13.

855 63 2
                                    

—Eh, cómo andan, loquitos —saluda Pato recibiendo en la puerta de su casa a Benja y Pau, notando que faltaba una persona más. —¿Y Cielo?

—Ni me hables de esa mentirosa —murmura Pau entrando a la casa seguida de ellos.

Adentro se saludan con Guido, quien de alguna forma se decepciona por no verla presente pero al mismo tiempo un poco se lo esperaba.

—¿Qué pasó? —pregunta Pato mirando a Benja.

—Nada, amigo, le tocamos timbre como cien veces y ni pelota, no sé dónde se metió.

—Tampoco nos responde pero bueh, que se curta —agrega Pau chasqueando la lengua y levantando un hombro.

—Che pero ¿no será que habrá pasado algo? —pregunta Guido tratando de justificar su ausencia pero las caras de Benja y Pau no lo creen, acostumbrados a el "ghosteo".

—Dudo pero despreocúpate, ya les dije que las cosas con esos hermanos son así. Ojo, no quiere decir que no sea fea la actitud y esté como el culo —aclara Benja, aceptando una birra que le entrega Pato mientras escucha atento.

—Y mirá que le mandé mil mensajes... —dice el del medio de los Sardelli, sacando su celular y mandando otro que ni siquiera llega a tener doble tilde. Los anteriores que se lograron enviar no tenían el visto, y la última vez que Cielo leyó uno de los mensajes fue ese mismo día a las dos de la tarde.

—Y bueno, ya fue —dice Guido, tratando de no verse afectado de ninguna forma. Quiere a Cielo, la aprecia y se preocupa, pero ella no es una persona que se deje ayudar y nadie tiene por qué estar atrás suyo todo el tiempo. Son adultos. Aunque a Guido le encantaría saber si ella está bien, si necesita otro abrazo o si quiere llorar mientras le hace compañía. Había una unión entre ellos que era difícil de pasar por alto, una conexión mutua.

La realidad es que a Cielo sí le haría bien todo lo que implique apoyo emocional, pero no puede; de nuevo está metida en un mundo ya no tan ajeno para ella, buscando encamarse con un tipo más grande que le diera suficiente guita para cubrir las cagadas que no le pertenecen.

El mismo hotel, el mismo tipo, el mismo mecanismo de defensa. Cuando Cielo entra en la habitación que él reserva deja la cartera en una mesita ratona y se saca la campera de jean, dejando al descubierto el vestido rojo y escotado debajo.

—¿Qué haces? —pregunta confusa al ver al tipo en el baño, apoyado sobre la mesa del lavatorio. Él le hace señas con una mano para que vaya. Cuando ella se acerca, dudosa, se da cuenta, justo lo ve aspirar ese polvo que, irónicamente, es la misma mierda que la arrastraron a meterse ahí.

—Tomá —le dice él, entregándole un rollito hecho con un billete. Cielo traga en seco y mira lo que está entre los dedos de él, después la línea blanca sobre la mesa. —¿Nunca probaste, Sofi?

Cielo arruga el entrecejo y lo mira, enseñándole enseguida una sonrisa muy bien actuada.

—Sí, boludo, obvio —responde y agarra el rollito que él le ofrece, sacándoselo.

¿Cómo algo tan ordinario puede tomar tanto el poder sobre una vida y arrastrar otras consigo?

Cielo se inclina sobre la mesa y aprovecha que el pelo cae como una cortina al costado de su cara para inhalar al aire mientras con el dorso de su otra mano empuja la línea blanca hacía el lavamanos, arrastrándola. Actúa como si la hubiese la inhalado, ante la atenta mirada del desconocido, cerrando los ojos. Al abrirlos le sonríe.

Que noche de mierda iba a tener.

A eso de las cuatro de la mañana esta en un bar en el que pasan música y algunos bailan, un poco en pedo, a un costado de la barra, sola queriendo olvidarse del mundo. El tipo con el que había ido apenas estuvo con ella un ratito y le pagó de más diciéndole que era para que se divierta esa noche; Cielo lo vio a los besos con otra mina, así que tenía sentido que quisiera mantenerla alejada y sintió alivio de no tenerlo encima el resto de la noche.

Como no tuvo ganas de irse, aprovechó la plata extra para tomar un poco. Rechazó varias invitaciones a bailar hasta que un pibe un toque insistente pero buena onda la convence.

Baila una, dos canciones, borrando de su mente todo durante esos minutos, intentando exprimir el momento en busca de una gota de felicidad. Nada. No era capaz de sentir.

—¿Cielo? —le parece escuchar su nombre pero entre el ruido piensa que flashea, y sigue bailando, hasta que la agarran del hombro. —Cielo.

Ella se gira dispuesta a soltar puteadas pero se queda helada al ver que es Guido, y que pasos más atrás están Benja, Pau y Pato. Sus ojos se frenan en el rubio, que la mira inexpresivo. Instantáneamente, Cielo se cierra la campera de jean manteniéndola con una mano. Siente vergüenza. Quiere huir.

—¿Lo conoces? —pregunta el chico que previamente bailaba con ella, señalando a Guido. Cielo titubea.

—Sí, flaco, ¿algún problema? —responde el rubio de imprevisto, sorprendiéndola.

—¿Qué te pasa, gil? —le dice el chico haciéndole montonsito con la mano. Cielo lo frena.

—Basta —dice, mirando mal al desconocido. —Vení, Guido.

Ella lo toma del brazo y lo obliga a caminar y alejarse, ya que el rubio en breve parecía que se iba a cagar a trompadas y no quería eso. Basta de quilombos.

—Andá, trola —murmura el chico hacia Cielo.

—¿Qué le dijiste? —pregunta Guido enojado, dándose vuelta de golpe y enfrentándolo. —Repetilo si tenés huevos.

—No vale la pena, vamos —insiste ella, angustiándose. No sabe si es por ser descubierta en ese lugar por sus amigos, vestida así, o por causar una pelea en la que Guido se viese involucrado.

Pato y Benja intervienen y ayudan a alejar a Guido que ya tenía listo el puño para clavarle un golpe al desconocido. Un patova se acerca al ver que hay lío pero Pau le asegura que está todo bien, que ya se van. Sin embargo el clima termina siendo tenso y amargo para todos. Cielo lo siente en la boca del estómago.

_________________

Buenas buenas, no me odien por tardar es que mi cerebro a veces trabaja lento y quiero dejarles capítulos mínimamente safables 🫶
Muchas gracias por los comentarios soy feliz leyendolas!

tarde .guido sardelli.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora