Capítulo 5: ella otra vez.

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Alix dejó las llaves encima del cesto al tiempo que cerraba la puerta con la otra mano. Saludó para indicar que había llegado por fin pero notó enseguida la presencia de su padre, que parecía hablar con alguien. Agudizó el oído hasta comprender que se trataba de una llamada telefónica, por lo que dejó la mochila cerca de las escaleras, donde no fuera un estorbo, y se acercó a la cocina.

—Te dejo, acaba de llegar mi hija —dijo nada más verla y saludarla con un gesto de la mano—. Sí. Descuida, en cuanto sepa algo te lo haré saber. —Luego de colgar, le cambió la expresión de la cara. Corrió hasta su hija y ambos se dieron un fuerte abrazo—. Mi pequeña Alix, ¿qué tal estás hoy? ¿El instituto bien?

—¡Genial, papá! No solo el ambiente es tranquilo, ¡he conseguido que me acepten en el periódico! ¡Lo conseguí!

—¡Esa es mi hija! —El hombre, que le sacaba unos pocos centímetros, la espachurró entre sus brazos con más fuerza—. ¿Ves? ¿Qué te dije? ¡Que aquí ibas a estar en tu salsa!

—Nunca dude de tu palabra, no señor. —La muchacha le agarró con cuidado y le hizo la cerilla en el pelo, cosa que hizo que el hombre compusiera una pequeña mueca en su rostro—. Mamá ha dejado comida preparada, ¿la caliento y empiezas sin ella? Te aviso que va a llegar bien tarde.

—Ah, no te preocupes. Ya lo hago yo —se ofreció—, tú empieza a poner la mesa y nos repartimos tareas.

Así hicieron. Cuando todo estuvo listo, padre e hija se sentaron y el hombre comenzó a comer sin más demora. El trabajo de su padre era algo pesado por lo que le contaba, por eso solía comer a una hora más tarde. «Al estilo español», decía muchas veces. Allí, en ese país, había conocido a su madre, según lo que le habían contado a ella. Conforme devoraba a toda velocidad la comida su padre rompió el silencio por fin.

—Tus compañeros son agradables, ¿no?

—Muy agradables, salvo algún par que parecen sacados de un loquero —dijo al recordar a Kara que, para su sorpresa, había resultado ser su vecina, cosa que comprobó al regresar a casa—, pero el resto han sido muy simpáticos. De hecho ha sido gracias a Daisy, que me ha presentado ante la encargada del periódico, que he conseguido entrar. Ah, y he quedado con un amigo sobre las seis y media.

—Un amigo, ¿eh?

Alix entrecerró los ojos al averiguar por donde iban los tiros de su padre.

—Solo es un amigo. ¡Si acabo de conocerlo hoy mismo! Aunque no te voy a negar que es muy mono.

—Ah, de ahí al amor hay un paso.

—¡Que no es eso, papá!

Entre risas, los dos entraron en una pequeña refriega amistosa hasta que el hombre terminó de comer, momento en el que Alix le ayudó a despejarlo todo para cuando llegara su madre y aliviarle un poco el trabajo. Cuando todo estuvo recogido y ordenado, la chica rubia subió escaleras arriba, dejó la mochila aparcada a un lado y puso a punto su cámara para tenerla preparada antes de la cita con Hunter.

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