Capitulo 9

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Sarocha sabía que debía mantener su rostro de siempre, el difícil de leer. Pero cada vez se le hacía más complicado. La irritación que sentía por las palabras de esa roja con CHANEL la empujaba a manifestarse.
Qué desfachatez. Qué hipocresía. Un personaje como ella diciendo qué deben hacer los demás con su dinero. Y lo peor, estaba segura de que encantaría, que los lobotomizados de las redes se comerían el numerito y lo harían viral. Qué fácil era llamar la atención cuando eras heredera de Nung.
Aguantó con estoicismo el final de todos los discursos.
Compartió sonrisas falsas con sus compañeros al finalizar.
Salieron en grupo, aunque ella siempre tenía ganas de estar lo más lejos posible de esa panda de potenciales traidores.
Ya en el pasillo, vio a la periodista de Bulos Vendo, también conocida como la cadena de televisión Atxes, coger impulso para llegar a ella antes que nadie. Sarocha no perdía la esperanza de que un día la vería caer. Todo quedaría filmado y la emisaria de Bulos Vendo pasaría a la historia como la periodista esa del meme. Se lo tendría merecido.
-Sarocha, Sarocha -escuchó chillar a la de Bulos Vendo.
Solo con el tono de su voz lograba crisparle los nervios, pero intentó componer una expresión cercana a la amabilidad.
Otros periodistas se habían unido y la tenían rodeada, ya no tenía más opción que responder a las preguntas. Esta vez serían pocas; hoy tenía unas ganas intensas de encerrarse
sola en la oficina.
En la periferia, vio que el presidente de su partido también tenía periodistas a su alrededor. Un problema menos: el ego de Juan quedaba a salvo otro día más.
Sarocha, hoy habló de caballos de Troya, dijo que ya están entre nosotros, ¿a qué estaba haciendo referencia? ¿O a quién? —preguntó la de Bulos Vendo.
Creo que es evidente el deterioro de nuestras instituciones desde dentro. Cómo ya no se persigue el bien mayor de la Patria, sino que se siguen agendas de grupos específicos. Si llegas a la sede de la voluntad popular solo persiguiendo los objetivos de tu grupo, en mi libro eso cuenta como Caballo de Troya.
¿Pero no es también lo que hace Frente por la Patria o cualquier otro grupo parlamentario?
Creo que las diferencias son evidentes. Llegamos al Congreso con nuestro país como objetivo. La mejora de todos, no de unos en detrimento de otros.
Sarocha empezó a abrirse paso hacia el ascensor, pero los periodistas, curtidos en el arte de la caza tanto como los políticos en el arte de la huida, se movieron a su mismo compás.
-Sarocha, ¿el vínculo de Rebecca Armstrong con personas supuestamente cercanas al régimen ruso es algo que debe ser investigado? -preguntó otro de los periodistas.
Sintió como una pequeña victoria el cambio de discurso. Ya no era "mafia rusa", ahora era "el régimen ruso". En ocasiones, el juego era tan fácil que se aburría.
—Hay informaciones que nos preocupan, pero debemos ser prudentes al vertir opiniones. Hasta ahora, la persona involucrada se ha negado a dar explicaciones a pesar de tener numerosas ocasiones para ello. Por qué, si no hay nada que ocultar, se niega a despejar toda duda, es algo que muchos ciudadanos no entienden. Pueden estar seguros de que Frente por la Patria siempre velará por nuestra democracia.
Hasta luego.
Esta vez sí avanzó con decisión hacia el ascensor que se abría a poca distancia. Vio a Charlotte y otros miembros del partido seguirle los pasos, pero no se detuvo. Entró con rapidez en el ascensor, temiendo que los periodistas volvieran a interrogarla, pero una sensación de alarma le hizo mirar al fondo con rapidez.
Y allí, recostada como si fuese la barra del bar desde la que se ve la vida pasar, estaba Rebecca. Por un instante, Sarocha se paralizó, el tiempo que le tomó desprenderse del brillo burlón y pendenciero de los ojos de Rebecca.
Fue consciente de que los periodistas continuaban filmando.
Siguió avanzando hasta el fondo para dar espacio a los que venían detrás. La presión de los otros cuerpos la colocó muy cerca de Rebecca, tanto que no le quedó más alternativa que saludar con un deslucido movimiento de cabeza.
—Diputada —respondió con burla su ex.
Se giró, al menos así no tendría que estar mirando la insolencia de una mujer que parecía creada para ponerle los
nervios de punta.
—¿Qué tal hoy? La primera vez siempre impresiona
mucho,
¿cierto?
Sarocha no podía creer lo que estaba escuchando. Charlotte, nada más y nada menos que Charlotte, se atrevía a hablar con Rebecca como si tuviera derecho a ello.
Sí, al inicio un poco, pero al final me relajé.
Me alegro.
¿Se conocían? ¿De dónde? ¿Fueron..? No, no, no, eso era impensable. Si Charlotte fuese capaz de poner un solo dedo sobre Rebecca, ya podía ir preparando el ataúd de su carrera política.
Una rabia distinta, una rabia que no sentía hacía mucho, encontró acomodo fácil por su cuerpo. Saludó a los poderosos tentáculos de los celos, un viejo monstruo que creía encerrado para siempre.
A su pesar, se irguió con la actitud de un animal protegiendo su territorio. Vio pasar una sombra de reconocimiento por los ojos de Charlotte, pero antes de que el miedo a compartir
su secreto se posara sobre sí, lo sintió.
Fue un roce suave, casi fantasma, pero la piel de Sarocha estaba tan conectada a la piel de Rebecca, que al instante lo identificó.
Eligió pensar que no fue un azar, decidió que era un acto intencional. Se permitió que una sensación maravillosa la invadiera, que un vértigo que nada tenía que ver con el descenso se extendiera en su interior.
El ascensor paró y la magia se evaporó. Sarocha salió disparada sin mirar atrás, con el corazón acelerado y la oscura certeza de que una parte de ella siempre pertenecería a otra, que una parte de ella siempre se revelaría al control.
En ese instante, un temor más acuciante aceleró sus pasos,
¿sería capaz de resistir si venían a reclamar ese pedazo de sí?

No puedo odiarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora