Capítulo 39: Heridas

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Mongolia, un bello país de Asia sin acceso al mar, cuna de miles de eventos de la antigüedad y una nación próspera sin mayor conflicto. Desafortunadamente, todo el gobierno estalló en caos al darse cuenta de la presencia de un objeto desconocido el cual estaba próximo a impactar en su nación.

Su presidente, Ukhnaagiin Khürelsükh, se encontraba viajando en su limusina privada en dirección al edificio del parlamento. Su carrera siempre había sido agitada, por lo menos desde que tuvo que interactuar con Vándalo Salvaje, un terrorista que había tomado a su nación como rehén con el fin de permitirle esconder todos los planes sucios que tenía.

- ¿Por qué siempre me pasa esto a mí? - preguntó en voz alta agarrando su cabeza mientras era acompañado por el sonido del vehículo en la parte trasera.

- Vamos presidente, no me diga que se está arrepintiendo. - dijo una voz repentina en la cabina.

Al alzar su cabeza pudo ver a la que había sido su nuevo dolor de cabeza los últimos cuatro años, una mujer rubia con traje verde esmeralda que portaba un arco en su espalda, siendo la vocera de la Organización, el grupo que había usurpado el poder del terrorista. A su derecha habían varios documentos que parecían contener información clasificada.

- Esto es lo que va a hacer. - mencionó la mujer mientras la pasaba la carpeta y lo despojaba de todo documento antiguo - Usted va a presentar esto al parlamento, va a seguir el guion de siempre y va a mantener su lugar, eso si quiere seguir a la cabeza de todo.

Su voz fue fría y peligrosa, extendiendo un sentimiento de peligro que lo obligaba a retraerse cada vez más. Afortunadamente no duró mucho, pues tras explicar los detalles de su discurso, la mujer desapareció al parpadear, sin dejar ningún tipo de rastro de su existencia.

Le dijeron que la política era difícil, pero nunca le advirtieron sobre esto.

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- (Fue fácil). - fue el pensamiento de Artemisa mientras cruzaba un portal de oscuridad conectado a una azotea en China.

Su trabajo en la Organización consistía en ser el puente entre Grayson y las naciones que pudieran provocar algún problema en sus planes. Ya se había encargado múltiples veces de diferentes políticos, y en caso de que alguno quisiera pasarse de listo, siempre tenía a Jarro a su lado, preparado para controlar sutilmente la mente de los demás.

Su trabajo no era el más interesante y a Grayson le gustaba llevarse el crédito por hablar tan solo dos veces con un político, pero le gustaba, le ayudaba a distraerse y no pensar en el pasado. Estos cuatro años habían sido una lucha constante contra sí misma, muchas veces dudó de las decisiones tomadas aquella noche de su misión fallida, pero las experiencias que había vivido y su disfuncional familia le ayudaron a mantenerse firme a sus ideales de justicia.

- (¿Qué estará haciendo Roquette?)

Ese pensamiento fugaz bastó para hacer que su mente se distrajera del cansancio de lidiar con los dirigentes. Su relación con la doctora Serling Roquette era algo que había preferido mantener lo más discreto posible, no por algún tipo de prejuicio o presión social, sino por la naturaleza de su trabajo. Puede que la mayor parte del trabajo de la organización fuera en beneficio del mundo, pero Grayson las había asignado a ellas y Starro como parte de la sombra de la Organización.

Se encargaban de los trabajos sucios, maquinaciones secretas y experimentos oscuros que Grayson les encomendaba. Si hace unos cuantos años le hubieran dado la misma propuesta, guiada por sus ideales heroicos y su afán de alejarse de su familia, muy probablemente elegiría haber disparado una flecha a la cara del Gothamita.

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