Narra Alicia
No pude dormir.
Una parte de mí pensaba que Erick terminaría su reunión en cualquier momento e iría a mi habitación tal y como lo había prometido.
Estaba nerviosa.
Y más por la conversación que había tenido con Lord Liam y su afán de repetirme en varias ocasiones que yo iba a cambiar el rumbo del país. ¿Quién pensaba eso?, ¿donde lo había escuchado?
Me temblaban los dedos.
Entre mis pensamientos también atacó la idea de que ya llevaba varios días en el castillo y no había rastro de mi familia o el rey Abraham.
¿No me estaban buscando?
¿Me darían por muerta?
¿Por qué no iban por mi?
La melancolía fue como un abrazo silencioso que me permitió ser débil por unos cuantos minutos. Se me metió en el pecho como una garra de uñas largas, estrujó mi corazón y me sacó unas cuantas lagrimas.
Estaba cuidando mi virtud para escapar de ese lugar y tener una oportunidad de retomar mi vida. Luchaba contra mis deseos y mis impulsos carnales. Tomaba de los cuernos al demonio de mis ganas y me repetía que Erick, en todo su papel del rey conquistador, no iba a ser más fuerte que yo.
¿Pero qué pasaba si ellos no venían por mí?
¿Sería suya por toda la eternidad?
Negué lentamente.
Jamás podría vivir en ese castillo lleno de hipocresía, secretos y fantasmas. Pronto, terminaría perdiendo la cabeza o fumando junto con Dalila y los guardias.
¿Entonces tendría que retomar mi plan de escapar?
Un nudo de me incrustó en la garganta tras ese pensamiento.
Tenía un mapa del país, una mochila con remedios medicinales, un cuchillo, algo de cuerda y... a Dalila. Si me organizaba quizás pudiera volver con mi familia, abrazar a mis hermanas y consolarme en los brazos de mi madre. Sí, necesitaba que mi madre me abrazara con su seguridad y su amor. Quería dejar de sentirme en peligro y a la defensiva.
Quería volver a donde nadie me recordaba que no era bien recibida y me veneraban por mi compromiso y mi nacimiento.
Es complicado eso, ¿no?