Capítulo 38: labores de rescate.

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La chica y el cazador rodaron por el suelo mientras forcejeaban, la primera para quitarle el arma y el segundo para matarla

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La chica y el cazador rodaron por el suelo mientras forcejeaban, la primera para quitarle el arma y el segundo para matarla. Fue Kara quien consiguió primero su objetivo tras agarrarle la mano que la portaba y apretar lo suficiente para que la soltara, alejándola de una patada. Luego solo tuvo que golpearle con sus puños hasta que el hombre dejó de moverse y agitarse como loco. Daisy observó cómo su amiga se quedaba quieta encima de él hasta que comprendió que era lo que pasaba. La serie de golpes que le había propinado le habían partido el labio y la nariz, por lo que la sangre debía de haber puesto en frenesí a la chica.

—¡Kara! —exclamó desde la distancia para llamar su atención—. ¡Tierra llamando a Kara! ¡Ya has hecho bastante! —La chica giró su cabeza y sus ojos rojos como la sangre se centraron en ella. Meneó la cabeza tras comprender que sucedía y se acercó hasta detenerse a un metro de Daisy, para luego retroceder y fijar la vista hacia otro punto.

—¿Estás bien, Daisy? —Kara la examinó con la mirada en búsqueda de alguna herida o daño, y al ver que se encontraba bien la abrazó con fuerza—. Alix me avisó y...

—Luego me lo cuentas, ¡ahora tenemos que salir de aquí!

—Sí, mejor, antes de que se me vaya de nuevo la pinza.

Tras agarrar a Daisy como si fuera un saco, saltó hacia un balcón y avanzó a grandes zancadas hasta llegar al tejado, por donde corrió a una velocidad de vértigo sin temor alguno a caerse. La chica se agarró a ella como una lapa mientras observaba como se movían entre las tejas. ¿Así era como se movía un vampiro? Incluso la buena velocidad que tenía la muchacha quedaba en nada ante la fuerza y destreza que tenía Kara. ¿Así es cómo era ser un vampiro? Mientras escapaban de allí para evitar ser perseguidas, Daisy no pudo evitar volver a retomar el tema que tanto había centrado su atención en los últimos días.

Luego de varios minutos, Kara aterrizó de un salto en una calle desierta y dejó a Daisy en el suelo. La chica agradeció el gesto y volvió a abrazarla, de nuevo con el corazón desbocado por lo que acababa de vivir en sus propias carnes.

—El padre de Alix sigue allí, ¡tenemos que hacer algo para ayudarles!

—Daisy, no puedo hacer mucho más —le dijo, preocupada—. Ya has visto como casi pierdo el control con ese cazador, más que una ayuda sería un estorbo.

—¿Y entonces qué? ¡No podemos quedarnos de brazos cruzados!

—Alix venía detrás de mí, aunque bueno, visto lo visto estará bien atrás. —Cogió su móvil y buscó en la agenda el teléfono de la chica—. Aguardaremos aquí y la esperaremos. Es lo mejor que podemos hacer por el momento.

Daisy asintió, aunque no muy convencida. En su fuero interno sabía que no había otra cosa que pudieran hacer, pero aun con todo eso se lamentó no poder hacer nada para ayudar al padre de una de sus mejores amigas.


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