17.

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Primero tenemos que hacer una parada en lo de Pato para acompañarlo a su casa ya que esta en pedo y no puede manejar, claramente. Después de que lo dejamos casi a rastras porque fue tambaleandose desde que bajó del auto, Guido, que hizo de conductor, me propone algo.

—¿Venís a dormir a casa?

Me toma desprevenida pero la idea me gusta, además no quiero separarme de él todavía después de que desperdicié gran parte de la noche sin poder hablarle normalmente.

—Hace frío y en mi cama hay lugar para dos —agrega mientras todavía estamos estacionados frente a lo de Pato, ya solos. Su mirada es dulce, me causa ternura.

No pensaba negarme pero es lindo verlo intentar convencerme.

—Cierto que tenés esa cama super cómoda, acepto —asiento y su sonrisa se agranda. Me tiene muy enganchada. —Lo malo es que no uses una sola almohada, no sé cómo haces.

Él se ríe a carcajadas.

—Son mañas, qué se yo —responde levantando los hombros y poniendo el auto en marcha. —Aparte vos tenés algo que puedo usar como almohada hoy... —murmura mientras maneja como si no se estuviese refiriendo a mis tetas, aunque yo entiendo el sentido del comentario.

—Ah, bueno... modo chamuyo activado —digo, jodiéndolo. Guido se ríe.

Se escucha una canción por parlante, sé que es Airbag y que en algún momento la escuché entre las tantas que vengo reproduciendo hace tiempo. Si no fallo, es "intoxicarme".

—Así que escuchas tus propias canciones —digo, enarcando una ceja. Él ladea la cabeza mirándome de reojo unos segundos.

—Es que son muy buenas.

—Cuánta humildad.

—Para qué mentirnos, Cielito.

Ruedo los ojos y después sonrío.

—Yo sigo escuchando tu música casi siempre, es muy buena la verdad.

—¿Sí? ¿Ahora sos nuestra fan? —me dice en tono curioso.

—Puede ser, más que nada del rubio de linda sonrisa que canta bajos instintos... —comento mirándolo y él sonríe con un rastrito de timidez en su expresión que me mata. —Por Dios, que lindo es ponerte nervioso.

—No me puse nervioso, flasheas —responde frunciendo el ceño y mordiéndose el labio. Si supiera lo que causa en mí con una expresión tan simple.

Unas cuantas canciones movidas hacen que la ida a su casa sea divertida, además de que tengo una especie de concierto personal porque Guido canta mientras maneja, una imagen que me va a quedar grabada y que hace que me parezca más atractivo, que me guste todavía más. Tiene un perfil masculino, la mandíbula, los labios carnosos, el puente de la nariz, los mechoncitos de pelo rubio que le caen al costado de la cara.

—Me vas a ojear si me miras tanto —dice de repente sacándome del trance en el que estoy metida. Ni siquiera me doy cuenta que no disimulo, pero no me avergüenza.

—Los ojos están para ver —le digo, sonriendo.

Él se ríe y estaciona el auto en un garaje, entonces me doy cuenta que ya llegamos a su edificio. Su casa me da una sensación de calidez inexplicable, quizás porque nunca tuve una casa tan tranquila. Una vez que entramos al departamento me saco la campera ya que adentro está más calentito.

—¿Dónde puedo dejar mis cosas? —pregunto, girándome a verlo.

—En mi cuarto, yo ahora voy —dice él usando el celular.

tarde .guido sardelli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora