campo y rodearse de otros niños de su tamaño quienes le recibieron alegremente por haber completado el equipo para iniciar el partido. Se reunieron en círculo para planear su estrategia y fui consciente del paso que dio Ethan para acortar la distancia entre ambos.

—Esto es extraordinario, Ethan, gra...

—No lo digas.—corto en seco sin dejarme terminar. Manteniendo siempre su mirada al frente con Nate.

—Es que no sé que decir.—declaré observándolo por un segundo.

—Entonces no digas nada y disfruta.—y él tono solemne que usó me hizo volver la vista hacia él donde nuestras miradas se encontraron y ese azul me atrapó e hipnotizó haciendo que se me escapara un suspiro, me transmitía tanta plenitud y me gritaba que yo era suya...

Un pitazo nos devolvió al partido que acababa de comenzar frente a nosotros y Nate formaba parte de los delanteros, le otorgaron chaleco de color azul como distintivo del equipo mientras el otro portaba el verde. Ethan se cruzó de brazos a mi lado y su expresión se volvió sería y concentrada observando cada paso de Nate en el juego.

Para ser tan pequeños los niños jugaban con una precisión asombrosa. Cada uno de ellos sabía que hacer y en que momento hacerlo. Eran talentosos, el balón iba y venía lo dominaban como si de una de sus extremidades se tratase. A pesar de que la cancha no tenía las lineas claramente expuestas, ellos parecían sabérselas de memoria y aunque de vez en cuando algunos caían al suelo volvían a la carga rápidamente. De momento aquello parecía una guerra a muerte pero de tanto en tanto alguno hacía una jugada asombrosa y lo celebraban como si todos jugasen para el mismo equipo. Aquello no era para nada serio pero aún así lo era. Simplemente estaban disfrutando. Era tan placentero verlos disfrutar.

Los pequeños continuaban debatiéndose y hasta el momento no habían cambios en el marcador, un pase a Nate me tensó y noté un fruncimiento de seño profundo en Ethan quien seguía concentrado en lo que se desarrollaba adelante.

Nate estaba cerca de la línea del centro y varios niños del equipo contrario se fueron tras él intentando arrebatarle el balón, mientras el se lanzaba a ganar con dirección al arco.

—¡Vamos Nate!—le impulsó Ethan a mi lado dando un par de palmadas.

Nate continúo enfocado llevando el balón rápidamente hacía zona peligrosa y la patada sorpresa desconcertó tanto al arquero contrarió como a los que estábamos allí de espectadores. Contuve el aire tomando a Ethan del brazo apretándolo. La pelota entró limpiamente con un sonoro golpe en el arco. Los niños de azul se lanzaron a celebrar ese espectacular gol mientras yo daba brinquitos como niña abrazando a Ethan quién no pudo contener la emoción mientras en sus labios se posaba una hermosa sonrisa y sus ojos brillaban de alegría, sus manos se mantenían palmeando y aupando a Nate quien venía a toda velocidad hacía nosotros, nos rodeo a ambos con sus brazos acercándonos y gritando eufórico.

—¿¡Lo vieron!?, ¿Vieron ese gol?—preguntó dando brinquitos.

—¡Por supuesto que lo vimos y fue genial! Eres muy bueno.—lo felicitó Ethan a mi lado quien se había puesto a su altura y exudaba emoción.

—¡Eres asombroso hijo!—dije orgullosa en medio de un abrazo.

Nate volvió al campo y de pronto sonó el pitazo que daba por finalizado el partido y los niños jubilosos celebraban su victoria intentando elevar a Nate pero cayendo sobre sí. Todos los allí presentes reíamos enternecidos. Aquella estaba siendo una noche de ensueño.

TERCER ENCUENTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora