Narra OliviaMi nombre es Olivia Harvy y soy la princesa real de un reino en guerra que necesita mi matrimonio para formar alianzas y abrir tratos comerciales.
Mi pueblo tiene hambre y miedo.
Desde la cuna he sabido que mi obligación es casarme por meros fines políticos. Es mi responsabilidad. Es mi deber. Pero también hay algo en el fondo de mis entrañas que me dice que estoy destinada a algo más. Sé que las habilidades que tengo son completamente escasas y que mis sentidos de supervivencia no están ni medianamente desarrollados, pero debe haber algo más. No puedo estar destinada a algo tan simple como ser el adorno de un rey cruel.
Durante toda mi vida he hecho lo que mi madre me ha pedido. Si ella dice camina, lo hago. Si me pide que salte, salto. Si me ruega que me detenga, mis pies frenan. He sido su muñeca, su reflejo y el jabón con el que ella intentó limpiar lo que hizo en el pasado.
Pero esta no es mi vida.
¡Debe haber más que solo esto!
Y cuando la desesperación anidó en mi pecho, verdaderamente me creí dispuesta a morir por la causa.
Por eso salté.
Porque Erick jamás me escucharía. Jamás me entendería. Jamás me dejaría buscar ese algo.
Por eso Archibald se fue.
Por eso yo también lo haría.
Después de que Maisie terminara de limpiar mis heridas le pedí que me llevara a ver al señor Craig para disculparme por lo sucedido. Lo encontré con la ropa ya seca, intentando librarse de las mujeres del servicio que querían limpiar los rasguños que yo le había hecho durante su rescate.
—¿Qué hace de pie, su alteza? debería estar descansando—me regañó con una ceja alzada cuando me miró llegar.
Lo miré apenada, moviendo los dedos en mi regazo.
—Venía a disculparme por lo sucedido—susurré con algo de vergüenza en las mejillas.
De todos los gestos que esperaba recibir por su parte, me sorprendió que me diera una sonrisa radiante.
—No se preocupe.
—Claro que lo hago. En mis planes no estaba involucrar su vida.
Julian asintió.
—Llevo once años viviendo en altamar. Le sorprendería la cantidad de veces que he saltado para rescatar a alguien.
Se me formó un nudo en la garganta.
Después de luchar un poco más con las mujeres, logró que se fueran y lo dejaran en paz. Estábamos dentro de lo que parecía ser su oficina, pero para guardarme respeto mantuvo la puerta abierta para que cualquiera que pasara notara que sólo estábamos charlando.