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Hazel Beckett.

Decir que la semana había pasado de manera normal sería una mentira total. La verdad es que había sido una de las semanas más difíciles que podía recordar, y no solo por la carga de las clases o los exámenes. Bill tenía mucho que ver con ello, y cada vez me costaba más pensar que Tom y yo podríamos estar en paz alguna vez. Todo lo que quería era que las cosas se calmaran, pero todo parecía estar fuera de control.

Desde que Tom y yo comenzamos a salir, la situación con Bill se volvió cada vez más tensa. Los enfrentamientos entre ellos no eran solo de palabras, aunque esas también sobraban. Las malas miradas, las amenazas veladas, el resentimiento de Bill se sentía en el aire. Y lo peor de todo era que yo no sabía qué esperar a cada momento. Siempre estaba en tensión, mirando por encima del hombro, esperando que la siguiente amenaza viniera de él.

Lo cierto es que si alguien debía soportar la ira de Bill, esa era yo. Después de todo, fui yo quien correspondió ese beso en el lago, después en las regaderas... si tan solo hubiera sido más racional en ese momento y lo hubiera alejado de Tom, tal vez las cosas no estarían tan mal. Si le hubiera contado a Bill lo que pasaba, si hubiera sido honesta desde el principio, tal vez todo sería diferente ahora.

Pero no lo hice. Y ahora me sentía como la peor persona del mundo. No dejaba de pensar en la conversación que tuve ayer con él. Las clases habían terminado, y por primera vez en mucho tiempo, Bill y yo pudimos hablar de una forma que no fuera llena de insultos. Aún así, hubiera preferido que me gritara, que me echara en cara todo lo que había hecho. Lo que me dijo, sin embargo, caló más hondo de lo que esperaba.

Había guardado mis libros en completo silencio, intentando evitar cualquier contacto visual con él. No había nada que decir, no había nada que valiera la pena discutir. No estábamos en buenos términos, y lo último que quería era hablar con él. Sin embargo, fue Bill quien rompió el silencio. A diferencia de todas las veces anteriores, su tono de voz no tenía nada de agresivo. Eso me hizo dudar por un segundo, me hizo quedarme cuando, en el fondo, sabía que debía irme.

─¿Podemos hablar?─ murmuró cerca de mí, su voz grave y un poco ronca.

Me estremecí al oírlo, y sin pensarlo, miré rápidamente hacia la puerta, buscando una salida. No quería quedarme, no después de todo lo que había pasado entre nosotros. Después de las últimas veces en que las cosas se salieron de control, y cómo él siempre parecía buscar la forma de arruinar lo que tenía con Tom, no quería escuchar ni una palabra más.

Pero algo en su voz me hizo detenerme. Fue un susurro lleno de algo que no supe identificar, una especie de tristeza contenida.

─No intentaré nada, puedes estar segura.─ agregó, casi rogándome que lo escuchara. Fue en ese momento cuando me quedé, aunque con el corazón acelerado, porque sabía que si me iba, esto no se resolvería nunca. No podía dejar que las cosas quedaran así.

Suspiré, tomando una profunda bocanada de aire, y me quedé allí, parada, sintiendo el peso de la situación. No quería discutir más, pero lo que él iba a decir no podía dejarlo pasar.

─No quiero discutir más─ murmuré, apartándome un poco de su cercanía, sin quitarle la vista de encima.

─Supongo que lo haremos─ respondió él con una voz baja, profunda, que parecía irremediablemente atraparme. Su tono estaba cargado de algo que no podía definir, una mezcla de frustración y desazón.

Me di cuenta de que algo en él había cambiado. Ya no era el mismo Bill que solía ser, el Bill arrogante y egocéntrico. Ahora estaba más vulnerable, más humano, y eso me confundía aún más.

─No...─ titubeó, su mirada fija en el suelo, antes de alzarla lentamente hacia mí. ─No puedo dejarte ir.─ Sus palabras eran como un susurro lleno de desesperación. Pude notar cómo sus venas en el cuello se marcaban mientras apretaba los labios. La expresión en su rostro era seria, como si estuviera luchando contra algo mucho más grande que él.

Eclipse | T.K | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora