Capítulo 31

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 Taro era un hombre con demasiados cambios de humor, según lo que Amaya había observado. Era excéntrico y completamente manipulador. No le sorprendía que todos los que lo rodaban quisieran obedecerlo sin objetar, incluso ella.

 Luego del ataque en el baile de las máscaras, él había estado extrañamente feliz y relajado, moviendo y organizando tropas para mantener a Sockro bajo su control.

 Los rebeldes lucharon para poder resistir, pero estaban en una enorme desventaja, ya que Noridia, Sael, Erios y Oriana le habían dicho a Taro todas las estrategias que utilizarían esa noche, incluyendo la infiltración y liberación de los rehenes en el palacio Ebrima. Taro creyó prudente que el gobernador fuera liberado en esa ocasión, para que la estrategia de ataque fuera creíble y de esa forma engañar a los líderes. Sin embargo, no esperó que el gobernador desaparecería luego de la fiesta. No tenía información sobre su paradero, por lo que su paciencia se agotaba. Estaba desesperado por encontrar a Annika Tisdale y a los demás portadores, además de Ruel Harrington.

 No estaba seguro si habían muerto en la explosión, pero no descansaría hasta encontrar todas las gemas y romper el hechizo que Hana había puesto sobre él hace dos mil años.

 Los últimos días, Taro había estado presionando a todos desde su oficina, gritando y dando instrucciones a los generales de alto rango. Al único que trataba mejor era a Roman y a tres generales que estuvieron en la batalla, los cuales Amaya no sabía sus nombres. Los cuatro habían hecho un trabajo increíble controlando la ciudad, el Límite y los centros de tortura. Ahora, se preparaban para crear estrategias para invadir las ciudades externas y encontrar a los portadores.

 En esos días, Amaya no descansaba ningún segundo junto a Ayumi, ya que ambas estaban practicando magia. Taro era tan exigente que Amaya había aprendido magia física en solo dos semanas. En los dos meses que habían transcurrido, aprendió cada hechizo, posición de manos y movimientos que debía hacer para utilizar magia mental y del alma que Taro le enseñaba junto a Ayumi. Sin embargo, si ni siquiera Ayumi podía dominar ni una pizca de lo que era la magia del alma, Amaya por más que se esforzara, nunca avanzaría si la gema no la escogía. Al parecer ese seguiría siendo el muro que detendría a Amaya tanto en los rebeldes como en los militares.

 Ese día en particular, estaban entrenando junto a Ayumi. La estaba presionando, ya que al solo utilizar magia física, se cansaría mucho más rápido que cualquiera de los otros portadores, siempre estaría en desventaja, por lo que debería aprender a utilizar la magia física a su favor. Esto requería un trabajo descomunal para poder utilizar pequeñas cantidades de magia y lograr luchar.

 Ayumi la golpeaba y derrotaba una y otra vez, esperando a que cada día se fortaleciera lo más rápido posible. Era frustrante, pero no iba a dar marcha atrás.

 Recibió un último golpe, el cual fue tan fuerte que, una vez intentó ponerse de pie, ni siquiera pudo sujetar el cuerpo con sus manos o piernas. Se quedó quiera boca abajo, jadeando y sudando. Sentía que si respiraba más profundo un pulmón explotaría y moriría.

 —De pie— ordenó Ayumi cruzando sus brazos.

 —No... pue... do— Dijo Amaya sin poder respirar.

 Ayumi dio un largo suspiro de frustración. Odiaba a los soldados débiles.

 —Quizás es por ese motivo que la gema no te ha elegido. Eres débil y egoísta. Solo piensas en ti misma— Dijo Ayumi acercándose a ella.

 La tomó de un brazo y con violencia la levantó con un solo movimiento. Amaya volvió a caer al piso de rodillas, sin poder sostenerse.

 — ¡Levántate!— Gritó Ayumi.

El reino de la magia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora