Guido y yo seguimos hablando un ratito afuera, abrazados porque ninguno tiene abrigo y es la única forma de que nos mantengamos estables en ese clima de la noche porteña. Y bueno, también usamos eso un poco de excusa, o al menos yo.
-¿Por qué no vas a tu casa a dormir? -le digo después de verlo bostezar ya un par de veces. -Debes estar agotado.
-Sí, qué se yo, ¿y vos? -pregunta manteniendo sus brazos a mi alrededor. Sin dudas, me encantan.
-Yo voy a esperar que termine la joda y seguramente le pida a Benja quedarme por esta noche acá, no quiero ir a casa.
-¿Vivís con tu hermano?
-Ajám...
-Igual estás loca, esta jodita puede seguir hasta mañana al mediodía y más si está Pato ahí adentro -dice Guido y me hace reír.
-Esperaré, que va a ser.
-Vení a casa.
Su propuesta me toma desprevenida y él sonríe, dándome un beso en la frente con los labios fríos.
-No, deja de hinchar, me quedo acá -me niego, no quiero molestar.
-Deja de hinchar vos, boluda, quiero que vengas a casa. ¿O te agarra la timidez ahora de dormir conmigo? -pregunta enfrentándome con la mirada.
-Ojalá fuera eso, pero no, tranqui, no quiero joder.
-Vos no me jodés. Aparte quiero que veas mi humilde morada, nada de mansiones como vos decís...
Me río mordiéndome el labio. Quizás sí soy un poco prejuiciosa a veces. Desde que lo conocí me dice que no sea prejuiciosa con él, que a pesar de la fama o su carrera sigue siendo una persona simple, y eso me confirma cuando entro en su departamento que, a pesar de ser grande y notarse el lujo, es bastante clásico a comparación de lo que esperaba para un rockstar. No expone cosas caras, ni nada por el estilo. Todo es muy chill.
-¿Me vas a pedir perdón? -pregunta cruzandose de brazos y se le marcan más los bíceps descubiertos por la musculosa. Desvío la vista de su cuerpo y lo miro a la cara, levantando una ceja.
-¿Por? -me cruzo de brazos y noto sus ojos ir hacia mi escote y subir de nuevo a mis ojos. Sonrío.
-No tengo una mansión como dijiste.
-Ah, es por eso, ¿te dolió?
Él se ríe y me señala con el dedo indice, acercándose a mí.
-Cuidado eh.
-Sí, sí... che, ¿te molesta si me doy una ducha? Todavía sigo medio mareada y capaz eso me despeja.
-Obvio, vení -dice atravesando el amplio living y yendo hacia un pasillo, prendiendo algunas luces en el camino.
Abre una puerta y cuando entro me doy cuenta que estamos en su cuarto. Su cama tamaño enorme está destendida, las almohadas en el suelo. Tiene un par de guitarras, un escritorio con una pc de esas con pantalla gigante que más bien parecen televisores, una biblioteca chiquita. Cada parte de ese lugar me asegura que ahí vive Guido.
-Que buen cuarto -digo, sincera. Él sonríe revisando su armario.
-¿Sí, te gusta?
-Sí, es... simple y lindo.
-No me gusta meter muchas cosas acá, para las demás cosas tengo un cuarto aparte -me cuenta y deja una toalla a los pies de la cama. -¿Querés una remera? -pregunta mostrándome una de color negro que dice huracán y tiene unos dibujos. -Esta te va a quedar larga.
-Sí, gracias.
Cuando me termino de dar esa ducha me siento mucho mejor. No me lavo el pelo porque se me vuelve un embole secarlo y ya me lo había lavado esa mañana, así que ya seca y con la remera puesta sobre la ropa interior salgo del baño. Guido está sentado al borde de su cama usando el celular, en cuero. Que hijo de...
-Te robé un toque de dentrifico -le digo, y él levanta la vista y se muerde el labio.
-Uf.
-¿Qué?
-Mejor ni digo lo que pienso -murmura sonriendo.
—Igual se te nota en la cara —lo señalo, él se ríe. —¿Dónde dejo la toalla?
—Por ahí, no importa. Che, ¿querés tomar o comer algo?
—Agua, nada más —digo dejando la toalla acomodada en el respaldo de una silla.
—Sí, más birra no te iba a dar.
—No quiero volver a tomar por el resto de mi vida —digo exagerando y me tiro en el medio de la cama, estirando los brazos y mirando el techo.
—Ni vos te la crees —dice riéndose y me tira en la cara una de las almohadas que estan en el piso.
—Despacio, soy una dama, ¿no ves? —le reclamo devolviéndole el almohadonazo y, obviamente, errando.
—Y tenés una puntería del orto —se me burla. —¿Estás cómoda, che? —pregunta y cuando levanto la cabeza lo veo sentado en la silla esa tipo gamer frente a su escritorio, mirándome con una mano en el mentón y girando levemente a los costados.
—Sí, bastante.
—Joya, voy a traer el agua y vengo. Bancame.
Le hago una seña de bien con la mano, levantando el pulgar, y sonrío cerrando los ojos. El cuarto me da un poco de vueltas, como si acabara de bajarme de esos juegos de plaza que giran y giran. Odio ese juego.
Vuelvo a abrir los ojos y me siento, observando un poco más el cuarto de Guido para no quedarme dormida tan rápido. Un teclado llama mi atención y me acerco, notando que hay un rejunte de hojas con cosas escritas y tachadas en el asiento frente al instrumento y una lapicera.
—¿Por qué no tocas un tema? —La voz de Guido repentina me hace dar un sobresalto, cuando me giro a verlo está dándome el vaso de agua y él tiene uno igual en la otra mano.
—Puede ser, ¿qué dice el público? —pregunto aguantandome la risa y tomo un sorbo de agua.
—¡Firmame las tetas, Cielo! —grita Guido imitando a una fanática, y suelto una carcajada.
—¿Alguna vez firmaste tetas? —le pregunto levantando una ceja, y él muestra su sonrisa poco inocente.
—No puedo negarle casi nada a las chicas —se excusa levantando los hombros y me muerdo el labio negando con la cabeza. Que mujeriego.
—Firmame —digo y espero su reacción; él levanta las cejas y me mira. —Pero en la mano, desubicado.
Guido se caga de risa, echando la cabeza para atrás y dándome una linda vista de su cuello que, sumado a que está en cuero, da una vista mucho mejor.
—¿Te puedo pedir una canción? —le pregunto después de tomar un poquito más de agua.
—Sí, ¿cuál?
Guido deja el vaso en el escritorio y saca las hojas y lo que hay encima del banquito frente al teclado, dejándolo a un costado para así poder sentarse.
—La que vos quieras —digo sonriendo.
Se ve especialmente lindo frente al piano, no de manera sexual, sino en lo que irradia; no es la misma energía que cuando tiene la guitarra. Sigue siendo él, pero con otra de sus energías, y cada una de las que lo conforman son iguales de hermosas.
Una melodía empieza a sonar, desconocida para mí, pero dejo el vaso junto al de él y me paro más cerca a su lado, mirándolo con admiración.
—Mila está cansada de ver tanta mierda, ella no sabe que es un diamante entre tanta tierra... Mila no llores más que pronto pasará esta pena, no sé dónde estarás sé que tu alma desespera... ella no sabe qué hacer es que es tan sólo una pequeña estrella y entona esta canción para sentir que la vida es bella.
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tarde .guido sardelli.
Fanfictionte acordaste tarde en llamar, tarde en estar, ya no importa más.