Capítulo 8: Coronel Matt

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                                    Matt

Ocho años antes.

— ¡¡Matt!!

La voz chillona de Nicole resuena por toda la casa.

— ¿Qué? — dije impaciente.

— Ves, no te importo.

— Claro que si.

Claro que no, dios. Era insoportable, lo último que podría importarme en mi vida era Nicole.

— Estamos casados.

— Felicidades, si no me dices no me entero.

— ¿Podrías finjir que te importa un momento nuestro matrimonio?.

—  Bien — suspiré.

— Tenemos problemas Matt y no los resolvemos.

— Si — dije secostandome en la cabecera del sofá.

— Es como si estuviéramos viviendo cada uno su propia vida.

— Tienes razón.

— Te la pasas de fiesta en fiesta con tus amigos y no me das atención.

— Claro.

— Hago todo lo que puedo por ti y por mi, por nosotros.

— Felicidades.

— ¿Siquiera te importo?

— Claro que no.

— ¿Qué? ¿Me estas escuchando?

— No, claro que no.

— ¡¡Matt despertate!!

Abro los ojos del susto. Que pesada, ya me estaba por dormir. Sea quien sea que dijo que el patrimonio daba la felicidad, no conocía la verdadera felicidad. ¿Porqué tenía que pasar por esto a mis diecinueve años?.

— Escucha Nicole, por muy entretenía que sea esta charla. Me estoy muriendo de la resaca y lo menos que necesito en este momento, son tus reclamos.

— ¿Ahora tengo la culpa? — se le llenan los ojos de lagrimas.

— Por dios, que me caiga un rayo — suspiré cansado —. Nicole, no pongas palabras que nunca dije en mi boca.

— Soy tu esposa.

— Si, ya todos los sabemos. No es sorpresa.

— Y tu mi esposo.

— Por favor, no me lo recuerdes.

— ¡¡Matt!! — dice llorando.

— Esta bien, me callo — puse los ojos en blanco —. No es momento para bromas.

— Eres un idiota, estúpido, mal parido, egoísta y un...

— multimillonario, coronel del EEFA, militar de alto rango, fisico y apariencia que muchos envidian, uno de los mejores partidos para el matrimonio y que ahora es tu esposo — termine por ella con una sonrisa.

— Qué humilde — ironisa.

— Nunca eh necesitado de la humildad, cuando soy el mejor en todo — dije sincero.

— ¿Qué piensas hacer cuando tengamos hijos? — menciona de sorpresa.

— ¿Hijos?¿Míos?¿Yo?¿padre?

Ohh, no, no, no, no, no y no. Lo menos que iva a tener y que no estaba ni serca de mis planes, era tener un par de demonios de tasmania corriendo por toda la casa miéntras gritaban: ¡Papi!¡Papi!¡Papi!

La vida no es de color rosa[+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora