Capítulo 11: prueba de sangre.

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Como cada mañana entre semana, Alix salió de su casa en dirección al instituto

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Como cada mañana entre semana, Alix salió de su casa en dirección al instituto. La diferencia con los días anteriores fue que Kara la esperaba sentada en su portal. Sonrió al verla y se levantó hasta colocarse a dos metros de distancia de ella, saludó con algo de timidez y emprendió la marcha a su lado.

—No te importa que vayamos juntas a clase, ¿verdad?

—¡En absoluto! —dijo a toda velocidad, aunque prefirió alejarse unos centímetros más para concederle espacio—. ¿Estoy bien así o...?

—No te preocupes, —giró la cabeza hacia la derecha a gran velocidad antes de volver a mirar hacia el frente—, así está bien. Gracias a tu amiga loca estoy mucho mejor.

—Me alegra oír eso —dijo con una sonrisa—. ¿Significa que vas a dejar de fingir ser borde delante de los demás?

—De momento vamos a dejarlo en acompañarnos en el trayecto de ida y vuelta —le indicó—, lo de portarme mejor no te lo prometo porque no sé si me irá bien, aunque intentaré evitarlo.

Para Alix fue suficiente. Al no tener muchas confianzas con ella tampoco quería pasarse. Al fin y al cabo, era su vida y tenía derecho a hacer con ella lo que quisiera, aunque sí, en el fondo pensaba que lo mejor, tanto para ella como para el resto de sus compañeros, era que dejara de comportarse de aquella manera. «Mejor darle tiempo», pensó al final, «después de todo apenas acaba de empezar a practicar».

—¿Has pensado como decírselo todo a Daisy?

—¿Eh? —La pregunta la pilló por sorpresa, pero se recompuso enseguida—. Ah, sí, no te preocupes. También pensé en cómo presentarle a Fate a los dos si todo va bien: avisar y machacar la advertencia antes de que vean el pastel. A ver si así evito que les pasé como a mí.

—¿Te pegaste un pasmo enorme?

—¿Enorme? ¡Gigante! Mejor no te cuento lo que me pasó porque entonces te reirías de mí una semana.

—Bien, no haré más preguntas, su señoría.

A Alix se le escapó una carcajada. Le gustaba aquella versión de Kara, aunque tampoco era difícil. La otra parecía más una anciana gruñona y desquiciada, por mucho que hubiera sido una fachada. Después de plantarse delante del instituto se desearon suerte y, aunque caminaron cerca la una de la otra, Alix se retrasó un poco para guardar las apariencias. La otra muchacha se sentó en su rincón habitual y se puso con el móvil.

Aunque Daisy y Hunter ya habían aparecido al cabo de unos minutos decidió esperar a que entraran en clase. Tiffany se hallaba al lado de sus compinches, pero tuvo tiempo de dedicarle a Alix una sonrisa cargada de superioridad que escondía una amenaza muy seria. De reojo también notó como Kara y ella se dirigían una mirada de advertencia y un posterior gesto de asco por parte de la vampira que iba a la clase de al lado. Cuando por fin entraron al aula y el profesor ya había comenzado a impartir la lección de ese día Alix decidió que era el momento indicado para soltarle la bomba a su amiga.

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