Extra.

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Three years ago..

Tom Kaulitz.

Había sido un fin de semana de locura. Después de las fiestas de despedida de vacaciones, cada uno de nosotros arrastraba un poco de la resaca del último brindis y el eco de las carcajadas.

El lunes finalmente había llegado, y aunque el instituto nos esperaba, no estábamos precisamente apurados. A unos metros del edificio, en una esquina escondida y un poco olvidada, nos refugiamos para fumar un poco antes de empezar la rutina.

Estábamos Gustav, Bill, Georg y yo, tirados en algún rincón, riendo y compartiendo historias de nuestras últimas conquistas.

Bill dio una calada larga y soltó una risa cuando Georg terminó de contar la suya. Gustav, que siempre se mantenía al margen de estos momentos, solo sonreía de lado, mirando la escena como si disfrutara de vernos en nuestra propia película. Él era el único que no fumaba, pero nunca le molestaba acompañarnos.

─Tío, ustedes no lo entenderían─ Dejé escapar, dejando salir el humo en un suspiro, la imagen de la pelirroja aún fresca en mi mente. ─Se veía tierna, ¿Saben? Como de esas que parecen inofensivas.─

Bill me miró, levantando las cejas, y soltó una carcajada.

─¿Tierna, eh?─ Georg arqueó una ceja, con una sonrisa burlona mientras daba otra calada. ─Tú siempre consigues a las que se ven inocentes, Tom.─

─Es que tenía ese aire, no sé cómo explicarlo…─ Dije encogiéndome de hombros. ─Te miraba con esos ojos como de niña buena, pero, hermano... de inocente no tenia nada.─

Bill dejó escapar una risa sarcástica y asintió.

─Yo también encontré a una joyita. Era una rubia. No pensé que iba a ser tan intensa.─ Alardeó recordando su propia aventura, mirándonos con una sonrisa satisfecha mientras nos contaba algunos detalles más.

Solté una risa y negué con la cabeza, recordando cómo se había movido la noche anterior con una energía que nadie hubiera esperado.

─Sí, ustedes tienen suerte.─ Murmuró Gustav, sin dejar de sonreír, mientras todos nos reíamos.

El sonido del timbre nos sacó de la nube en la que estábamos. El bullicio de los alumnos entrando en el instituto nos recordaba que las vacaciones realmente habían terminado. Cada uno apagó su cigarrillo, nos dimos un apretón de manos y nos despedimos, dirigiéndonos a nuestras respectivas clases.

Después de un rato en la clase de historia, el profesor terminó su discurso monótono sobre las normas del curso y nos dejó salir.

Agradecido, recogí mis cosas y me dirigí hacia los casilleros para dejar la mochila antes de la próxima clase.

Mientras caminaba por el pasillo, mi mirada se perdió en dirección a un casillero cercano y fue entonces cuando la vi.

Estaba allí, de espaldas, acomodando sus cosas en el casillero. Había algo en ella que era imposible ignorar. Su cabello oscuro caía en ondas naturales hasta los hombros, y llevaba una falda de jean que resaltaba sus largas piernas, combinada con una camisa blanca básica, que sin esfuerzo hacía que se viera perfecta. No podía dejar de mirarla.

Cuando giró un poco, pude ver mejor su rostro. Tenía una nariz respingada, labios carnosos que parecían dibujados a mano y unos ojos color avellana que, aunque aún no me miraban, ya parecían hipnotizantes.

Era una mezcla de dulzura y atracción que me golpeó de una manera distinta, algo que no había sentido por nadie más.

Entonces, como si pudiera sentir mi mirada, giró la cabeza hacia mí, sus ojos avellana chocaron con los míos, y sentí un vacío en el estómago. Tragué en seco, atrapado en esos ojos. Pero, en el instante en que ella me sostuvo la mirada, rápidamente miré hacia otro lado, fingiendo interés en cualquier cosa menos en ella, esperando que no hubiera notado lo evidente que me había quedado mirándola.

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⏰ Última actualización: Nov 13 ⏰

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