Capítulo 8: El cuadro del Rey

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Narra Alicia

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Narra Alicia

—Cuéntame más.

Jamás había visto los ojos de Dalila brillar de esa manera.

—Nunca creí escucharte pedir que te contara más sobre algo.

Ella se encogió de hombros.

—Sí hay caos en la familia real, me gusta ser la primera en enterarme. ¡Debió ser grandioso mirar la discusión en primera persona!

—Incómodo, diría yo.

Asintió mientras terminaba su desayuno.

—Lo dices porque apenas estás comenzando a desenvolverte aquí. Pronto disfrutarás las discusiones tanto como yo.

—¿Y terminar fumando con los guardias para no perder la cabeza?, Paso.

Estábamos sentadas en mi habitación iniciando el día con buena comida. El desayuno que nos sirvieron esa vez me recordó mucho a casa: panqueques y fruta fresca. Eso era lo que mi hermana Aline pedía todos los días y sus deseos eran órdenes.

—Los guardias son simpáticos y muuuy atractivos.

Levantó las cejas juguetona.

—Esta mañana estás de muy buen humor.

Asintió llevándose una fruta a la boca.

—Escuché que Charon tomó sus cosas y se fue.

Me quedé congelada con el cubierto a medio camino hacia mi boca.

—¿Qué?

Su sonrisa creció más.

—No sé que habrás hecho, pero sea lo que sea, lo hiciste muy bien—alzó las cejas juguetona.

—Yo no hice nada—comencé a negar con la cabeza.

¿O sí?

Erick se había portado amable conmigo y me había tenido tan cerca suyo que casi olvido la regla de oro de mantener mi virtud intacta.

Mis mejillas se volvieron a encender con el recuerdo de su cuerpo.

—Ese no es el rostro de alguien que no hizo nada—se burló.

—Solo charlamos y fue muy atento.

Y guapo.

Delirantemente guapo.

—Los hombres Harvy no son amables por gusto. Tienen encanto. Sus ojos hipnotizan, y te lo digo por experiencia.

De pronto una duda me comenzó a rondar por la cabeza. Cómo todo el tiempo. Y Dalila, que ya estaba aprendiendo a leerme el rostro, solo asintió sabiendo que la llenaría de preguntas:

—¿Cómo conociste a tu príncipe?

Sus ojos cambiaron de brillo. Pasaron a ser de un tono triste que se combinó con nostalgia.

A Merced Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora