Capítulo 2

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Mientras me dirigía hacia el edificio del helipuerto, arrastrando mi pequeña maleta y con un nudo en la garganta, no pude evitar sentir un doloroso vacío por haber dejado atrás a Mason y a Juliette

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Mientras me dirigía hacia el edificio del helipuerto, arrastrando mi pequeña maleta y con un nudo en la garganta, no pude evitar sentir un doloroso vacío por haber dejado atrás a Mason y a Juliette. 

Era la primera vez que me separaba de ellos desde que nuestra hija nació. Extrañaría sus risas, sus abrazos, y esa sensación reconfortante de estar en casa. Igual estaba exagerando, solo me iba un fin de semana, pero no podía evitar sentirme así.

Recordaba claramente la despedida en el aeropuerto: Juliette con sus ojos llenos de lágrimas, abrazándome con fuerza como si no quisiera dejarme ir, sin entender muy bien a donde me marchaba,  y Mason, con esa mirada llena de amor y confianza, asegurándome que todo estaría bien. 

El trajín de emociones se detuvo por un momento cuando vi a Helena apoyada en la puerta de su coche, esperándome con una sonrisa enorme. No pude evitar sentir una oleada de cariño al verla, siempre tan dulce y cariñosa.

Corrí hacia ella sin pensarlo dos veces, y antes de que pudiera decir una palabra, ya estábamos envueltas en un abrazo cálido y reconfortante. 

—¡Bianca, cariño! —exclamó con alegría, apretándome con fuerza. —No sabes lo contenta que estoy de verte aquí.

Su abrazo era como un bálsamo para el alma, y me sentí instantáneamente más relajada y feliz. Sabía que podía contar con ella para cualquier cosa, como siempre.

—¿Y mi querida nieta? —frunce el ceño.

—Los padres de Mason iban a pasar el fin de semana en casa, así que he pensado que era mejor que se quedara con ellos, ya sabes, Mónaco puede ser un poco difícil en estas fechas —digo, refiriéndome a la carrera.

—Oh, claro —asintió comprensiva. —Es una pena que no esté aquí, pero entiendo completamente. La seguridad siempre es lo primero, ¿verdad?

Asentí con una sonrisa de agradecimiento por su comprensión. 

—Exactamente, querida —respondí. —Además, seguro que lo pasa genial con sus abuelos.

Caminamos juntas hacia su coche, con el sol brillando sobre nuestras cabezas y una brisa suave jugueteando con nuestros cabellos. El trayecto hasta el apartamento de mi padre fue tranquilo, con Helena y yo compartiendo anécdotas sobre las ultimas semanas en las que no nos habíamos visto.

Finalmente llegamos al edificio donde estaba el apartamento de mi padre. Aparcamos el coche y subimos por el ascensor.

Cuando llegamos al apartamento, Helena sacó las llaves y abrió la puerta con un clic suave. Entramos juntas y nos encontramos con un espacio acogedor y familiar, lleno de recuerdos de nuestra familia.

—Hogar, dulce hogar —murmuré con una sonrisa mientras echaba un vistazo alrededor. Todo estaba exactamente igual que lo recordaba, desde los muebles hasta los cuadros en la pared.

RED LOVE - CHARLES LECLERCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora