Epílogo.

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Hazel

Meses después.

Los rayos del sol se colaban por las rendijas de las cajas de cartón, anunciando un nuevo día en nuestro nuevo hogar. Tom, siempre el madrugador, ya estaba preparando un escaso desayuno en la pequeña cocina que apenas si cabía entre las cajas apiladas, ya que todavía no habiamos tenido tiempo de comprar suficiente comida para desayunar. Su sonrisa contagiosa iluminaba la habitación, contagiándome de su entusiasmo por esta nueva aventura que emprendíamos juntos.

Mientras él se encargaba de hacer zumo de naranja, yo comencé a desempacar las cajas con emoción.

Encontré una caja llena de libros, y no pude evitar sonreír. La lectura había sido siempre un refugio para mí, un escape a mundos fantásticos y aventuras emocionantes. Me imaginaba acurrucada en el sofá de nuestro nuevo hogar, con una taza de té caliente en la mano y un libro nuevo por descubrir.

Seguí recorriendo otras cajas, encontrando álbumes de fotos, reviviendo momentos felices con mi familia y amigos. Y me pregunté cuántas nuevas fotos llenarían esta caja en los próximos años, cuántos nuevos recuerdos crearíamos juntos en este nuevo hogar.

Seguí desempacando cosas hasta que la voz de Tom de la cocina inundó mis pensamientos.

─He encontrado algo.─ Exclamó con emoción.

Intrigada, dejé de lado las fotos y me dirigí hacia la cocina. Allí, en medio de cajas apiladas y utensilios de cocina aún por desempaquetar, Tom sostenía en sus manos un objeto que me hizo detenerme en seco. Era una guitarra antigua, con un aspecto gastado y un barniz descascarillado que revelaba el paso del tiempo.
La reconocí al instante. Era la primera guitarra de Tom, la que tocaba cuando era solo un niño de seis años. La había visto en fotos, la había escuchado mencionar en historias, pero nunca la había tenido entre mis manos.

Él me contó historias sobre las canciones que tocaba con esa guitarra, sobre los sueños que tenía de convertirse en un músico famoso. Me habló de la pasión que sentía por la música, una pasión que aún ardía en su interior a pesar de los años.
Mientras lo escuchaba, no pude evitar sentirme conmovida. La guitarra no era solo un objeto antiguo, era un símbolo de los sueños de Tom, de su pasión por la música y de su propio crecimiento como persona.

Me miró con una sonrisa nostálgica en su rostro. ─Pensé que podría estar por aquí. Es mi vieja guitarra, la que me acompañó en mis primeros años de músico.─

Tomé la guitarra con cuidado. ─Es hermosa. Se nota que tiene mucha historia.─

─La verdad es que sí. He pasado horas tocando con ella.─ Me sonrió.

─Estoy segura de que algún día te convertirás en un músico reconocido.─

─¿De verdad lo crees?─ Murmuró con una mirada insegura.

─¡Claro! ¿Acaso no ves el talento que tienes? Se nota cada vez que tocas.─ Exclamé con firmeza, tratando de infundirle confianza.

─Gracias, amor. Tus palabras significan mucho para mí.─ Una sonrisa tímida iluminaba su rostro.

─Solo digo la verdad. Además, has trabajado muy duro en tu sueño.
No hay razón por la que no puedas alcanzarlo.─ Señalé con sinceridad, observándo su rostro.

─Tienes razón. Seguiré tocando y componiendo hasta que lo haga realidad.─ Enunció con convicción.

Tomé su mano. ─Y yo estaré aquí contigo en cada paso del camino, apoyándote y animándote. Y cuando seas famoso, quiero ser la primera a la que le firmes un autografo.─ Dije con una sonrisa pícara, juguetonamente.

Eclipse | T.K | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora