Capítulo 42

4 0 0
                                    

 Mi padre, Marcus Algerian, era muy joven cuando la guerra en la tierra se propagó. Con solo trece años, pudo ver como las naciones de aristócratas y pueblo siempre estuvieron en disputas y contiendas, aunque nadie sabía por qué.

 Con su personalidad optimista y soñadora, Marcus se dedicó a buscar por años el origen de las naciones y de aquella guerra. La información que encontraba poco a poco lo llevó hasta las historias de la tierra y la magia. Descubrió que antiguamente la magia fue una de las causantes de la separación entre ambas clases, ya que los humanos no fueron capaces de entender tal poder, por lo que la tierra decidió eliminarla totalmente. Sin embargo, a pesar de eso, las guerras no cesaron. Siguió indagando hasta convencerse de que la única manera de ponerle un alto a la guerra era por medio de la magia. Necesitaba un poder más grande que el que tenían ambos bandos para poder buscar el equilibrio. Al menos si él quería detenerla, con su propia fuerza no iba a ser capaz de acabar algo tan grande.

 En esos años, no solo estuvo estudiando sobre la magia, sino que también estuvo en múltiples batallas. Observó la muerte en miles de personas y seres queridos, lo que lo impulsó a proponerse a sí mismo acabar con todo.

 Decidió venir a este lugar, muy apartado en el bosque, para luego crear el santuario, que lo llamó Venetia. Aquí estuvo meditando y preguntándose de qué manera podría comunicarse con la tierra. Estuvo un par de años buscando en antiguas tribus del bosque, hasta que encontró un hechizo antiguo, el cual repitió y repitió por largos días y años. Hasta que un día, la tierra cansada de escucharlo, apareció frente a él es una especie de luz que cambiaba de color.

 —¿Podrías dejar de hacer ese hechizo?— le dijo— ¿no sabes que las palabras que estás pronunciando son sagradas?—

 Marcus dio un sobresalto asustado y algo confundido, miró la extraña luz y el poder que emanaba. Al darse cuenta que era la tierra y se arrodilló en señal de respeto.

 —Lamento ofenderla de esa manera, pero era la única manera que encontré para comunicarme con usted—

 La tierra lo miró con interéz. Nunca nadie había intentado llamarla después de que selló la magia de los humanos y se caracterizaba por tener una enorme curiosidad, así que decidió al menos escuchar qué quería.

 —Muy bien, estoy aquí ¿Qué quieres?—

 —Si es muy imprudente de mi parte, quiero darle disculpas de antemano, pero debo pedirle algo...— dijo Marcus tragando saliva— necesito que me preste su poder.

 La tierra perpleja no podía creer que un hombre como él, un joven de apenas veinte años, incrédulo y con un toque de un infantil optimismo, estaba dispuesto a pedirle algo así. Pensarlo la hizo comenzar a reír a carcajadas.

 —¿De verdad creíste que volvería a darle magia a los humanos?— dijo la tierra cruzando los brazos— mi respuesta es no.  

 —No pido que nos devuelva la magia, solamente quiero que me de un poco para ponerle fin a esta guerra— explicó Marcus—No soporto más ver a los pueblos matarse sin sentido. Esto debe acabar.

 La tierra se sorprendió aún más. No era posible que un humano fuera y le pidiera cosa semejante. Ella sabía perfectamente que los humanos eran codiciosos y orgullosos. Deseaban siempre tener más y por esa misma razón iniciaron guerras y habían provocado que la tierra dejara de darles su poder. Sin embargo, nuevamente sus palabras le causaron curiosidad.

 —¿Me estás diciendo que me estás pidiendo solo una pequeña parte de mi magia? ¿No viniste aquí a pedir que todo tu ejercito tenga magia?—

 —No, mi señora. No deseo que todos tengan magia. Sé que nosotros los humanos somos egoístas y nos olvidamos fácilmente de las cosas buenas. Sé que yo también podría hacerlo. Pero de algo estoy seguro y es que no puedo detener esta guerra solo. Ellos necesitan a alguien fuerte que los aliente y que llame a la paz. Para eso necesito ayuda y estoy dispuesto a humillarme lo que fuera necesario para poder hacerlo.

El reino de la magia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora