De a poco todo parece querer ir reacomodándose y me voy adaptando a los cambios de nuevo. Mi papá decidió desaparecer e irse a Uruguay a empezar de cero con la excusa de que no sabe ser buen padre y sin siquiera intentarlo; no me dolió su partida, hasta sentí que me saqué un peso de encima. Hoy, mientras me estoy preparando para ir a la casa de Benja y Pau, tengo noticias de mi hermano que está en un centro de rehabilitación.
"Él va bien, dice que te ama y que te extraña, que hace todo esto por vos"
El mensaje que me manda Hana me llena los ojos de lágrimas. Extraño mucho a Leo, hace un mes no lo veo y tampoco puedo porque dice que cuando nos reencontremos quiere estar limpio. El único contacto que tenemos es por medio de Hana.
—¿Cielo, me escuchás?
La voz de Benja me saca de mis pensamientos y sacudo la cabeza, dándome vuelta. Está con el salero en la mano mirándome; había llegado a su casa hace un ratito y lo estaba ayudando a cocinar la cena.
—¿Qué?
—Le falta un toque de sal —dice, y dejo de mezclar la salsa para que él siga. —¿En qué anda esa cabeza? —pregunta sonriendo de lado mientras se encarga de condimentar la salsa.
—No, en nada... —sonrío.
—¿Pensás en Guido? Ya está llegando con Pato, eh, tranqui —me jode y frunzo el ceño, cruzandome de brazos.
—¿Por qué pensaría en Guido?
—Ciego no soy, capaz boludo, pero veo cómo joden entre ustedes.
Evito su mirada y voy a la heladera a buscar el queso rallado haciéndome la boluda.
—No sé qué película andas viendo, amigo.
—La de dos personas que se tienen ganas pero no activan, capaz la viste —responde como si nada mientras mezcla la salsa, y yo sonrío sabiendo que de espaldas no me ve.
—Nadie se tiene ganas —respondo, riéndome.
—¿Quiénes se tienen ganas? —la voz repentina de Pato me borra la sonrisa. Él entra en la cocina junto a Guido, que me sonríe apenas me ve.
—Qué onda, wachos —saluda el rubio y me da un beso en la mejilla con un leve abrazo.
—Tenés la nariz fría —le digo, sonriendo.
—Hace un frío de recagarse afuera —me dice y apoya el dorso de su mano en mi cuello sin aviso, haciéndome dar un sobresalto por lo fría que está.
—Dale, boludo —me quejo riéndome y alejándome de él. —¿Qué venis de un freezer?
Guido se caga de risa, a la vez veo a Pato robarse un pedazo de pan y mojarlo en la salsa.
—Guarda que quema, boludo —le dice Benja, riéndose.
—Pato tiene más hambre que yo —dice Pau y nos reímos.
—Che, banquen —interviene Pato todavía masticando —, no se hagan los boludos y diganme quiénes se tienen ganas —insiste cruzándose de brazos y apoyandose al borde de la barra de la cocina. Pau enarca una ceja. Benja me mira y yo lo miro amenazante.
—Nadie, boludo, te metiste mal —digo tratando de que se olvidara del tema.
—Ahora yo también quiero saber —se mete Guido.
—Y yo —se suma Pau.
Pero la pu...
—Que chusmas —me río. —No es nada, es este que flashea cualquier cosa —digo restándole importancia y señalando a Benja que se me caga de risa.
—¿O nos estás escondiendo a alguien? —pregunta Pau levantando las cejas. Me pongo un poco nerviosa pero espero que no se me note, así que decido dar por terminado el tema.
—Bueh, no me crean... —murmuro rodando los ojos y me voy de la cocina con la carcajada de Benja sonando de fondo.
La juntada pasa entre risas, jodas, anécdotas y bebidas de por medio, exceptuando a Pato que tiene su whisky personal del que nadie toma porque todos preferimos birras. Sin embargo, no puedo evitar darme cuenta que de repente Guido tiene actitudes raras, como si me estuviera evitando; apenas me di cuenta pensé que estaba haciéndome la cabeza pero lo fui reconfirmando cuando me sentaba a su lado y disimulando se cambiaba de lugar, o evitaba mi mirada. No quería amargarme la noche de amigos por algo que nisiquiera sé si está pasando, pero termino sintiéndome mal y me pongo de mal humor.
—Cielo, eu —me llama Pato y lo miro. —Te toca, boluda.
—Ah, sí —digo sonriendo de lado sin prestarle atención al juego. Estoy enculada, no quiero jugar, pero tampoco cagarles la noche a ellos que nada tienen que ver.
Agarro el vaso de generala y meto los dados, sacudiéndolo con ellos adentro para después tirarlos sobre la mesa del living que rodeamos.
—Nada —murmuro mirando los dados, y le doy el vaso a Pau.
—Vas perdiendo —me dice Benja, anotando.
—Igual ya me aburrí —respondo, levantando los hombros y terminandome la cerveza.
—Eso es porque vas perdiendo y sos mala en este juego —me molesta Pau burlándose y le saco la lengua, tirándole una bolita de papel.
—Ya vengo, voy al baño —digo.
Ninguno me da bola porque están debatiendo la última jugada de Pato donde él asegura haber sacado el puntaje más alto y Benja le discute que el dado en el piso no cuenta.
El departamento de Benja y Pau es grande pero vine tantas veces que sé cuál es el pasillo que me lleva a uno de los dos baños. Cuando me estoy lavando las manos antes de salir pienso en Guido, en cómo estamos compartiendo un mismo ambiente pero sin cruzarnos casi palabras, en cómo me senté a su lado en el sillón grande en un momento y le di un codazo esperando que me siguiera el juego y que todo lo que vine maquinando fuese parte de mi mente, pero él sólo me había mirado y sonreído, se había atado el pelo y fue a buscarse otra lata de birra. Cuando volvió se sentó en el sillón opuesto con Pato. Nadie se dio cuenta. Yo sí.
Cuando abro la puerta para salir del baño me choco contra alguien, justamente es Guido.
—Uh, perdón —dice.
—Tranqui, no pasa nada —respondo sin mirarlo y sigo mi camino. Me entristece el trato que estamos teniendo, ¿pero qué puedo reclamar? Si es por las mil y una veces que los dejé plantados está en su derecho.
Cuando vuelvo al living todos siguen jugando y cagandose de risa, quisiera formar parte pero en este momento no tengo humor.
Pau sale de la cocina y me extiende una birra.
—No, gracias.
—¿Vos rechazando una birra? ¿Cielo, estás bien? —exagera sorprendida y me río. —Pero en serio, amiga, ¿está todo bien? De golpe te quedaste callada.
—Sí, sí —asiento. —Me dio un poco de sueño, ¿puedo ir a tirarme un rato al cuarto de Juana? —pregunto fingiendo un bostezo. Juana es la hermana menor de Pau, vive en Tandil con sus viejos pero viene a verla seguido a capital, por eso el cuarto ahora disponible.
—Sí, andá tranqui. Avisame cualquier cosa, no seas boluda —me advierte señalándome.
—Dale, mamá —la jodo, riéndome levemente.
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¿Cómo andan las más hermosas? Muchísimas gracias a quienes comentaron y comentan sobre la historia, es muy alentador!¿Se picó o no se picó entre guido y cielo?
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tarde .guido sardelli.
أدب الهواةte acordaste tarde en llamar, tarde en estar, ya no importa más.