Capítulo 15

859 52 2
                                    

Abro los ojos con un sobresalto cuando siento una mano suave sacudiéndome

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abro los ojos con un sobresalto cuando siento una mano suave sacudiéndome. Parpadeo un par de veces, tratando de enfocar la figura borrosa frente a mí.

—¿Qué... qué pasa? —murmuro, luchando contra el frío que me atraviesa hasta los huesos.

Bianca está de pie junto al sofá, con una expresión de preocupación en su rostro.

—Charles, estás temblando. Tienes fiebre alta —dice, su voz suave y llena de preocupación.

Me incorporo lentamente, sintiendo cómo mis dientes castañetean con el frío.

—Mierda... ¿qué hora es? —pregunto, frotando mis manos contra mis brazos para tratar de generar algo de calor.

—No importa la hora. Necesitas medicarte y volver a la cama —responde, extendiéndome un par de pastillas y un vaso de agua.

—Ya estoy en la cama —digo obvio.

—A tú cama —recalca— yo puedo quedarme aquí y...

Hago una mueca cuando noto lo sudado que está el sofá por mi fiebre.

—¿Por qué no dormimos juntos en mi cama? —sugiero.

Bianca frunce el ceño, claramente indecisa.

—No creo que sea una buena idea —responde con cautela.

—Vamos, no soy un monstruo. Prometo no morder... demasiado fuerte —bromeo, intentando que ceda.

Ella suelta una risita, pero aún parece incierta.

—Vamos, Bibi, mira cómo estoy. Estoy hecho un desastre —protesto, intentando apelar a su compasión—. Estoy ardiendo de fiebre, tengo frío, y estoy tan débil que ni siquiera puedo levantarme del sofá sin tambalearme como un borracho.

—Está bien, pero solo por esta noche —dice finalmente, con un suspiro resignado—. Pero si te pones peor, vamos directos al hospital.

Caminamos juntos hacia la habitación, y aunque el trayecto es corto, siento como si me costara un esfuerzo sobrehumano mantenerme en pie. Bianca me sostiene del brazo con delicadeza, como si temiera que en cualquier momento pueda derrumbarme.

Al llegar a la habitación, me ayuda a meterme bajo las sábanas, tiritando de frío y con el cuerpo ardiendo por la fiebre. Me acomodo lo mejor que puedo, sintiendo un alivio instantáneo al estar bajo las mantas.

Se sienta en el borde de la cama, mirándome con preocupación.

—¿Estás cómodo? —pregunta.

—Sí, gracias —respondo, aunque sé que no podría estar cómodo ni en las circunstancias más ideales.

Se levanta de la cama y se dirige hacia el armario, sacando una manta adicional que coloca con cuidado sobre mí.

—Trata de descansar, ¿vale? Voy a quedarme aquí contigo —dice, su voz suave y reconfortante.

RED LOVE - CHARLES LECLERCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora