Capitulo 4

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Esa noche se extendió como una eternidad, mientras Duxo se sumergía en el estudio de los antiguos hechizos, buscando desesperadamente una solución a su dilema.
Aquino apenas logró conciliar el sueño, dedicándose a permanecer a su lado, ofreciéndole pequeños gestos de apoyo: bocadillos, café, e incluso montando guardia en las sombras de la noche para ahuyentar cualquier amenaza que se atreviera a acechar.

-No es saludable que te quedes aquí todo el tiempo- , advirtió Aquino con preocupación, pero Duxo, sumido en su misión, apenas si le prestó atención.

Finalmente, con una mezcla de indignación y agotamiento, Duxo se levantó y salió de la casa, seguido de cerca por Aquino. Bajo el manto estrellado, Duxo recordó una noche similar, cuando él y su Aquino original compartían sueños y esperanzas bajo la luz plateada de la luna.                 
-¿Recuerdas?-, murmuró Duxo con nostalgia, sabiendo que Aquino no tenía memoria de aquellos momentos compartidos. -Hmm... la luna está preciosa-, respondió Aquino, sorprendiendo a Duxo con su respuesta. Al observarlo detenidamente, Duxo notó la cicatriz sobre su ojo, la única marca que lo distinguía de su amado original.

Un repentino cansancio lo abrumó, y Aquino, con voz suave y manos cálidas, lo condujo de vuelta a la casa, ofreciéndole refugio y descanso. Duxo, sumido en el sopor, apenas pudo murmurar el nombre de Aquino antes de dejarse llevar por el sueño. -Descansa-, respondió Aquino con ternura, observándolo con ojos llenos de amor y preocupación.

Una vez que Duxo estuvo en su habitación, Aquino se retiró al sofá de la sala de estar, donde el calor del hogar se mezclaba con la frialdad del temor y la incertidumbre. En esa atmósfera agridulce, Aquino se sumió en sus propios pensamientos. Al amanecer, Aquino fue el primero en despertar, dedicándose a sus tareas habituales con la adición de preparar el desayuno para Duxo. Cuando este último llegó, somnoliento pero agradecido, compartieron un momento nostálgico y reconfortante, desayunando juntos.

A medida que Duxo continuaba su investigación, la frustración comenzó a apoderarse de él ante la falta de avances. Sin embargo, Aquino estaba ahí, ofreciendo su apoyo con pequeños gestos de amabilidad y palabras de aliento que lograban calmar la tormenta en el corazón de Duxo. -No te preocupes si no encuentras respuestas de inmediato. Todo lleva su tiempo-, susurró Aquino con serenidad, y con solo escucharlo, Duxo logró encontrar un atisbo de paz.

Duxo dejó escapar un suspiro cansado, su ánimo estaba decayendo y la esperanza comenzaba a desvanecerse lentamente, hasta que una sección del libro atrajo su atención de manera peculiar. Era un hechizo de revelación, una luz brillante en medio de la oscuridad de su desánimo.

"Este hechizo, se dice, tiene el poder de desvelar los secretos más íntimos, de traer a la luz visiones del pasado que yacen en la penumbra del olvido, o incluso de revelar los acontecimientos que aguardan en el futuro por venir. En su encantamiento reside la promesa de descubrir los misterios más profundos del alma, de abrir puertas hacia lo desconocido y de desentrañar los hilos del destino. Con cada palabra pronunciada y cada gesto realizado, se teje un vínculo mágico que une al hechicero con las maravillas del universo, invitando al amor a revelarse en su esplendor más puro y eterno."

La alegria de Duxo llegó como si un golpe de azúcar fuera, su esperanza volvió. Con este hechizo podría saber cómo está Aquino o como traerlo de vuelta. Decidió compartir su alegría con Aquino. Corrió donde este se encontraba que hasta lo abrazó de la alegría, algo que lo tomo por sorpresa que no sabía cómo actuar, -¿A que se debe su alegria?- Comentó Aquino, -¡Encontré un hechizo que podría ayudarnos!- Dijo muy emocionado. Lo cual Aquino lo felicito muy contento por él.

Again? [Duxino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora