Capitulo 22

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Mientras Aquino y Duxo avanzaban en silencio por la selva, el crujir de las hojas bajo sus pies y el lejano canto de los pájaros rompían la quietud del amanecer. El sendero de regreso a la casa de Mictia se envolvía en una bruma suave, reflejando la incertidumbre que pesaba sobre el corazón de Aquino. Cada paso lo sumergía más en sus pensamientos, como si el peso de su decisión se hiciera más palpable con cada movimiento.

Duxo caminaba a su lado, manteniendo una distancia prudente, respetando el espacio de Aquino. De vez en cuando, intentaba decir algo, pero las palabras morían en su garganta antes de que pudieran salir. La tensión entre ellos era palpable, un hilo invisible que los unía y, al mismo tiempo, los mantenía alejados. Aquino, perdido en sus propias reflexiones, apenas notaba la presencia de Duxo, y cuando lo hacía, solo podía sentir una mezcla de dolor, confusión y añoranza.

Mientras caminaba, Aquino comenzó a dejarse llevar por los recuerdos de su mundo anterior, un lugar donde la violencia y el control eran la norma. Recordó su vida como una máquina de matar, una existencia fría y calculada, donde las emociones eran un lujo que no podía permitirse. Sin embargo, entre esos recuerdos oscuros, surgió la imagen de Duxo, su líder, su rey... su ideal.

Aquino siempre había admirado a Duxo. Lo veía como la encarnación de la fuerza, del liderazgo, alguien que no mostraba debilidad. Pero ahora, al recordar esos momentos, se dio cuenta de algo que había pasado por alto en su ciega admiración: Duxo era distante, casi inalcanzable. A pesar de todas las veces que Aquino había intentado acercarse, buscando un gesto de aprobación, una palabra de aliento, Duxo siempre había mantenido una barrera entre ellos. Aunque fueran "amigos" muy cercanos.

Un recuerdo surgió, nítido en su mente. Aquino estaba herido, agotado después de una misión especialmente difícil. Había esperado que Duxo mostrara algo de preocupación, un destello de humanidad. Pero en lugar de eso, Duxo simplemente le había dicho: "Recupérate rápido. No hay lugar para los débiles ahora." En ese momento, Aquino había justificado esas palabras, diciéndose a sí mismo que era la manera de Duxo de fortalecerlo, de prepararlo para las duras realidades de su mundo.

Otro recuerdo lo golpeó: una noche, Aquino había intentado hablar con Duxo sobre sus dudas, sobre el cansancio que sentía por ser solo una herramienta de destrucción. Pero Duxo lo había mirado con frialdad y había respondido: "Si no puedes manejarlo, hay otros que tomarán tu lugar." Esa respuesta había dejado una marca en Aquino, una que él había intentado ignorar, convenciéndose de que Duxo simplemente estaba haciendo lo mejor para él, para todos.

¿Lo habrá extrañado Duxo en su ausencia? Se preguntó Aquino. ¿Lo habrá buscado, aunque sea un poco?Ya habían pasado meses desde su llegada a este mundo. Tal vez, sí lo había extrañado, aunque fuera solo un poco.

Ahora, con la distancia y el tiempo que había pasado en este nuevo mundo, Aquino comenzó a ver la verdad. Había idealizado a Duxo, lo había puesto en un pedestal, ignorando o justificando sus fallas. Pero la realidad era que Duxo, el Duxo de su mundo, había sido frío, calculador, alguien que veía a Aquino más como un recurso que como una persona.

La casa de Mictia apareció ante ellos entre los árboles, una extraña casa en forma de hongo. Mientras el sol se ocultaba. Mictia los esperaba en la entrada, con una sonrisa cálida que iluminó su rostro al ver a Aquino. Sin embargo, cuando sus ojos se posaron en Duxo, su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y preocupación.

—¡Aquino! —exclamó Mictia, corriendo hacia él para darle un abrazo. Luego, al ver a Duxo, su tono se tornó más serio—. ¿Qué hace aquí? ¿Ya lo perdonaste por... por lo que te hizo?

Aquino no respondió de inmediato. En cambio, sacó el artefacto de su bolsa y se lo entregó a Mictia. —Aquí está. Lo recuperamos del templo.

Mictia lo tomó con cuidado, sus ojos brillando con emoción al examinarlo. —¡Esto es increíble! Con este artefacto, podrías regresar a tu mundo. Yo puedo ayudarte a activarlo y...

Mictia se interrumpió al notar la tensión en el rostro de Aquino y la expresión nerviosa de Duxo.

—Aquino... —dijo Mictia con suavidad, bajando el artefacto y mirándolo a los ojos—. ¿Estás seguro de que quieres regresar?

Aquino evitó su mirada, su mente aún llena de dudas. —No lo sé... No estoy seguro de nada en este momento.

Duxo, que había permanecido en silencio, se apartó discretamente, sus ojos fijos en el suelo. Sabía que cualquier palabra que dijera ahora solo complicaría las cosas. La idea de que Aquino pudiera irse lo destrozaba, pero entendía que debía darle su espacio para decidir.

—Tal vez... necesito un momento a solas —murmuró Aquino, susurrando casi para sí mismo, pero lo suficiente para que Mictia y Duxo lo oyeran. Sin esperar una respuesta, salió de la casa y se quedó en ese pequeño jardín mientras observaba su alrededor. El lugar era tranquilo, rodeado de plantas y con una vista abierta al horizonte.

Sentado en el pasto, Aquino dejó que sus pensamientos fluyeran libremente. Recordó a su yo anterior, al guerrero implacable que había sido, a la máquina de matar que no conocía otra cosa que la batalla. Pero ahora, después de haber experimentado el amor, la amistad y la traición, se daba cuenta de que ya no era esa persona. Había cambiado, se había transformado en alguien que no solo luchaba por sobrevivir, sino que también anhelaba algo más, algo que nunca antes había conocido.

El Duxo de este mundo le había mostrado cosas que el Duxo de su mundo nunca le había dado: calidez, amor, vulnerabilidad. Pero también lo había traicionado, algo que aún no podía perdonar del todo. ¿Podía realmente regresar a su mundo y volver a ser el mismo de antes, sabiendo todo lo que ahora sabía? ¿Quería hacerlo?

Con cada recuerdo que surgía, Aquino se daba cuenta de que la persona que era ahora no encajaba en su viejo mundo. Tal vez ya no era solo una máquina para matar. Tal vez, después de todo, había algo más en él, algo que no podía simplemente ignorar.

Con pasos decididos, regresó a la casa, donde Mictia y Duxo esperaban. Sabía que la conversación que vendría no sería fácil, pero estaba listo para enfrentarla, para encontrar su propio camino entre dos mundos que, de alguna manera, ya habían dejado una marca indeleble en su alma.

Again? [Duxino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora