Capítulo 7

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Al día siguiente, la locura habitual previa a un día en el mar estaba en pleno apogeo

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Al día siguiente, la locura habitual previa a un día en el mar estaba en pleno apogeo. Los chicos se movían de un lado a otro como pollos sin cabeza, cargando bolsas y asegurándose de que teníamos todo lo necesario para nuestra excursión en el Mediterráneo.

Habíamos alquilado un barco para pasar el día, y la emoción era palpable mientras nos dirigíamos al puerto. El sol brillaba con fuerza y el cielo estaba despejado, prometiendo un día perfecto para navegar y disfrutar del clima veraniego.

—Buenos días —Charles apareció, cruzándose conmigo en el pasillo.

—Hola.

Continué mi camino, sin dejarle tiempo para que continuara hablando, hasta que llegué a mi habitación. Ya tenía mi bolsa preparada, y solamente tenía que llevarla hasta el coche. Cuando regresé, él seguía en el mismo sitio.

—¿Lista para un día en el mar? —preguntó.

—Lista para resistir a la tentación de tirarte por la borda —rodé los ojos, caminando hasta el coche de Max y Olivia.

Charles rió, una risa que me resultaba sorprendentemente reconfortante.

—Eso no suena como una promesa muy tentadora —bromeó, siguiéndome hacia el coche.

Guardé mi bolsa en el maletero y le lancé una mirada. Él iba a ir en su coche, pero yo me subí en los asientos traseros del de Max, dejando que la pareja se colocara delante.

Nos dirigimos hacia el lugar donde estaba amarrado nuestro barco, un elegante yate que lucía imponente sobre las tranquilas aguas del puerto. El capitán nos recibió con una sonrisa y nos ayudó a abordar, mientras el resto del grupo se acomodaba y comenzaba a hacer planes para el día.

Me tumbé con Naia en la parte delantera. Mientras me contaba como Owen llevaba la guardería, yo escuchaba con atención. Era reconfortante escucharla hablar sobre su familia, y me alegraba por ellos. Sabía que mi pequeña Juliette tendría pronto su propia aventura en la guardería el próximo año, y me emocionaba pensar en todas las experiencias que le esperaban.

Conversamos animadamente mientras el barco avanzaba suavemente por las aguas cristalinas del Mediterráneo. La brisa marina jugaba con nuestros cabellos y el sol acariciaba nuestras pieles, creando un ambiente relajante y lleno de energía positiva.

Mientras tanto, los chicos se ocupaban de preparar algunas bebidas y aperitivos para disfrutar durante el viaje.

Mientras tanto, Naia decidió acompañar a Carlos, dejándome un momento a solas. Observé cómo se alejaban juntos, riendo y disfrutando de su compañía. Aunque me quedé sola en la proa del barco, no me sentí incómoda. Por el contrario, aproveché esos momentos de tranquilidad para absorber la belleza del paisaje marítimo que se extendía ante mis ojos.

El sonido suave de las olas rompiendo contra el casco del barco y el suave murmullo del viento me envolvían, creando una atmósfera de paz y serenidad. Me senté en el borde del barco, dejando que mis pies balancearan ligeramente sobre el agua mientras contemplaba el horizonte infinito.

RED LOVE - CHARLES LECLERCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora