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20 10 18
                                    



Zayn Malik

Me encontraba en la cocina de la casa principal con mi madre conversando acerca de mis planes de futuro mientras esperaba a mi hermanita para ir juntos. Madre hacia el desayuno para la jefa y para los demás empleados. Iba y venía de ahí para allá al mismo tiempo que platicábamos, sin perder la concentración ni un sólo segundo.

A raíz de algunos de los problemas con los que veníamos lidiando; como la carencia de una estabilidad económica y la ausencia de una figura paterna en la que apoyarme, la obtención de un buen empleo, ganar mucho dinero, comprar un automóvil de alta gama y una casa en uno de los barrios más privilegiados de la gran ciudad para ofrecer una mejor vida a mi familia se habían vuelto mi mayor deseo desde que tenía uso de razón y eso lo sabía mi madre.

—En serio mamá, si lo hubieras visto —meneé la cabeza, atontado—. Todo el mundo iba en ropa elegante, cochazos...era impresionante. Algún día yo también tendré tanto dinero que tendremos gente trabajando para nosotros —aseguré—. Ya lo verás.

—Me alegra que tengas bien definidos tus objetivos y que quieras triunfar, hijo. Eres un chico muy trabajador y honrado, y siempre estás desviviéndote por nosotros. Lo sé. Y deseo de corazón que lo logres pero —no pude evitar percatarme de que sonaba algo intranquila—, no quiero que pongas el dinero en primer lugar y termines olvidándote de lo que realmente importa. El amor —mencionó, acariciando mi mejilla.

¿El amor? ¿En serio? ¿Acaso el amor podía pagar la escolaridad de mi hermana o podía comprarnos una vivienda y costear las facturas de electricidad, gas, alimentos y demás? No, sencillamente no. Mas el dinero sí. El dinero podía darnos todo eso y mucho más, incluso podía comprar el amor.

—Sé que algún día lo entenderás. Eres un buen chico —añadió, como si intuyera mis pensamientos, sonriendo al pellizcarme la mejilla con ternura—. Por cierto, Alice me contó que anoche trajiste a la señorita Haylie a casa sin saber quién era.

—Ah, sí. No fue nada, mamá. Sólo hice lo que debía hacer.

La mirada de mamá se posó en mí. Había un brillo en ellos, uno especial que se le instalaba cada vez que mi hermana o yo protagonizábamos algún episodio que le llenaba de ternura el corazón.

—Otra persona en una situación como esa podía haberse aprevechado de la pobre y haberle hecho quién sabe qué. Gracias a Dios que se topó contigo.

—¿La pobre? —me reí— Mamá, esa chica no tiene nada de pobre. Sólo mira a tu alrededor.

—Lo sé, hijo. Y no lo decía en ese sentido —después de llenar una jarra con jugo de naranjas del jardín recién exprimidas y de servirme un vaso, añadió— El caso es, que estoy muy orgullosa de ti. No eres como los demás.

<<Ojalá lo fuera, mamá. Ojalá>>

Me terminé el zumo de un trago y pedí más comida.

—Más, por favor —rogué, levantando el plato para que me sirviera un poco más de la ensalada que había preparado para desayunar. Aguacates troceados en dados irregulares con cebolla, tomate, pimiento verde y amarillo previamente picados y que posteriormente mezcló con un buen chorro de aceite de oliva, limón y una pizca de sal.

Delilah sacudió la cabeza, esbozando media sonrisa.

—Pero sólo un poco —puntualizó, sirviéndome—. Sé muy bien que si por ti fuera te la acabarías tú solito.

—Gracias, mamá —mascullé con la boca llena, provocando que ella amagara con darme con el cucharón de madera.

—No hables con la boca llena.

ENCRUCIJADA: Amor o venganza [🔞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora