࿐ ࿔*:・𝐔𝐍𝐊𝐍𝐎𝐖𝐍 | LA HISTORIA EN DONDE, A TRAVÉS DE los años, 𝐏𝐄𝐑𝐂𝐘 𝐉𝐀𝐂𝐊𝐒𝐎𝐍 descubrió que sería capaz de nadar por un lago de fuego, siempre que la recompensa sea volver a su hogar en ese par de ojos violeta.
• PERCY JACKSON X MALE...
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EL TAXI DE HERMES COMENZÓ A CONDUCIR CUANDO los cuatro estuvieron en el interior. Annabeth se sentó detrás del volante, contenta con no tener que conducir, y dejó a Grover en el asiento del copiloto, desde donde podría controlar la radio y colocar todas las canciones que quisiera. Percy se sentó junto a él en la parte trasera, otorgándole su hombro como una almohada.
—Debes comértelo —insistió el rubio.
Allyn observó las algas con algo de asco.
Adoraba el arroz con algas que preparaban las ninfas en el campamento, pero era distinto, esas se veían viscosas y oscurecidas. Además, no tenían el delicioso atún especiado o la salsa de cerdo que siempre pedía con ellas.
—¿No tienes un poco de arroz? —preguntó con un mohín en los labios—. Eso se ve como algo que cocinarías tú, Percy, sin ofender.
—Claro que me ofende —sonrió Percy—, pero tienes razón, así que no me puedo enfadar.
—¿Eso quiere decir que no me lo tengo que comer? —preguntó esperanzado.
Percy le dejó un suave golpe en la frente.
—Abre la boca.
El primer mordisco le causó una arcada, el segundo hizo que sus ojos se humedecieran. Eran saladas, demasiado, y tenían un aroma perfumado que no le cayó nada bien a su estómago. Allyn estuvo cerca de escupirlas, pero la mirada de Percy se lo impidió. El chico no solo estaba contento con que lo hubiese intento, sino que también tenía esa mirada culpable en sus ojos.
Y Allyn se forzó a tragarlas.
—Listo —se quejó.
—No fue tan malo, ¿verdad?
—¿Por qué no le pides otra ensalada a la ninfa y lo compruebas tú mismo? —gruñó.
Percy dejó un jalón en su mejilla.
—¿Cómo está la marca? —preguntó tenso, como si hubiese requerido gran voluntad preguntarlo.
Entre mentir o decir la verdad, ninguna se sentía del todo bien. Allyn podía mentirle y decirle que estaba bien, que solo sentía una picazón pequeña y ya. Percy seguramente le haría más preguntas, pero terminaría creyéndole. Si decía la verdad, Percy se culparía por todo y se desesperaría.
Y es que la verdad era terrible.
La marca no era solo una mancha roja y brillante en su cuello con una V siendo rodeada por una estrella torcida. Era una marca que tenía dentro también, lo sentía en su cuello, caliente y palpitante, amenazando con extenderse hacia el resto de su cuerpo. El calor de la marca dejó en su cuello la misma sensación que la asquerosa lengua del vampiro, serpenteante y peligrosa.