Capitulo 19

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Aquino vagaba sin rumbo, el corazón palpitándole con una intensidad casi dolorosa. Cada paso era un esfuerzo titánico por contener una marea de emociones que amenazaban con desbordarse. Sentía una mezcla abrumadora de enojo, tristeza, traición y decepción. Los recuerdos de la traición de Duxo se entrelazaban con el dolor crudo en su pecho, y el llanto había cesado, dejando solo una sensación de vacío.

Finalmente, su mente hizo la única elección que le parecía viable: ir donde Mictia, quien, en medio de esta tormenta, era su única esperanza. Se dirigió hacia su casa, el corazón pesado pero con una necesidad urgente de claridad.

Tocó la puerta suavemente, temeroso de romper el frágil control que intentaba mantener. Al abrirse, Mictia lo recibió con una mirada compasiva y un tono suave que reflejaba su preocupación. —Aquino...— dijo, notando la tristeza en sus ojos. Lo invitó a pasar, evitando mirarlo directamente, como si temiera que una sola mirada pudiera desmoronar la fachada de control que él intentaba sostener.

—Necesito volver a mi mundo— murmuró Aquino, su voz cargada de una firmeza que apenas lograba ocultar la vulnerabilidad que se agazapaba debajo—. No puedo quedarme aquí después de lo que Duxo hizo.

Mictia lo observó en silencio, captando la rigidez en su postura y el temblor en sus manos. —Lo entiendo— respondió con suavidad—, pero... ¿es eso realmente lo que quieres?

Aquino apretó los puños, su mirada fija en el suelo. —No veo otra opción. Él me traicionó, Mictia. No puedo seguir aquí sabiendo que todo lo que compartimos estaba basado en una mentira.

El silencio se volvió denso, casi palpable. Mictia dio un paso hacia él, colocando una mano en su hombro, ofreciendo un consuelo silencioso. —Sé que te duele... Pero también sé que amas a Duxo. Lo que hizo estuvo mal, no voy a justificarlo, pero... ¿realmente quieres irte sin darle una oportunidad de explicarse, sin siquiera intentar entender por qué lo hizo?

Aquino cerró los ojos con fuerza, las lágrimas amenazando con escapar de nuevo. —Lo sé, pero... No puedo pensar con claridad ahora. Todo está tan confuso. Una parte de mí quiere escucharle, quiere creer que aún podemos arreglar esto...— su voz se quebró, pero se obligó a recomponerse—. Pero la otra parte solo quiere huir, alejarme de este dolor.

Mictia lo abrazó suavemente, ofreciendo un refugio en medio de la tormenta emocional. —Aquino, sea cual sea tu decisión, la respetaré. Pero solo te pido que no tomes una decisión apresurada por el dolor del momento. Date tiempo para entender lo que sientes realmente, para que puedas hacer lo correcto, no solo para ti, sino también para él.

Aquino asintió lentamente, aunque su mente seguía agitada, un torbellino de pensamientos encontrados. La traición de Duxo lo llenaba de ira y decepción, pero el amor que aún sentía por él seguía vivo, una llama que se negaba a extinguirse.

—No sé qué haré— admitió finalmente, su voz apenas audible—, pero necesito tiempo... y espacio. No puedo pensar con claridad estando aquí.

Mictia lo soltó, dándole un leve apretón en el brazo. —Tómate el tiempo que necesites. Yo estaré aquí para lo que decidas.

Mientras Aquino se alejaba, su mente seguía acosada por pensamientos dolorosos. Quería dejar atrás todo, regresar a su universo, pero sabía que el vínculo con Duxo no se rompería tan fácilmente. A pesar de su dolor, el amor que sentía seguía atado a su corazón, complicando aún más su decisión.

En la casa, Duxo permaneció inmóvil, sus paredes, antes acogedoras, se sentían como una prisión asfixiante. El eco de la puerta al cerrarse resonaba en su mente, marcando el momento en que Aquino se había ido, llevándose consigo la última chispa de esperanza que Duxo había tenido. Se dejó caer en el sofá, su cuerpo temblando mientras las lágrimas finalmente brotaban sin control.

No podía creer la magnitud de su error. Todo lo que había hecho, cada mentira, cada ocultación, había sido impulsado por el miedo a perder a Aquino. Ahora, al mirar la habitación vacía, entendió la amarga verdad: su miedo había causado exactamente lo que temía.

—Lo perdí...— susurró, su voz ahogada entre sollozos—. Lo perdí al no ver más allá de mi miedo...

Las palabras sonaban vacías, pero el dolor de su significado era inmenso. Duxo se dio cuenta de cuánto había proyectado sus propios miedos y deseos sobre Aquino, ignorando la persona que realmente era, con sus propios sueños y sentimientos. Había intentado retenerlo, pero lo único que logró fue alejarlo.

—Aquino... no eres un reemplazo...— murmuró entre lágrimas, como si al decirlo pudiera encontrar algo de redención—. No eres alguien que pueda encerrar en mi mundo, no eres un sustituto de lo que perdí antes...

Entendió con una claridad dolorosa que había intentado llenar el vacío en su corazón con Aquino, sin considerar que él era una persona completa, con su propia vida. Una vida que Duxo había intentado robar al retenerlo.

—Eres alguien libre, con sueños, con un mundo del que te arranqué...— se cubrió el rostro con las manos, su voz perdida entre el llanto—. Y en mi desesperación por no perderte, te empujé más lejos. Te herí, te traicioné, y ahora... ahora te he perdido.

Duxo sintió cómo cada fibra de su ser se rompía bajo el peso de su error. Había querido proteger lo que tenían, pero su ceguera lo había destruido. Aquino no era solo una pieza para llenar un vacío, sino una persona con derecho a su propio camino.

—Tengo que encontrarlo...— susurró con una nueva resolución—. Tengo que pedirle perdón, suplicarle que me escuche... no para retenerlo, sino para que sepa que lo amo, que lo amo por quien es, no por lo que perdí.

Duxo se levantó, temblando pero decidido. Sabía que no podía deshacer el daño, pero estaba dispuesto a buscar a Aquino, a hacer todo lo necesario para demostrarle que había aprendido de su error y que su amor era real, no un deseo egoísta.

Again? [Duxino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora