ENCRUCIJADA: Amor o venganza [🔞]

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Flashback

Narrador omnisciente

50 años atrás

Corría el año 1974 cuando una joven negra de diecisiete años nacida y criada en el seno de una familia pobre entró a trabajar como sirvienta en la casa de una de las familias aristocráticas más destacadas de aquella época en Springfield. Catherine A. Davis, como se llamaba la muchacha, era la hija mayor de Jeffery y Simone Davis, un matrimonio afincado en uno de los suburbios más habitados por la clase obrera negra. Jeffery se ganaba la vida como podía, no tenía un trabajo fijo. Allá donde necesitaran estajistas estaba él, dispuesto a partirse el lomo por sus dos preciosas hijas y su maravillosa esposa.

Jeffery muchas veces se pulía en apuestas todo lo que ganaba de los trabajos mal pagados que conseguía, y en innumerables ocasiones su adicción al juego y al alcohol eran el contencioso que le llevaba a pelearse casi todas las noches con su mujer. Despilfarraba tanto el dinero que Simone se veía obligada a hacer doble turno en el deplorable tugurio de malamuerte en el que servía copas a gente de muy diversa calaña y procedencia con el propósito de llevar pan a su hogar.

Monique era la segunda hija de los Davis, y era cuatro años menor que Catherine. Era una chica bastante inteligente, tanto así que era capaz de resolver problemas matemáticos de cursos superiores. Monique soñaba con ser una gran científica reconocida a nivel mundial. Toda la familia Davis sabía lo importante que era para Monique cumplir su sueño, además, si ella lo lograba, su familia se beneficiaría de sus éxitos. Dejarían de ser pobres, decían mientras cenaban por las noches.

Cuando Jeffery se torció el tobillo en una fábrica de ladrillos mientras labraba, tuvo que pasarse semanas en cama para recuperarse. Sin atención médica por falta de medios, Jeffery comenzó a cojear. Para desplazarse de un punto a otro se apoyaba en unas muletas de madera. Ya no era tan joven, rondaba ya los cincuenta y pocos, y con una pierna inútil, prácticamente nadie quería contratarle. Jeffery cayó en una profunda depresión.

En vista de la situación en casa, Catherine decidió abandonar la escuela para buscar trabajo y apoyar a su madre con los gastos. Al principio los Davis se mostraron reacios a permitir que su hijita sacrificara su futuro por ellos, pero tras reflexionar sobre el tema un par de días y por la determinación e insistencia de la niña, finalmente cedieron. Una profesora que conocía muy bien a los Davis, y por ende su situación, fue quien ayudó a la joven a conseguir empleo en la mansión de una de las familias más respetables y poderosas de la ciudad.

***

Y ahí estaba la joven Catherine, en mitad de un salón tan aristocrático como sus decoraciones. Sus ojos café oscuro escudriñaron maravillados hasta el más ínfimo detalle de aquella impresionante estancia. Los propietarios, y por ende sus patrones, eran nada más y nada menos que James M. y Margaret Dowshon, abogado y médico respectivamente. Los señores Dowshon tenían una única hija, a la que pusieron de nombre Dorothy, como la difunta madre de James M.

Dorothy era la típica niña blanca mimada que obtenía todo lo que quería por ser hija de quien era, pero apesar de eso, se esforzaba por ser buena estudiante. Sus padres le habían dejado bastante claro que debía ser alguien importante como ellos, o de lo contrario no heredaría ni un solo centavo de su gran fortuna.

Dorothy sólo era unos años mayor que Catherine, por lo que rápidamente establecieron un vínculo cercano. Pero eso sí, Catherine no debía olvidar en ningún momento cuál era su lugar en la casa, a fin de cuentas Dorothy era su patrona.

Con el tiempo ambas chicas se volvieron amigas, se contaban todo, no tenían secretos entre ellas.

Dorothy no podía evitar ser una déspota e intransigente, llegando así a herir a su amiga/sirvienta en varias ocasiones, pero aun así, confiaba en ella y la apreciaba. Catherine en cambio no tenía alternativa, debía aguantar, con una sonrisa, todos los tratos y cambios de humor de su amiga/patrona.