Narra Alicia
Había oscuridad.
Algo dolía.
Algo ardía.
Algo amordazaba mi boca.
Mis ojos no podían abrirse. No del todo. No lo suficiente.
Tenía un sabor metálico nadando por mi lengua, el costado del cuerpo molido a golpes, una sensación ardiente en la pierna, como si un trozo de mi carne hubiera sido desgarrado.
Mis pies también estaban atados.
Mis manos sujetas en una cuerda rasposa.
Todo dolía.
Todo escocía.
Iba a vomitar... pero no podía, esa estupida mordaza me lo impedía.
Intenté abrir los ojos. Intenté respirar... pero volví a caer desmayada.
Una bota se estrelló en mis costillas con fuerza.Me retorcí de dolor en el suelo, soltando un grito que fue amortiguado por la mordaza. Aterrizó justo donde dolía, justo en el mismo lugar donde mis captores me habían molido a golpes para dejarme inconsciente.
Debía estar llena de hematomas y rasguños. Cortadas y sangre.
Una segunda bota le siguió, enterrándose en la herida de mi pierna que ardía.
Grité pero fue una súplica muda.
—Tenía tantas ganas de hacer eso—río una voz de hombre.
Intenté abrir los ojos pero... era imposible.
Me tomaron del cabello con fuerza tirando hacia arriba y volviendo a estrellarme la cabeza contra el suelo.
El golpe fue aturdidor. Todo daba vueltas. Todo... me superaba.
Iba a volver a desmayarme.
—Y yo tenía ganas de eso—era una voz femenina.
El hombre soltó un gruñido.