Abrieron la puerta y vieron un pasillo largo, iluminado con los mismos cristales que habían visto en la habitación anterior. Las paredes tenían inscripciones de escritura que ni Annika ni Evan entendía. Él dedujo que era de la época antigua, cuando se fundó Browallia hace dos milenios atrás.
Subieron escaleras y entraron a distintos tipos de salones, todos llenos de esqueletos, arañas, tela de arañas y más escrituras que no entendían. Llegaron a un cuarto en la profundidad del lugar, hasta una entrada con una puerta doble. Intentaron abrirla, pero no pudieron, como si estuviera completamente bloqueada. Annika vio un pequeño agujero en el centro de la puerta. Se sacó el collar y colocó la gema en él. La gema brilló y la puerta hizo un crujido. Poco a poco las puertas se abrieron. Detrás de ella había una escalera en espiral.
—Realmente esto parece un laberinto sin fin. No sé si lograremos encontrar el camino de vuelta— Bromeó Evan.
— ¿Ya te cansaste?—
—Por supuesto que no—
Ambos comenzaron a subir por interminables escaleras girando una y otra vez.
Annika intentaba no pensar en la visión que había tenido, pero realmente estaba preocupada. Se dio cuenta de que cada vez faltaba menos para que todo se revelara. De que Taro se diera cuenta quienes eran ellos. Sabría su nombre, reconocería su cara y la de todos. Lucharía y haría todo lo posible para matarlos y quitarle las gemas. El tiempo estaba cerca y si ellos no actuaban primero, Taro lo haría.
De pronto, pudieron ver el final de la escalera. Annika fue la primera en entrar. Ambos se maravillaron al ver la habitación. Era una cúpula oscura, estaba iluminada con diminutos cristales rosa pálido y celeste por toda la cúpula hasta el suelo. Ambos miraban hacia el techo. Evan levantó la mano y se puso en la punta de sus pies, hasta que pudo tocar con la yema de sus dedos un cristal en la parte más alta de la cúpula.
—Es hermoso— Dijo Annika— tiene el color de las gemas de Gill y Nova.
—Mira ahí—
Cerca de la pared había una especie de mesa de piedra con un libro arriba. Ambos se acercaron y observaron. La tapadura era muy parecida al libro de magia que Annika tenía, solamente que este era azul y tenía pequeños detalles antiguos. Las hojas estaban gastadas y viejas, pero estaba en perfecto estado.
—Este debe ser uno de los libros que mi padre mencionó en su libreta— dijo Annika pasando la mano por la tapadura.
Lo tomó, y en el momento que lo sacó, una esfera de cristal transparente apareció en la roca de piedra. Giraba lentamente y parecía que estaba flotando.
— ¿Habías visto alguna vez esto?— preguntó Evan.
— No, es la primera vez—
Annika puso la mano encima de la esfera y de pronto todos los cristales cambiaron de color, proyectando una imagen y una voz se escuchó.
—Mi hombre es Annika— escucharon la voz de una niña.
—Saluda, Keith—
Annika sintió vértigo en el estómago. Miró la imagen que se proyectaba en los cristales. Se podía ver a un pequeño chico de cabello castaño ojos azules, vestido formalmente al lado de sus padres. Estiró la mano hacia al frente.
—Soy Keith, mucho gusto—
—Es... es el día que conocí a Keith— Dijo Annika— Pero... éramos unos niños. Apenas habíamos cumplido los seis años.
Dio un paso hacia delante para acercarse a la imagen, sacando la mano de la esfera, pero la imagen desapareció, volviendo al color celeste y rosa de los cristales.
ESTÁS LEYENDO
El reino de la magia.
FantastikAnnika Tisdale es una aristócrata del país Browallia. Ella vivía una vida normal en la ciudad capital Sockro, en donde ella y su mejor amigo Keith, el hijo del rey, eran inseparables. Cuando una noche de año nuevo un tirano llamado Taro Algerian tom...