02.

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El lugar es una especie de boliche que por fuera tiene bastantes patovas controlando todo. Me siento un poco incómoda pero me dedico a seguir al rubio, que pasa no sin antes saludarlos, y me agarro de su brazo con miedo a que los patovas no me dejen pasar. Entrar ahí es otro mundo. Suena música electrónica, hay luces, gente bailando, tomando, charlando. Parece un boliche, tal cual, pero bastante exclusivo por la pinta de chetos que tienen todos. Digamos que el short negro, los borcegos y la musculosa del mismo color no me hacen desentonar tanto. Bendito color que hace que todo se vea más casual.

—¿Qué querés tomar? —me pregunta cerca del oído para que pueda escucharlo. —Lo que quieras.

—Lo que vos tomes.

Él va hacia una heladerita de las tantas que hay por el lugar y agarra una lata de birra. Me mira, a lo que asiento. La abre y me la alcanza, para después agarrar una para él.

—Ahi esta mi hermano, vení.

Me lleva de la mano por entre medio de la gente hasta que nos acercamos a un grupito que habla entre sí, animados. Hay dos chicas que tienen una pinta de modelos envidiable, y un pibe, y también reconozco la cara de su hermano Pato.

—Qué onda, wachos —saluda Guido con toda la actitud. Irradia una energía tan buena que hasta a mí, que las energías se me escapan, me contagia.

—Eh, pensé que te bajabas de la joda —dice Pato en cuanto lo ve, y me suelto de la mano de Guido en cuanto me mira.  —Ah, ya veo qué te hizo cambiar de opinión.

—Ella es Cielo. Y él es mi hermano, Pato.

—Un gusto —saludo sonriendo.

—Igualmente che, nunca te había visto.

—Es una nueva amiga —explica Guido mientras yo tomo un trago de cerveza.

—En realidad me intentó atropellar y después me obligó a venir —digo como si nada y Guido suelta su carcajada sonora de nuevo. Pato me mira un poco descolocado y se ríe sin entender.

—No le des bola, está en pedo —le dice el rubio a su hermano y frunzo el ceño.

—Ya veo. Mejor sacale la birra.

—Che, no hablen como si no estuviera acá. Aparte estoy regia.

—¿Sí? —pregunta Pato riéndose. —¿Y qué onda, viniste al luna hoy?

—No tuve el honor —respondo haciéndome la dramática, y ambos hermanos se me ríen.

—Capaz la próxima pueda ir —agrega Guido y lo miro sorprendida. Para mí seguíamos hablando en joda, ni idea.

—De una, arreglá con Guido y que te dé entradas. Mañana hay uno.

Otras dos minas con pinta de modelos se acercan a los hermanos y los saludan. Me siento medio al pedo entre ellos, así que me alejo unos pasos y sigo tomando mi lata, mientras veo el lugar. Habían cambiado la música y sonaba algo de bad bunny, creo.

Me estaba haciendo pis y no tengo idea de dónde está el baño, por eso voy caminando por todo el lugar, de paso chusmeo. Lo bueno es que la gente está en la suya y me siento un poco culpable por haberlos prejuzgado como chetos, aunque seguro sí lo eran.

—¡Hola! Soy Maca, ¿y vos?

La voz chilloncita me toma por sorpresa y una rubia de dos metros y tetas demasiado grandes para su espalda chiquita se me para enfrente. Sonríe, tiene una sonrisa muy blanca que encandila.

—¿Te conozco?

—No, pero me estoy presentando. Te veo un poco perdida.

—Ah, sí, estoy buscando un baño —digo esperando que ella me guiara hacia dónde ir. Sin embargo, con un descaro que ni yo tengo, entrelaza nuestros brazos como si fuésemos mejores amigas y camina llevándome con ella a su lado.

—Yo te llevo, bella.

—Eh... no te hagas drama, si me decís dónde es puedo ir sola —me suelto disimuladamente de su agarre y ella se ríe, volviéndome a agarrar.

—Tranqui, yo también quiero ir así que te acompaño. ¿Cómo te llamás?

—Cielo.

—Ay, que buen nombre.

Sonrío con incomodidad, la verdad es que si me tengo que hacer pis encima con tal de sacarme a esta piba de encima lo hago, o si tengo que ir a hacer pis afuera, qué se yo. Al fin llegamos a los baños y me suelto, entrando a encerrarme en un cubículo. Quisiera que ella se fuera pero desde adentro sigo escuchado el ruidito de sus zapatos de taco incluso cuando termino. Dios, dame paciencia.

—Ay, ahí estás, por un segundito pensé que te tragó el toilette —dice riéndose y poniéndose gloss.

—Mucha birra, creo —murmuro mientras me lavo las manos. Ella se ríe como si hubiese dicho el mejor chiste del mundo. —Bueno, gracias por haberme ayudado, nos vemos.

Logro escaparme del baño antes de que ella responda, pero cuando ya estoy a medio camino del lugar donde estaba con Guido anteriormente me llama.

—¡Esperá!

Que lo parió.

—Sí, decime.

—¿Viniste con Guido?

Ya veo por dónde viene la cosa, así que si juego un poquito no pasa nada. La chica no parece ser mala pero sí el estereotipo de minita que está muerta por el rubio de bíceps que, sorpresa, está conmigo.

—Sí, ¿por?

—Ah, mirá qué lindos. ¿De dónde lo conocés?

—Me lo chamuyé en el luna y cayó rendido —digo seriamente, y me quiero entrar a reír por cómo se transforma su cara. —¿Vos de dónde lo conoces?

—Acá estás, Cielo, ¿dónde te metiste, boluda?

Pato aparece de repente y la rubia que estaba conmigo me dice chau y se va.

—Gracias, gracias, gracias —repito hacia Pato una vez que estamos solos. Él se ríe.

—¿Te estaba preguntando sobre Guido? —pregunta como si fuese obvio y asiento.

—Me sentí acosada a preguntas. ¿Qué onda con ella?

—No le des cabida. Guido no quiere saber nada.

—¿De qué no quiero saber nada? —pregunta el menor integrandose a nuestra charla. Tiene una nueva lata de birra de otro color, y me la extiende ofreciéndome a lo que sin dudarlo le robo un trago.

—Uh, mejor me voy —dice Pato huyendo.

—¿Te suena una tal Maca?

La cara de Guido se torna seria y pone los ojos en blanco, claramente podrido, y eso me hace reír.

—¿Qué hizo?

–Nada, medio que me acosó a preguntas en el baño.

—Que densa...

—Por cierto, mirá que le dije que te chamuyé y que caíste rendido.

Él suelta su carcajada y me derrito un poquito.

—Bueno, muy errada no estás —suelta como si nada y habla de vuelta antes que yo reaccione. —Vení, vamos a tomar otra birra.

tarde .guido sardelli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora