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Nguema

Y ahí nos encontrábamos, cenando en un pequeño restaurante coreano situado no muy lejos de donde la había recogido. La chica de ojos verdes, Lincey, como más tarde dijo que se llamaba, había pedido un plato de ramen picante que acompañó con cerveza.

Tan pronto como llegó su comanda se acomodó los lentes, probó su bebida y atacó indiscriminadamente su ramen. Yo, al principio no tenía mucha hambre dado que no había pasado mucho desde que tomé la comida rápida que me había zampado en el coche pero, al ver la pinta que tenía el plato de Lincey mas el aroma delicioso que golpeaba con fuerza mi olfato, sucumbí a la tentación. Pedí lo mismo que ella y aneccioné unas brochetas de cerdo. Mas a diferencia de Lincey, pedí agua en lugar de cerveza.

La comida de aquel pequeño establecimiento sabía increíblemente deliciosa. Era el mejor ramen y las mejores brochetas que había probado con diferencia.

—No recuerdo mucho de ese día —Lincey se limpió la boca con una servilleta de papel una vez que hubo dejado su plato limpio como los chorros del oro—, llegué después del incidente.

«No jorobes. Eso no ha sonado nada alentador», pensé.

La había invitado a comer con la esperanza de que pudiera darme información valiosa, ¿y me salía con esas? ¿Acaso me la había colado esa niñata? No había previsto aquello. Ella era la única que podía ayudarme por las buenas, sin que tuviera que recurrir a métodos poco ortodoxos.

Suspiré desilucionado, tensando las mandíbulas.

—Pero sí sé que unas horas más tarde vino un señor uniformado, era el jefe de policía, de eso estoy segura porque casi todo el mundo sabe quién es Frank Graham —retomó la palabra—. Él y Sanders se metieron en su despacho y estuvieron un buen rato dentro. No sé de qué hablaron, —aclaró— pero cuando se marchó, Sanders nos hizo pasar uno a uno a su oficina. Estaba más serio de lo habitual.

Se me arrugó el entrecejo.

—¿Y qué os dijo? —pregunté curioso.

Lincey se encogió de hombros.

—A los demás no sé, pero —inclinó la cabeza hacia abajo, su voz se tornó floja— a mí me advirtió que si alguna vez se me ocurría hablar del tema con alguien, incluso si eran policías, se encargaría de arruinarme la vida —Lincey levantó con sutileza la mirada, esbozando una leve sonrisa cerrada—. También recuerdo que antes de salir le vi copiar la grabación en una llave y meterla en su caja fuerte.

En ese instante mis sospechas tomaron aún más fuerza; el departamento de policía estaba implicado. Todo iba adquiriendo más sentido. Al malnacido de Sanders debía hacerle una pequeña visita y conguir la llave que guardaba antes de averiguar porqué el jefe de policía de Nueva York encubriría los hechos en lugar de hacer su trabajo.

Una vez terminó de contarme lo que sabía y acabarse la comida, me ofrecí a llevar a Lincey hasta su casa. Se había hecho muy tarde. No podía permitir que se marchara sola, y más sabiendo que se había quedado por mí.

***

Zayn Malik

Con Haylie fuera de la ciudad había tenido más tiempo para centrarme en el trabajo, aunque nos pasábamos prácticamente todo el tiempo mandándonos mensajes o haciendo videollamadas cuando podíamos. Las cosas estaban tan bien entre nosotros, nos contábamos de todo, bromeábamos...los días resultaban más llevaderos y divertidos con ella.

Haylie amenizaba mis días.

Quería algo más con ella pero tenía miedo. Miedo de que solo me viera como un amigo con quien desahogarse o echarse unas risas. Tenía miedo de que no sintiera lo que yo y terminara alejándola de mí para siempre. No quería perderla.

ENCRUCIJADA: Amor o venganza [🔞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora