Capítulo 25

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"Bienvenido."
Duxo estaba en casa, envuelto en un ambiente de serenidad y melancolía mientras organizaba y limpiaba. La luz cálida del atardecer se filtraba a través de las ventanas, bañando el espacio en un resplandor dorado que contrastaba con la atmósfera de nostalgia que él sentía. El suave aroma a cera y madera pulida llenaba el aire, mezclado con el delicado olor de los recuerdos que flotaban en cada rincón. Entre las cosas desordenadas, encontró una prenda que le pertenecía a Aquino. Era un trozo de su vida, un recordatorio tangible de alguien que había ocupado un lugar especial en su corazón.

Duxo miró la ropa con una mezcla de tristeza y nostalgia. Sus ojos se posaron en la tela como si esperaran encontrar en ella alguna pista de lo que había sido, mientras un suspiro profundo escapaba de sus labios. Una pequeña sonrisa triste se dibujó en su rostro, un reflejo de los sentimientos contradictorios que se agolpaban en su pecho. Aunque Aquino se había ido hacía unos días, la realidad de su ausencia era dolorosa y constante. Decir que no lo extrañaba sería una mentira, pero a pesar de la separación, Duxo sentía una profunda felicidad por el camino que Aquino había decidido tomar.

Duxo deseaba con todo su ser volver a verlo, tenerlo cerca y compartir su vida nuevamente. Pero, a pesar de su anhelo, entendía que no sería correcto forzarlo ni llenar su vida de mentiras para retenerlo a su lado. Si Aquino decidía regresar, sería porque así lo elegía él. El entendimiento de esta verdad estaba arraigado en lo más profundo de su ser, y aunque le costaba aceptarlo, Duxo sabía que el amor verdadero también significa permitir que el otro sea libre.

Después de terminar de organizar sus pertenencias, Duxo decidió salir. Había una tarea importante que debía enfrentar, una que requería hacerlo solo. Se dirigió a la casa de Aquino, un lugar que había sido testigo de su amor y amistad. Aquel enorme y hermoso árbol que seguía lleno de vida. Al entrar, comenzó a limpiar y restaurar el lugar con una meticulosa dedicación. Cada movimiento era un acto de amor y respeto hacia lo que había sido y lo que aún significaba para él.

Cuando terminó, observó a su alrededor. El lugar estaba limpio y ordenado, y el ambiente irradiaba una sensación de calma y cierre. Duxo respiró profundamente, sintiendo que había hecho lo que debía. Miró hacia el árbol, ese símbolo silencioso de su amor por Aquino, y comenzó a hablar con una voz cargada de emoción y lágrimas.

—Aquino... si me escuchas, quiero despedirme. Sé que te he estado evitando, y realmente lo siento...— dijo, su voz temblando mientras tomaba aire para continuar.

—Me ha costado mucho decirte adiós. Aferrarme a la idea de que aún estabas aquí me permitió ignorar la verdad y, en el proceso, lastimé a quien más amaba. Pero he comprendido que amar también es saber soltar... Así que quiero despedirme y decirte adiós. No te preocupes, tu memoria nunca será olvidada, ¿de acuerdo?— dijo, entre lágrimas, finalmente liberando a su primer amor y amigo de su corazón.

Secó sus lágrimas con cuidado y salió de la casa, dejando atrás el lugar que había sido testigo de su amor. Se comprometió a regresar de vez en cuando para limpiar y mantener el lugar en honor a su memoria. Era su amigo, y el amor que sentía por él merecía ese respeto. Con el alma un poco más libre, Duxo regresó a casa para descansar. La jornada había sido agotadora, pero había aprendido mucho y estaba listo para continuar con su vida. Aferrarse a la esperanza de que todo volviera a ser como antes era inútil. Así que soltó lo que le pesaba en el corazón, preparado para seguir adelante con su vida.

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Días después, mientras Duxo se preparaba para una excursión a una mina en busca de hierro, el sonido inesperado de un toque en la puerta interrumpió su concentración. Al abrirla, su corazón casi se detuvo al ver a Aquino de pie en el umbral, de vuelta de su mundo. La incredulidad se convirtió en alegría pura mientras Duxo se lanzaba a abrazarlo con una emoción que solo el amor verdadero puede inspirar.

—¡Aquino! ¡Volviste!— exclamó con una alegría desbordante, abrazándolo con todas sus fuerzas.

Aquino correspondió el abrazo con la misma intensidad, y cuando se separaron, sus miradas se encontraron con una profundidad inigualable.

—Duxo, te he amado a ciegas, con dudas, como amigo y como amante. Te he amado en todas las formas posibles, y sé que en todas las vidas iré a buscarte para amarte de nuevo. Retando todas las reglas del universo o el multiverso, estoy aquí para ofrecerte mi amor incondicional. ¿Te gustaría compartir mi vida contigo hasta el fin de los tiempos?

Con una mirada llena de emoción, Aquino bajó su mascarilla, y ambos unieron sus rostros en un beso tierno y lleno de promesas. En ese momento, el mundo a su alrededor desapareció, y solo quedó el profundo y eterno amor que compartían, sellado en ese beso que marcaba el comienzo de una nueva y esperanzadora etapa en sus vidas.

Fin.

Again? [Duxino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora