Capitulo 18

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En la penumbra de su habitación, Mictia estaba inmersa en la complejidad del antiguo libro de hechizos, con las páginas abiertas frente a ella y la luz de las velas proyectando sombras danzantes que parecían susurrar secretos. Horas habían pasado, pero el conjuro de silencio seguía eludiendo su comprensión. Sin embargo, la determinación de Mictia, alimentada por su preocupación por Aquino, no la dejó rendirse.

De repente, como si el propio libro respondiera a su persistencia, las letras comenzaron a moverse, retorciéndose en formas desconocidas, vivas, desafiando toda lógica. Un escalofrío recorrió su espalda, pero en lugar de detenerse, cerró los ojos, concentrando toda su energía en el hechizo. La atmósfera en la habitación se volvió más densa, el aire parecía vibrar con una fuerza invisible que intentaba detenerla, pero Mictia no cedió. Con un último esfuerzo, lanzó un contrahechizo y sintió cómo la barrera mágica que protegía el conjuro se rompía.

Al abrir los ojos, la página frente a ella ya no era la misma. Los símbolos que ahora adornaban el pergamino eran antiguos, oscuros, cargados de una energía que Mictia reconoció al instante. Eran marcas utilizadas para ocultar los secretos más sombríos. Y en medio de ellas, un nombre que la dejó helada: Duxo.

El corazón de Mictia latió con fuerza. No quería creerlo, pero la verdad se desplegaba ante sus ojos. "Duxo lanzó este hechizo...", pensó con incredulidad. Pero lo que descubrió a continuación fue aún más devastador. Las palabras ocultas bajo el conjuro revelaban el conocimiento que Aquino tanto había buscado: la manera exacta de viajar entre universos, la clave para regresar a su hogar.

Sin perder un segundo, Mictia corrió hacia la puerta, su mente girando con la necesidad de encontrar a Aquino. Cuando lo vio en el camino, su corazón latía con una intensidad que le dificultaba respirar. —¡Aquino!— gritó con una urgencia que lo hizo detenerse en seco.

—¿Qué pasa, Mictia?— Aquino le respondió, preocupado por la intensidad en su voz.

—Rompí el hechizo... y encontré las páginas ocultas— Mictia dijo, su voz temblando. —Aquino, el hechizo lo lanzó Duxo. Él es el responsable de ocultar la información que necesitas para volver a tu universo.

Las palabras golpearon a Aquino como un rayo. El mundo a su alrededor se desmoronó en ese instante, su mente negándose a aceptar la realidad que Mictia le revelaba.

—Duxo... ¿por qué?— murmuró, su voz quebrándose bajo el peso de la traición.

Mictia lo miró, sus ojos reflejando la misma confusión y dolor. —No lo sé, Aquino. Pero las páginas contienen las instrucciones que necesitas. Duxo sabía lo que significaban para ti y aun así decidió ocultarlas— dijo con una voz cargada de dolor.

Aquino sintió un nudo en la garganta mientras las lágrimas amenazaban con escapar. Intentó mantener la calma, pero la tormenta de emociones dentro de él lo desbordaba. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y corrió hacia casa, su corazón latiendo desbocado por la ira y el dolor. Tenía que enfrentarse a Duxo, exigirle respuestas.

Cuando llegó a la casa, abrió la puerta de golpe, encontrando a Duxo sentado tranquilamente en el sofá. Pero Aquino ya no podía ver esa calma; todo lo que veía era la traición.

—¡Duxo!— gritó con una furia que hizo eco en las paredes.

Duxo levantó la vista, al principio sonriendo al verlo, pero su expresión cambió al instante cuando notó la rabia en los ojos de Aquino. —¿Qué sucede? ¿Por qué estás tan alterado?— preguntó, preocupado.

—¡Tú lo sabías! —Aquino gritó, su voz quebrándose—. ¡Sabías que esas páginas eran la clave para que yo volviera a mi universo y las ocultaste! ¿Por qué, Duxo? ¿Por qué me harías algo así?

Duxo se levantó rápidamente, intentando acercarse a Aquino, pero él retrocedió, manteniendo la distancia entre ambos. —Aquino, no es lo que piensas... —comenzó Duxo, con una voz suave, intentando calmarlo—. Lo hice porque te amo. No quería que te fueras. Quería que te quedaras aquí conmigo— admitió, su voz llena de desesperación.

—¡¿Y pensaste que mentirme y manipularme era la forma de lograrlo?!— espetó Aquino, sus ojos llenos de lágrimas que finalmente no pudo contener.

Duxo extendió una mano, desesperado por alcanzarlo. —Por favor, Aquino, no quise hacerte daño. Todo lo que hice fue por amor... Fue por nosotros...

—¿¡Por nosotros!? Lo hiciste por ti, Duxo— Aquino respondió, su voz rota por el dolor—. Te di mi confianza, mi lealtad, y todo mi amor. Lo di todo por ti... —las lágrimas rodaban por su rostro mientras hablaba. El dolor y la furia lo consumían, y sabía que no podía quedarse allí, no después de todo lo que había descubierto. Con un último suspiro de tristeza y decepción, Aquino se dio la vuelta y salió de la casa, dejando a Duxo solo.

Mientras la puerta se cerraba con un golpe sordo, algo dentro de Aquino se rompió definitivamente. Caminó, alejándose, sin mirar atrás, sabiendo que con cada paso se alejaba no solo de la casa, sino también del amor que alguna vez lo había llenado de felicidad.

En el interior, Duxo quedó inmóvil, observando la puerta cerrada. Su cuerpo comenzó a temblar mientras las lágrimas caían sin control. La respiración se le cortaba, el dolor lo ahogaba. Había perdido lo que más amaba por su propio egoísmo, por intentar retener lo que debía haber dejado libre.

Había querido tanto proteger a Aquino, pero al final, solo había logrado alejarlo. Y ahora, en la soledad de la casa que alguna vez compartieron, Duxo entendió que su peor error no fue su amor, sino su incapacidad de ver a Aquino como la persona que realmente era, y no como el reemplazo de alguien más. "Si lo amas, debes dejarlo ir", pensó, pero sabía que ya era demasiado tarde.

Again? [Duxino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora