Capitulo 16

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Aquino no podía sacarse de la cabeza lo que había ocurrido en la casa de Mictia. A pesar de sus intentos de ignorar las sospechas, el peso de la incertidumbre se hacía cada vez más insoportable. Esa tarde, decidió volver a la casa de Mictia. Necesitaba respuestas, pero también necesitaba alguien en quien confiar.

Cuando llegó, Mictia estaba sentada en el jardín, leyendo un libro. A su lado, Soaring descansaba despreocupadamente en una silla, tarareando una melodía alegre. Aquino se detuvo un momento, observando la escena con una mezcla de nostalgia y envidia por la paz que ambos parecían tener.

—¡Aquino! —exclamó Soaring al verlo acercarse—. Justo a tiempo. Mictia y yo estábamos pensando en hacer algo divertido esta tarde. ¡Únete a nosotros!

Aquino forzó una sonrisa. —No quiero interrumpir...— comenzó a decir, pero Soaring lo interrumpió con una carcajada.

—Interrumpir, ¡nada de eso! Ven, siéntate un rato con nosotros. Seguro que Mictia no se molestará.

Mictia levantó la vista del libro y le sonrió a Aquino. —Claro que no. De hecho, iba a preguntarte si te sentías mejor. Parecías preocupado la última vez que hablamos.

Aquino se dejó caer en la silla junto a ellos, su mente aún enredada en los pensamientos sobre Duxo. Soaring, siempre perceptivo, notó la tensión en Aquino y cambió de tema, intentando aligerar el ambiente.

—¿Sabes, Aquino? Creo que deberías ponerte al corriente con todo ¿Qué tal si te cuento cuando fui a explorar con Estailus? —dijo Soaring con un brillo travieso en los ojos.

Aquino asintió, agradecido por la distracción. Soaring comenzó a narrar una historia divertida sobre una de sus aventuras pasadas, donde decidió confiar en Estailus pero este le coló un montón de minas haciendo explotar todo. A medida que Soaring hablaba, Aquino no pudo evitar pensar en su situación con Duxo. La historia era un recordatorio sutil de la importancia de la confianza y desconfianza, pero también le hizo cuestionar aún más si estaba haciendo lo correcto al dudar de Duxo.

Después de un rato, Soaring se despidió, dejando a Aquino a solas con Mictia. Aprovechando el momento, Aquino decidió abrirse un poco más.

—Mictia, necesito tu ayuda de nuevo— dijo con voz seria, sacando el libro de hechizos que había traído consigo. —Anoche, estuve pensando mucho en lo que me dijiste sobre Duxo. Quiero confiar en él, pero hay algo que no me deja estar en paz. Necesito entender lo que está escrito aquí. Tal vez me ayude a aclarar mis dudas.

Mictia tomó el libro entre sus manos y lo examinó en silencio. Luego, lo cerró suavemente y miró a Aquino con empatía.

—Sé que es difícil, Aquino. Pero la magia no siempre tiene todas las respuestas. A veces, la verdad está más allá de lo que podemos ver o leer en un libro— dijo Mictia con suavidad, tratando de consolarlo.

—Lo sé, pero necesito saberlo. No puedo seguir así— respondió Aquino, su voz cargada de determinación.

Mictia asintió, respetando su deseo de continuar. Juntos, comenzaron a explorar más a fondo el contenido del libro, intentando descifrar los hechizos que podrían estar relacionados con el viaje de Aquino a este universo.

Pasaron horas sumidos en sus investigaciones, hasta que Aquino sintió que ya era suficiente por un día. Se despidió de Mictia con una promesa de volver al día siguiente. Al salir de la casa, se topó con Duxo, que venía en su búsqueda.

—Ah, aquí estás— dijo Duxo con una sonrisa, aunque había una leve sombra de preocupación en sus ojos. —Te estuve buscando. Pensé que podríamos pasar un rato juntos, como solíamos hacerlo.

Aquino asintió, sintiendo una mezcla de alivio y culpa al ver la preocupación en Duxo. —Claro, me encantaría— respondió, aunque una parte de él seguía luchando con las dudas.

Caminaron juntos por el bosque, conversando sobre cosas triviales. Duxo intentaba mantener la conversación ligera, pero Aquino estaba demasiado distraído. En un momento, Duxo se detuvo y miró a Aquino con seriedad.

—Aquino, ¿estás bien? Siento que estás distante... ¿He hecho algo mal? —preguntó, su voz cargada de una vulnerabilidad que Aquino no había visto antes.

Aquino se detuvo también, mirando a Duxo a los ojos. En ese instante, deseó poder confesarle todo, abrirle su corazón y dejar que la confianza restableciera el equilibrio entre ellos. Pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta.

—No, Duxo. No has hecho nada mal— dijo finalmente, tomando su mano con una suavidad que no reflejaba la tormenta interna que sentía. —Solo... tengo muchas cosas en la cabeza.

Duxo sonrió, aunque la inquietud no desapareció por completo. —Está bien. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre— dijo, apretando su mano con firmeza.

Aquino asintió, pero en su mente, las dudas seguían girando como un torbellino. El amor que sentía por Duxo era profundo, pero las sospechas continuaban socavando su confianza. Mientras caminaban de regreso a casa, Aquino no pudo evitar pensar en el libro y en lo que podría descubrir. Sabía que debía continuar su investigación, pero también sabía que, si seguía por ese camino, podría arriesgarlo todo.

Again? [Duxino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora