Como todos los días desde que había vuelto con Venette, Fate se despertó temprano. El sol ya se alzaba sobre los edificios colindantes al suyo y la cegó durante unos instantes. Mientras se frotaba los ojos y marchaba al baño a lavarse la cara, sonrió al mirarse en el espejo.
El desayuno llegó enseguida. Uno de los guardias se lo trajo en una bandeja que depositó con cuidado sobre su escritorio antes de sonreírle y cerrar la puerta tras de sí. Gofres y tostadas con mantequilla, además de una pequeña botella con sangre de ternera. Fate echaba de menos la sangre de ardilla, pero al menos la que le traían estaba buena de todas formas.
Apuró todo con prisa mientras recordaba el baile al que había ido el viernes pasado. Tras la cena había disfrutado de la compañía de Kelsy y Alix, con las que había bailado hasta la saciedad, mientras Hunter entablaba conversación con los dos hermanos. Su mejor amiga le había prometido ayudarla de alguna forma, pero Fate también tenía que poner su granito de arena. Rebuscó entre sus papeles hasta dar con la nota que Alix le había preparado semanas atrás para tener una idea clara de que hacer con su aquelarre. Encontrar fuente de alimento estable, buscar gente de confianza, establecer un nido... Eran varias opciones a las que, más o menos, tenía respuesta. Sin embargo, el tema de la obtención de ingresos para subsistir todavía se le escapaba.
Guardó el papel tras vestirse en su bolsillo y permaneció a la espera de que Stephen, como todos los días entre semana, acudiera al piso para continuar con sus lecciones. Dos años, eso era lo que Stephen le había comunicado, pero también quería averiguar que era lo que pensaba Venette al respecto y actuar en consecuencia. No, no iba a volver a huir: demostraría que ya era más que capaz de liderar su propio aquelarre, y lo haría junto a sus amigos.
Como un reloj, su mentor llegó a la hora justa, las diez en punto. Una vez que habían hecho las paces se sonrieron y empezaron las clases particulares sin más demora. Fate trató de prestar mayor atención que nunca a sus lecciones, incluso a las más aburridas. Tenía que dejarse de juegos y ponerse en serio de una vez.
Cuando llegó la hora de combatir, Fate desplegó sus habilidades como mejor pudo. El esfuerzo mereció la pena, pues consiguió golpear varias veces a Stephen antes de que lograra reducirla en el suelo, como siempre hacía. En aquella ocasión le felicitó por sus progresos y eso la puso muy feliz, aunque todavía no fuera capaz de derrotarle en un combate.
—Hoy estás muy aplicada, Fate. ¿Seguro que no te cambiaron por otra persona durante el baile? —dijo mientras practicaban la misma danza de siempre.
—¡Que va! ¡Soy yo al cien por cien! —admitió—. Es solo que quiero esforzarme para que esos dos años que dijiste que tardaría Venette en cederme el liderazgo se acorten en meses.
—Lo veo muy difícil, pero lo intentaremos. Cuenta con mi ayuda.
La chica se mostró feliz. Se detuvo antes de pisar a su compañero y reprimió una sonrisita nerviosa al tiempo que el hombre negaba con la cabeza, divertido. Continuaron con la práctica un rato más hasta que la pieza terminó de sonar. Stephen hizo amago de irse conforme recogía sus cosas, pero Fate recordó que era lo que quería pedirle.
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Colmillitos Anónimos
VampireFate busca tener la cabeza alta y demostrarle al mundo su valía. Alix desea tener un grupo de amigos que la quieran por lo que es. Kara solo quiere recuperar la vida que le arrebataron aquella noche. Daisy quiere demostrar que no hay nada malo en cr...