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Impresionante.

Luces cálidas, canciones pegadizas y bailables, chicas lindas; algunas con atuendos sugerentes, y alcohol. Mucho alcohol. Nada que ver con aquello a lo que estaba acostumbrado. El local estaba a rebosar de gente, jóvenes sobre todo, y la música sonaba tan alta que para comunicarnos teníamos que vociferar.
La diversión estaba asegurada...para cualquiera que no fuera yo.

Con los años fui volviéndome cada vez más introvertido y me costaba horrores desinhibirme. Sin embargo, aquella noche me lo estaba pasando bien y eso me conmovía. Mis compañeros resultaron ser buena gente después de todo.

Bernard Lafallette, belga, treinta y dos años, vivía en un apartamento compartido con un primo suyo. Parecía un fideo de lo escuálido que era. Llevaba la cabeza rapada y utilizaba ropa gótica, además de ser amante de los animes. Soñaba con ejercer como ingeniero automovilístico. Bernard sabía más de coches que nadie, de ahí que cuando alguna máquina se dañaba, lo reparaba él.

Xiao Mei era neoyorquina de padres asiáticos. Tenía el cabello liso, negro, corto por debajo de las orejas. No es por mal pero para ser asiática estaba dotada de unos atributos femeninos muy notorios. Sus padres se mudaron de Wuhan, China, a Estados Unidos antes de que naciera. Su familia es dueña de un restaurante de comida china pero ella quería ganarse la vida sin tener que depender del dinero de sus progenitores. A sus veinticuatro se sentía feliz y realizada en la cafetería.

Marcus West, veintitrés años, el que más hablaba de todos. Era extrovertido y le encantaba hacerse notar. Se consideraba un ligón. Siempre estaba coqueteando con todas las chicas atractivas que visitaban el local. Debo admitir que no se le daba nada mal, el tío conseguía llevarse a muchas al huerto. Tenía más labia que un gay salido. Poseía una altura considerable, un físico atractivo y acostumbraba a lucir pendientes. Tenía ambición, quería vivir la gran vida.

Por último estaba Sabrina Aniston, rubia de ojos avellanas. Una chica amable que sabía poner en su lugar a aquellos que intentaban propasarse. Recientemente se había cortado el cabello, dejándolo por encima de los hombros. No hablaba mucho de su vida privada pero aquella noche comentó que procedía de una humilde familia texana y que se mudó a Nueva York porque quería ser actriz. Desgraciadamente, conseguir un papel no resultaba tarea fácil, pues habían tantísimas chicas con el mismo sueño que cada vez que acudía a un casting el rol se lo terminaba llevando —en palabras textuales— 'alguna zorra dispuesta a sacarle brillo a la espada del director o a acostarse con él'. Era una chica bastante atractiva, sin duda.

—Veamos cuánto aguantas, colega —Una de las camareras se aproximó a nuestra mesa con una bandeja cargada de botellas. La chica llevaba una camiseta blanca muy ajustada que dejaba al descubierto su aplanado vientre además de remarcar sus más que notorios senos—. Gracias, guapa —le agradeció Marcus, coqueto. Destapando las botellas, nos fue otorgando una a cada uno. Y levantó la suya para enunciar un brindis—. Por la amistad, el dinero y más noches como esta. ¡Chin chin!

—¡Chin chin! —reprodujimos todos a la vez, chocando nuestras bebidas. Cervezas tras cervezas, chupitos tras chupitos, bebimos tanto que perdí la cuenta.

Quizá fuera por la enorme ingesta de alcohol pero había tensión no resuelta entre Xiao Mei y Bernard. Y al cabo de un rato comenzaron a morrearse.

—¿Te vienes? —sugirió Sabrina. Me daba algo de corte pero por otra parte no quería hacerle el feo. No todos los días me sacaba a bailar una chica guapa—. Así les damos un poco de intimidad a estos —matizó.

—No me digas que vas a rechazar la invitación de una dama.

—No, Marcus. No es eso —refuté nervioso.

ENCRUCIJADA: Amor o venganza [🔞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora