Hoy me estoy bancando una de las tantas noches de mi vida falsa como Sofía, algo que ya no me disgusta ni trauma sino que ya me resbala, y no sé qué tan bueno o malo sea, pero se vuelve una peligrosa costumbre a la que estoy accediendo desde que dejé mi trabajo en el bar de Benja.
La realidad es que el ambiente no es nada sano, hay droga por todos lados y la guita mueve esos mundos ajenos a mi realidad. Pero cada vez que voy fuerzo una personalidad que desconozco, es como si esas noches me desconectara de mí misma.
Bajo de un golpe a la realidad cuando a la distancia, en uno de los sillones que rodea otro grupo de mesas, veo a Pato y a su lado a Guido, ambos acompañados de minas que son una bomba. Me tenso, ellos no me ven, se están riendo y charlando.
-Pss, vos, flaquita -me llama el tipo con el que siempre me encuentro. Giro la cara y lo veo sentado en otros sillones más cercanos en compañía de otros tipos. Estamos en un evento en un salón que por fuera parece un palacio, pero adentro es una pesadilla.
Antes de acercarme a él agarro una copa de champagne que me ofrece uno de los meseros, dándosela cuando llego a su lado; este me inspecciona con la mirada.
-¿Todo bien? -pregunto, disimulando mi incomodidad. Además, tengo seis pares de ojos masculinos que me doblan o triplican la edad encima.
-Sí. Che, Sofi... —me dice, mirando a sus amigos con complicidad. —¿podrás sacarte el vestido? -me pregunta, totalmente descarado, y le da un trago a la copa de champagne. Actúa relajado, como si no me hubiese pedido enfrente de todo ese grupo de pajeros que me quedara casi en bolas. -¿Qué tenés abajo?
-¿Eh?
-El vestido, flaquita -me dice un hombre a mi derecha que tranquilamente puede tener la edad de mi abuelo ya muerto. Me da asco. -Si querés te ayudo.
Él intenta tocarme y me agarra de la cintura pero me alejo un poco brusca.
-Salí de acá, ¿qué me tocás? -le digo, enojada, y todos se me ríen.
-Es verdad, tiene carácter la pibita.
Por segundos espero como una ridícula a que el tipo con el que vine reaccione y me defienda, pero pasa lo contrario.
-Dale unos pesos más y la tenemos entregada -comenta otro, y sonríen y asienten. -Las putas son así.
Siento que me basurean, que ya ni dignidad tengo y me da vergüenza, incluso me duele darme cuenta de que nadie ahí va a defenderme y respetarme como lo hubiese hecho Guido. Me duele todavía más haber pensado en él.
-Andate a la mierda, ¿sabes? —me sale decirle.
-Eh, pará Sofi, no te enojés -lo escucho pero ya estoy caminando en dirección opuesta. Su mano firme me agarra algo fuerte del brazo y me frena.
—¿Qué haces, enfermo?
—Escúchame una cosa, pibita, todavía no terminó la noche así que de acá no te vas.
Tiene razón, el trato era quedarme al menos unas horas más porque él ya me pagó por adelantado ayer, cuando tuve que pagar cuentas de casa para no quedarme a oscuras. No tenía opción.
—Está bien —digo soltándome ee su agarre, recomponiéndome y aguantándome las ganas de llorar. —Pero el trato es sólo con vos, no quiero a nadie más metido —le pido mirando de reojo a sus amigos. Él sonríe.
—¿No querés que te comparta, Sofi? —pregunta y sus dedos me acarician el mentón. Me contengo para no correr la cara y no mirarlo mal. —Esta bien.
Ese mal momento se termina y solamente me queda soportar un poco que él siga haciendo sociales y, con suerte, consiga otra mina a la que chamuyarse para liberarme antes. Se acerca queriendo darme un beso pero alguien lo llama con el apodo de "grandote".
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tarde .guido sardelli.
Fanfictionte acordaste tarde en llamar, tarde en estar, ya no importa más.