18.

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Con Guido pasamos casi una semana completa sin separarnos; él tiene unos cuántos días de descanso antes de seguir los shows, aunque trato de no pensar en lo difícil que va a ser para mí tenerlo lejos cuando retome, sobretodo ahora que pasamos casi todos los días juntos.

Mientras hago dibujos en un cuaderno que traje de casa antes de que Guido casi me obligara a venir hace dos días a estar con él, lo escucho tocar varios acordes en la guitarra acústica, seguramente componiendo temas nuevos. Cada uno esta sumido en lo suyo y eso es una de las cosas que me gusta de pasar tiempo con él. Compartimos cosas diferentes, pero juntos. Me gusta escucharlo tocar, tararear letras, anotar, tachar, el gestito de festejo que hace cuando queda conforme con lo que hizo. Me gusta observarlo sin que lo sepa y descubrir cosas nuevas de él.

-¿En qué pensas? -le pregunto cuando dejo de escucharlo un rato y al levantar la mirada lo veo pensativo.

-Nada, me colgué -dice riéndose.

-¿Seguro? -me levanto del almohadón en el que estoy sentada en el suelo frente a la mesita del living, y voy hacia él que está en el sillón. Guido levanta la cabeza y me mira.

-Seguro, hermosa.

Entorno los ojos y lo miro sospechosamente, exagerando el gesto apropósito y logrando que se ría.

-¿Qué haces, payasa? -me pregunta haciendo montonsito entre risas.

-Te analizo -respondo manteniéndome en mi papel de seria pero siento que las comisuras de mis labios me delatan bastante cuando se curvan reteniendo una risa. Guido levanta las cejas y deja la guitarra a un costado, liberando sus brazos para atraparme entre ellos y rodearme el cuerpo. Al estar él sentado y yo parada, su cara queda a la altura de mi abdomen en el cual apoya el mentón mientras levanta la cara para poder mirarme.

-¿Y qué es lo que analizas?

Llevo mis manos a cada lado de sus sienes, peinando dos mechones de rulos atrás de sus orejas.

-Eso es secreto profesional, como psicóloga no puedo decirlo -digo sonriendo. Guido se ríe y siento su risa vibrar en la boca de mi estómago como cosquillas.

-¿Entonces sos mi psicóloga?

-Ajám... -murmuro mientras sigo peinandolo con los dedos. Tiene el pelo suave, parece enredado a la vista pero es solamente la falsa impresión que dan la mezcla de rulos y ondas.

-Uf.

-¿Qué? -pregunto enarcando una ceja y lo veo sonreír con picardía.

-No me hagas pensarte como mi psicóloga, teniendo una sesión, porque uf... me vas a matar así -dice y suelta un suspiro largo. Dejo salir una risa alegre, teñida de diversión.

-Diagnóstico: calentón -le digo en joda y dejo un beso en su frente.

-Por vos sí, mamu -responde en tono guaso y me palmea la cola.

Suelto una carcajada, agarrada de sus hombros, y él igual. Sin querer me tropiezo con sus rodillas y me sostiene antes de que me caiga encima suyo, de modo que quedo sentada en sus piernas.

-Me vas a tirar -le digo, riéndome y sin soltarlo. No quiero alejarme.

-¿Qué me echas la culpa si te tropezaste sola? -pregunta burlón y se muerde el labio, negando con la cabeza.

-Mentira, vos me empujaste -lo contradigo y le muerdo suavecito el cachete. Guido suelta una queja y arruga la nariz. Intento volver a hacerlo, entre risas por sus caras y su intento de alejarse, y forcejeamos. -Vení dale, no te voy a hacer nada, quiero darte un beso.

tarde .guido sardelli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora