Capítulo 25: Atrapado.

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Él estaba dentro de mí

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Él estaba dentro de mí.

Me poseía.

Si me movía tan siquiera un poco podía sentir el miembro hinchado palpitando en mi interior.

—Eres mía—rugió en mi cara.

Había sido así toda la noche.

En muchas posiciones.

De muchas maneras.

Y aquella promesa de hacer el amor se esfumó cuando sus instintos más bajos salieron a la luz entre sus deseos.

—Soy tuya—apenas me salió la voz. Tenía la garganta rasposa después de gritar toda la madrugada.

Volvió a moverse.

Me estaba torturando.

—Por favor—imploré.

—¿Por favor, que?—estaba jugando conmigo y me encantaba que lo hiciera.

—Hazme venir.

Sonrió ante mi súplica y el movimiento se volvió desenfrenado, demoledor y desesperante. Me arrancaba gemidos exhaustos, deseosos y yo, aún abrazada a su cuello, exploté contra su pecho firme y sudoroso.

Cayó exhausto en mi pecho.

—Podría hacer esto siempre.

—Me he dado cuenta—solté con burla y el río con su voz ronca teñida de excitación.

Seguía dentro de mí.

—Aún no termino de celebrar que vayas a quedarte conmigo—sus ojos estaban llenos de una chispa que me calentaba el corazón.

Sonreí con ternura.

—Toda la vida.

Su mano acarició mi mejilla.

—¿Ves cómo sí logré enamorarte?

Le di un golpe para borrar su gesto engreído. Ambos reímos aún abrazados.

—Voy a cuidarte siempre—prometió—. En esta vida y en la que viene, estemos cerca o lejos, y si en algún momento dudas de quedarte conmigo haré de todo lo que esté en mis manos para recordarte el camino de regreso a mi lado. Soy tuyo, Alicia.

—¿Mío?—alcé mi boca para recibir un beso.

—Todo tuyo—repitió—. Pero si en algún momento perdemos el rumbo júrame que verás la luna y te acordarás a mí.

—¿La luna?

Volvió a besarme.

—Sí, porque al alzar la vista al cielo veremos la misma luna y eso nos unirá.

Lo decía con miedo, como si temiera que fuera a escurrirme de sus manos.

Le tomé las mejillas y se las acaricié.

A Merced Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora