16.

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Paso un ratito acostada boca arriba sobre la cama con la mitad de las piernas colgando hacia afuera, un velador de la mesita de luz encendido y el celular. Me paseo un poco por las redes sociales, releo el último mensaje en WhatsApp de Hana y bloqueo el celular, dejándolo a un costado. Suspiro.

—¿Cielo, estás acá?

Reconozco la voz de Guido en el pasillo y frunzo el ceño pero no me muevo.

—Sí, pasá si querés —le digo. La puerta está entreabierta y él la abre. Levanto la vista y lo veo acercarse, ya con el pelo suelto de nuevo. Tiene puesto el buzo de mila, saturno y el río (mi nueva canción favorita, pero él no lo sabe) y le queda pintado. Saco la mirada de él y la vuelvo hacia el techo.

—Estamos por ver una peli, ¿venís?

—¿Quedo muy ortiva si digo que no? —pregunto, en serio desganada. Escucho su risita grave.

—Nah, yo también dije que no —responde y lo miro, me esta sonriendo.

Sin decir nada le hago un espacio en el colchón a mi lado y él parece entenderlo porque al instante ocupa el lugar y se acuesta también boca arriba, con un brazo abajo de la nuca. Nos quedamos callados en un silencio cómodo que mi impaciencia termina por romper.

—Guido... —susurro y giro la cara a un costado para mirarlo. Él tiene los ojos cerrados pero emite un sonido para que hable. —¿Estás enojado conmigo?

Abre los ojos y gira la cara para poder mirarme.

—No, ¿de dónde sacaste eso?

Una parte de mí se alivia de saberlo. Sonrío y niego con la cabeza volviendo a mirar al techo y me pongo las manos en la cara, soltando un suspiro.

—No importa.

—Decime, dale —pide.

—No —respondo sacándome las manos de la cara. —Tranqui, no me des bola.

Él se sienta de golpe y lo sigo con la mirada.

—Bueh, listo.

—¿Eh? —me siento a su lado, confundida. Él no me mira, esta serio.

—Nada —responde cortante y se para en dirección a la puerta. Desconcertada, lo sigo.

—¿Qué te pasa, Guido?

—Nada, como me decís vos siempre, nada, no me des bola —repite girandose a verme con esa misma expresión fría y enojada. Creo entender lo que significa pero, a razón de que ya vengo sintiéndolo raro toda la noche, exploto fácil.

—¿Me estás cargando? —pregunto incrédula, sintiendo la rabia crecer.

—¿Acaso es mentira, Cielo? Siempre decís eso, estoy podrido.

Me río irónica.

—No puede ser... —susurro, todavía riendome levemente. Guido me mira.

—¿Qué?

Lo miro dejando de lado la sonrisa falsa, sé que él también tiene bronca, sé que mi bronca en realidad no tiene nada que ver con él, pero acá está, siendo una víctima de ella.

—Si estás podrido no se por qué no te alejas como lo hiciste toda la noche. Hacela corta, no me voy a ofender, ¿sabes? —suelto queriendo todo lo contrario; me duele, me va a doler si él se aleja de mí porque se cansó, y soy demasiado cagona para escucharlo de sus propias palabras así que me aseguro de que al menos no me quede ese recuerdo. —Mejor te la hago fácil y me alejo yo.

—¿Qué boludeces decís? —pregunta, haciendo montonsito con la mano. —Alejarte es lo que hiciste siempre, me tuviste como un boludo atrás tuyo y siempre te volvías a cagar en todo desapareciendo. De eso estoy podrido, Cielo, de tener que estar sólo cuando vos querés.

tarde .guido sardelli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora