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***

Sabía que Nguema necesitaba dormir un poco después del largo viaje que había hecho, por lo que le dejé dormir todo lo que quisiera. No podía ni imaginarme lo duro que debió haber sido para él ver morir a muchos de sus compañeros. No me extrañaría si tuviera pesadillas, no sé yo si podría llevar una vida normal si estuviera en su lugar.

Habían pasado las horas y él continuaba en su cuarto. Llegó el momento de cenar y, por ende, subí con la intención de despertarle yo. Como no le había visto ni oído en todo el día, supuse que seguiría dormido. Agarré el pomo, ejerciendo sobre él la fuerza necesaria, virándolo 45 grados hacia abajo y empujar ligeramente la puerta.

Sin embargo, en el momento preciso en que corrí la hoja de madera, abriéndola por completo —con todo el cuerpo ya dentro—, mis ojos fueron a toparse con una imagen impactante como tentadora. Casi se me escapa un jadeo, pero me cubrí la boca con un movimiento ágil. El escultural cuerpo desnudo de mi amigo se hallaba de espaldas ante mí, ajeno a mi asombro. No pude evitarlo y pequé. Mis ojos me traicionaron recorriendo íntegramente cada porción de su varonil espalda hasta detenerse en sus firmes glúteos. He de reconocer que las cicatrices en su espalda le añadían intriga y cierto atractivo.

¡La virgen!

—Lo siento, lo siento, lo siento —me disculpé enseguida, al mismo tiempo que cerraba con viveza los ojos por inercia, dándome la vuelta de inmediato—. No sabía que... —me interrumpí— Creí que seguirías dormido. Lo lamento.

Me desorienté.

Mis manos vagaron inútilmente por el vacío tratando de alcanzar la salida sin éxito. Abochornada, me cubrí la cara con ambas manos.

Un rubor se extendió por todo mi cuerpo, generando un incremento sorprendente en mi temperatura, erizándome la piel. En ese momento sí que desee que me tragase la tierra. Primero el pequeño "accidente" de hacía unas horas antes y ahora esto.
¿Por casualidad la vida trataba de decirme algo? No lo sabía. Mas si era así, no lograba entender el qué.

Acto seguido, sentí de pronto las firmes manos de Nguema posarse sobre mis hombros, estremeciéndome, al posicionarse a centímetros de mi espalda. Podía detectar su aliento golpeando mi cuello. Los ojos se me abrieron bruscamente al reconocer su tacto en la desnuda piel que dejaba al descubierto mi prenda de vestir con tiras muy finas.

Tragué saliva.

<<¿De verdad acaba de ponerse tan cerca de mí, desnudo?>>

—Tranquila, te puedes girar —la ataraxia de aquellas palabras y la confianza con la que las pronunció me hicieron dudar de mis sentimientos una vez más.

¿Debía hacerle caso? ¿Qué me aseguraba a mí que si me daba la vuelta no estaría apuntándome con su "arma"? ¿Y si intentara besarme, cómo se suponía que debía reaccionar?

Negué con la cabeza.

—¿Qué? ¿Es que ya no confías en mí? —preguntó casi susurrando cerca de mi oído—. Venga, va. Abre los ojos.

Y con su ayuda, me volteé hacia él apartando lentamente las manos de mi rostro. Y al quedar por fin de frente, abrí los ojos.

—¿Lo ves? No estoy desvestido —dijo. Y en efecto, Nguema ahora llevaba ropa: una camiseta negra y un pantalón del mismo color—. La próxima vez llama antes de entrar, ¿vale? —Sonrió.

—Sí, discúlpame. Es que no creí que te hubieras levantado tan pronto.

—Está claro que no sabes que los soldados tenemos el sueño muy ligero. Pero bien, dime, ¿qué necesitas?

ENCRUCIJADA: Amor o venganza [🔞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora