06.

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Voy por mi segunda birra, estoy sentada en una de las mesas más cercanas a la barra escuchando como Benja, el dueño del bar, toca algo de jazz en el escenario. Hoy había decidido tener el local cerrado al público porque mañana hay un evento y necesitaba preparar todo. Tranquilamente podría haber abierto y tener todo listo igual, pero Benja es tan capricornio que duele.

—Mozo, traeme otra —le grito a mi hermano cuando lo veo pasar. Él me hace montonsito con la mano y se acerca.

—¿Cuántas te vas tomando, pendeja?

—No sabía que habían policías acá... —respondo terminándome el último sorbo.

—Por lo menos esperá a tu amigo, emoción —dice yendo a llenar otra pinta para mí, así que sonrío.

—Nah, no creo que venga —miro el celu y no tengo ni mensajes, ni nada nuevo.

Y como si lo hubiésemos invocado me llega un WhatsApp de Guido.

"Che, estoy afuera pero está cerrado qué onda jaja"

"Bancame"

Me levanto y es tan de golpe que me tambaleo un poquito, mi hermano se me ríe y lo ignoro, cruzando el salón hasta la puerta. La destrabo y cuando abro un vientito un poco frío al que me había desacostumbrado me pega en la cara hasta que el cuerpo de Guido se interpone. Tiene los lentes negros, el pelo atado con rizos sueltos a los costados de la cara y un pantalón de tela militar con una musculosa negra. Mis ojos se desvían a sus brazos y percibo que los de él a mis tetas a pesar de que los lentes negros no me dejan confirmarlo. Jaque mate.

—Mis ojos están acá —digo, burlona.

—Si, lo mismo digo —responde en el mismo tono. Sonrío arrugando la nariz y achicando los ojos, haciéndome a un lado para dejarlo entrar.

—¿Está cerrado entonces? —me pregunta mientras vuelvo a cerrar. Cuando me giro lo veo mirando el bar ya sin los lentes, y su vista se frena en el escenario chiquito donde Benja terminaba de dar unos últimos ensayos.

—Sí y no. Mañana hay un evento y el dueño —señalo a Benja— quiere terminar de dejar todo perfecto... si no es lo que esperabas y te querés ir--

—Estás vos, imposible que me vaya o me aburra —me interrumpe sonriendo.

—¿Ya arrancamos con el chamuyo? Vení, bombón, entonces —digo aguantandome la risa y él se carcajea. Lo llevo de la mano por el salón hasta la barra donde mi hermano está acomodando copas. —Leo, llegó mi amigo.

Mi hermano saca la vista de la copa y me mira para después mirar a Guido.

—Eh, capo, ¿cómo va? —lo saluda Leo sonriendo y se dan las manos en ese típico saludo masculino.

—Todo bien, ¿vos? Che, que lindo este lugar, me gusta —comenta Guido asintiendo y apoyando el codo en la barra mientras mira a su alrededor. —Esta tremendo.

—Es una bomba, ahora no hay nadie pero cuando abrimos explota.

—Sí, bueno, danos dos birras —me meto, impaciente.

—Guarda que esta se tomó como cinco ya —le advierte mi hermano a Guido, y este último me mira con una ceja enarcada.

—Apa.

—Que flasheas, tarado, fueron cuatro.

—Me cago en la diferencia.

Nos dio las birras y tomamos un par de sorbos.

—Vení, vamos a sentarnos y me contás qué onda esa joda. ¿Muchas rubias tetonas? —pregunto levantando las cejas y él se ríe.

—Varias...

tarde .guido sardelli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora