Prólogo

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Apokolips, el mundo del caos, la maldad y la desesperanza, bañado por miles de pozos de lava y fuego en constante cambio y locura.

En el centro de este mundo de miseria, se encontraba un castillo de proporciones estratosféricas, alcanzando la superficie de la atmosfera del mecánico planeta.

El castillo era rodeado por hordas incansables de soldados para-demonios, protegiendo con su vida y extinta voluntad a su más grande amo y Dios.

En su trono de décimo metal, con su característica piel gris opaca y ojos rojos como la lava, se encontraba el temible dios de la tiranía, señor supremo de Apokolips y rey de la tiranía, Darkside.

Pero contrario a toda lógica, el Nuevo Dios no se encontraba dando ordenes o liderando su conquista universal, ni siquiera el Gran Desaad o Granny Goodness se encontraban a su lado.

En cambio, frente a él, flotando de una forma casi etérea se encontraban tres objetos de poder inconmensurable.

El primero era una Caja Madre, una creación milenaria proveniente de Nuevo Génesis, un artefacto con la capacidad de usar el poder de la fuente para acceder al poder de la ecuación de la vida.

El segundo era una Caja Padre, un invento diseñado en Apokolips, hecho con el único fin de aprovecharse de la fuente y obtener la ecuación de la anti-vida.

Ambos objetos tenían habilidades y características propias, pero también tenían una particularidad, eran pizarras en blanco. No significaba que no tuvieran poder, sino que no estaban unidas a algún ser, algo aparentemente impensable.

Pero el tercer y último objeto era el más especial de todos, era un fragmento de alma del mismísimo dios de la tiranía.

Cualquier persona se hubiera preguntado qué tenía planeado el señor de la maldad, lo más interesante era que ni siquiera él mismo lo sabía.

Hace ya varios ciclos estelares había recibido en su mente una especie de visión, una profecía en la cual él era derrotado por una figura de luz y esperanza con el brillo de mil estrellas.

El propio Darkside sabía lo erráticas y cambiantes que podían llegar a ser las visiones, pero algo dentro de él le decía que estas imágenes provenían directamente de la fuente.

Por eso le había encargado al Doctor Beldam la configuración de una par de cajas madre y padre para la creación de su más grande obra.

Pero como pieza única en su creación, decidió arrancar parte de su alma y otorgarla al que sería su más grande hijo.

Pero algo lo detenía, los bastardos orgullosos de Nueva Génesis. Ellos sentirían el nacimiento de este nuevo ser, ocasionando que no solo este, sino gran parte de sus planes se vieran frustrados por al menos unos siglos más.

Por suerte había encontrado un pequeño planeta medianamente alejado de los mundos del cuarto plano, un planeta primitivo que incubaría la destrucción de la vida en su universo.

- Crece y absorbe, mi más grande creación, Nihilus.

Como si la realidad respondiera a su comando, los tres objetos se acercaron cada vez más hasta hacer contacto, bañando la sala del trono con luz oscura. Al cesar ya no se encontraba en el cuarto, ni siquiera en Apokolips o en la cuarta dimensión, sino viajando a través de aquello que las razas inferiores podían llamar "quinto mundo", alimentada por un tubo boom.

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La Tierra, un mundo joven y lleno de vida, protagonista futuro de los actos más importantes en la creación, sin embargo, por el momento solo era un planeta común en el vacío infinito del cosmos.

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