Capítulo 7: Tiffany.

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La calle que recorría Alix estaba desierta por completo. Ni un alma a su alrededor, solo un silencio sepulcral. «Debería de haber ido por otro sitio», pensó al tiempo que se arrepentía. Si bien la zona era bastante amplia, la soledad en la que se hallaba hizo que su corazón aumentara su ritmo. Hasta hubiera sido mejor marcharse al lado de Fate y encontrar un lugar más transitado para iniciar su regreso a casa.

Un ruido cercano hizo que se volviera, más cuando echó un vistazo no vio nada fuera de lugar. A lo lejos vio un gato que devoraba algo al lado de un contenedor de basura. «Genial, ahora me asusto hasta de un felino». Reanudó la marcha en cuanto se recuperó del susto y fijó la vista delante de ella, más calmada.

Sin embargo, esa sensación de soledad desapareció al cabo de unos segundos. Fue sutil, pero sentía como si algo estuviera acechándola desde la oscuridad. ¿Eran imaginaciones suyas y se estaba volviendo loca o de verdad había algo allí? Pensó a toda velocidad que hacer. ¿Cómo actuaría un vampiro, en caso de que la corazonada fuera cierta, ante una posible presa? Hizo amago de coger la libreta que siempre llevaba en el bolsillo, pero se detuvo en el acto. No, lo mejor era pensar y moverse a la vez. Si despegaba la vista de su alrededor podría desorientarse o, en el peor de los casos, si de verdad alguien la seguía, podría capturarla enseguida.

No tenía ni idea de qué capacidades tendría un vampiro. ¿Fuerza y velocidad mayores que la suya? Era una posibilidad. Aunque solo había visto dos veces la apariencia vampírica de Fate, las garras y colmillos le daban una pista más que suficiente para entender que un enfrentamiento directo sería una pésima idea. La única arma, si es que se le podía llamar así, que tenía a mano eran sus llaves. O lo que era lo mismo, no llevaba nada para defenderse ante un posible ataque.

De nuevo escuchó un ruido a su derecha y en esa ocasión vio algo moverse entre la oscuridad. ¿Otro gato? No, había sido más grande que eso y había desaparecido de su vista en un santiamén. Alix comenzó a jadear sin darse cuenta, los latidos de su corazón golpeándole en las sienes con tanta fuerza que parecía que iba a explotarle la cabeza por la presión. El final de la calle estaba a pocos metros de distancia. Un último acelerón y con suerte llegaría sana y salva a una zona más concurrida. Unos pasos más y...

Dos brazos la sujetaron con fuerza desde atrás. Antes de que pudiera gritar sus captores le taparon la boca y la obligaron a mirar hacia delante. De las sombras surgió una figura esbelta y joven con el atuendo de una animadora, una minifalda amarilla y una camiseta con escote halter que dejaba al descubierto sus hombros. Su cabello, corto, era castaño y su apariencia era normal. Sin embargo, su sonrisa macabra acompañada de sus ojos castaños entrecerrados, fijos en los suyos, no parecían traer buenas intenciones.

—Mira quien se ha dejado caer en una calle solitaria en mitad de una noche tan hermosa. —Su voz parecía angelical, pero detrás de sus palabras Alix intuyó la amenaza—. Te lo voy a dejar bien clarito, guapa: intenta gritar y te cortaré la lengua en pedacitos tan pequeños que ni un perro podrá encontrarlos.

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