Narra Alicia
Mientras ayudaba a Maisie a arreglarse el cabello pensé en mi familia y en la probabilidad de morir en ese castillo si aquello no salía como esperábamos. Pensé en mis hermanas; en la sonrisa de Aline y la perspicacia de Akira. Recordé a madre detrás del servicio acomodando las arrugas de la alfombra o los cuadros mal acomodados, buscando siempre la perfección en todo. También pensé en padre, con su olor a pipa y su cabellera blanquecina, y me entró nostalgia.
Los extrañaba.
Deseaba darles un abrazo.
Pero Erick no me dejaría ir a verlos, estaba rehacio a tan siquiera escucharme decirlo.
Yo era suya, y la cuestión era, ¿aún quería escapar?
Si se me hubiera puesto, bien pude haber tomado un bote e irme, escabullirme y hacer algo semejante a lo que había hecho Olivia; huir tan lejos que jamás me encontraría ni me podría tener de vuelta, pero tan solo pensar en eso me hacía sentir un nudo en la garganta.
¿Qué era eso?
¿Por qué me sentía así?
No lo sabía, pero mientras averiguaba de qué iba, me concentraría en ayudar al pueblo y sanar esa necesidad que había en mi pecho de curarle las heridas a esa nación.
Últimamente había un conjunto de emociones nuevos que le hacían dar vueltas a mi estomago, me erizaban la piel, me cortaban la respiración y me desestabilizaban. Era como tener una persona que surgía del fondo de mis entrañas.
Maisie no lo dijo en voz alta pero la miré un poco nerviosa.
Yo ya estaba lista. Primero nos habíamos concentrado en prepararme y después en prepararla a ella. Oficialmente no teníamos doncellas, y si íbamos a estar unos días ahí, sería necesario pedirle un par a Erick.
Le sonreí con ternura y apreté su hombro con consuelo.
Se veía fuerte. Esa valentía que demostró para prestarse a esa situación tan descabellada y arriesgada me había hecho sentir el fuego que nacía en sus entrañas. Maisie vibraba, había nacido para ser algo más que una simple doncella y eso lo supe en el momento que no dudó en convencer a Erick de aquello.
—Lo harás bien. Solo sonríe, sé amable y no hables mucho, a menos que te hablen directamente. Y si tienes algún problema en la mesa, voltea a verme y yo te ayudaré.
Sus ojos deslumbraron.
—Muchas gracias, mi reina.
Eso me calentaba el pecho.
—No hay que agradecer, solo... no le hagas caso a Erick. Es impulsivo y explosivo—advertí.
—Lo sé—asintió—. En el palacio algunos le tienen miedo.
Y no me sorprendía, a veces lograba ser muy gruñón.
—Tiene un buen corazón dentro de todo lo que aparenta.
Últimamente solo pensaba en eso y lo justificaba en base a ese argumento, aún cuando no sabía si era lo correcto.
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